Río Queguay - Feb/2024 (Paso del Sauce – Próximo al puerto del Negro Choco)



Bitácora:


Cursos: Río Queguay
Recorrido: Paso del Sauce – Próximo al puerto del Negro Choco
Distancia: 13 km
Estado del Cauce: De muy bajo a muy crecido
Clima: Caluroso y soleado y muy lluvioso
Días: 3
Lugares / acampar: Buenos
Año: 2024
Fecha: 10/02/2024 al 13/02/2024
Departamento: Paysandú
Recorrido en Google Earth R1rq24.kmz
Fotos: https://photos.app.goo.gl


¡ Lo que el río te saca y te da!


Foto de portada del relato

TRAVESÍA DEL QUEGUAY / 10-11-12 DE FEBRERO
PASO DEL SAUCE - CALZADA ANDRES PEREZ

¡Hola! Mi nombre es Mauricio Zunino.
Si bien tengo grandes amigos que forman parte de este grupo de canotaje, a muchos de los integrantes de esta expedición los vi por primera vez el martes previo a la travesía, última reunión en la que se ponen en consideración los invitados externos a participar.
Este es mi caso, invitado por Natalia, y consensuado con el grupo esta es mi primera travesía con el grupo de canotaje del ACAL Club Náutico.

Conocía el Río Queguay, pero no el primer tramo que se propone recorrer, saliendo de Paso del Sauce. Un río limpio, con fondo de piedra, mucha vegetación, y lo mejor, infinitas correderas, en definitiva, ¡toda una belleza!

Episodio 1- La previa y la piedra.
En dos vehículos y con mucho entusiasmo, partimos el viernes (9 de febrero) pasado el mediodía desde el club, con el plan de pasar la noche en el lugar de partida. La excusa del largo viaje y un mejor descanso da lugar a lo deseado: un fuego, algo cocinado en él, algo de vino, alguna amena charla y a dormir en carpa (je, todo muy poco tentador).
Con Javier, Rossi y Santo por un lado, y por otro, Gabi, Nati, yo y la canoa Sioux.

Nuestro viaje, muy entretenido, charlando, comiendo, mateando y disfrutando de algo de música.
Hasta que entramos en el último tramo de ruta, camino a Morató la camioneta lidiaba airosamente por un ripio insoportable, repleto de piedras grandes y sueltas, mientras disfrutábamos de cruces inesperados, como con el temido «Sal si Puedes», un ñandú con sus charabones, zorros y zorritos, liebres, chajás, el poblado de Tiatucurá, y mucho más.
Hasta que: pffffffffff!!, si, se nos pinchó el globo, una cubierta con una gran piedra, mitad adentro mitad afuera, fue así que se nos fue el sol aunque cambiamos rápidamente la rueda y en pocos minutos estábamos nuevamente en ruta. ¡Increíble, 12 min!! tremendo equipo!

Al llegar, algo tarde y en la oscuridad casi absoluta, nos esperaban Javi, Rossi y Santos para bajar el equipaje y seguir camino a Guichón donde quedarían los vehículos, y donde Henry (el taxista) esperaba a los choferes para retornarlos al punto de pernocte.

En otro lugar, pero al mismo tiempo, el camión de Mauri partía con el tráiler, 7 canoas, 12 compañeros y todos sus petates, de camino por Durazno levantaban a la Catalana y sus tripulantes: “los panaderos”.

La noche terminó como lo esperábamos, fogón, vino, una rica carne -que con cariño nos preparó Santos- e inmejorable compañía, cubiertos por un cielo encendido en estrellas, mismo cielo que más tarde anunciaba agua, así fue que pasada la medianoche se desató la tormenta, agua, agua y más agua, y muchos truenos, relámpagos y centellas.

Episodio 2 - La ráfaga nos alcanzó.
Sábado 10 de febrero, amanecimos con lluvia.
A eso de las 8 am nos dio un descanso y aprovechamos la ventana para desarmar campamento y cobijarnos bajo el puente, donde se prendió un gran fuego y calentitos desayunamos y quedamos a la espera del camión. Menos mal hicimos ese movimiento rápido, ya que no mucho después se desató nuevamente la lluvia.
En momentos de conciencia absoluta, monitoreamos el nivel del río, que tímidamente iba subiendo, como era previsible luego de tanta agua caída.

Las horas posibles de llegada del grupo fueron muchas, Santos no paraba de subir y bajar al puente esperando ver acercarse al camión.
Después de tantas idas y venidas, sobre el mediodía y bajo lluvia se dio, llegó el camión, y con él una ráfaga de entusiasmo.
Se descargaron canoas y tarrinas, y cuando no nos quedaba ni un bolsillo seco la lluvia cesó.
El camión estaba pronto para partir, y con él dos tripulantes y su canoa, que agotados de la lluvia decidieron no embarcarse en esta oportunidad, el Queguay para ellos podía esperar.
Y no hay despedida sin empujón, cuesta arriba, el camión se afirmó en el pasto y ganó independencia, y emprendió su retorno, pensamos que sería la única vez que empujaremos.

Episodio 3 - Los Icaros
En un abrir y cerrar de ojos, ya prontas las canoas para emprender la aventura, con un Queguay en apariencia en su nivel normal, charla técnica, como para calentar los motores, y dimos las primeras paladas con las proas hacia un cielo despejado y un sol que ya nos calentaba.
Arrancamos tranquilos en un lagunón hasta llegar a lo esperado: galerías, correderas, ramas que cortar y sortear, toma de rápidas decisiones (pasarlas por arriba o por abajo, izquierda o derecha, remo simple doble), hasta un nuevo lagunón, donde se piensa ufff «se terminó lo bueno», se recobran energías y crece la incertidumbre: sobre qué y cuando llegaran los próximos desafíos.

Episodio 4 - Paraíso
Luego de 11km y viendo la hora, se decidió buscar lugar para pasar la noche, y efectivamente lo hicimos en un lugar muy lindo que encontramos con Nati.
La verdad, hasta el momento todo muy gratificante, ¡venía muy contento!, conociendo nuevos tramos de ríos, compartiendo con un lindo grupo, y siendo la primera vez en canoa con Natalia, pasamos unas correderas muy lindas y sin problemas.

Momento de armar carpas, toldos, juntar leña, unos buenos baños y nos llegó la noche. Se prendió el fogón, y se comenzó a armar la parrilla, que decir de Natalia, con su ya clásica destreza en la parrilla, ya nos tiene acostumbrados a los kayakistas por su buen gusto y dedicación para cocinar. Yo fui el fogonero, atento a las indicaciones.
En el fogón aparecieron las buenas historias, nuevas para mí, para el resto quizá ya cientos de veces escuchadas.
Vinos, risas y contemplación de estrellas, y a dormir, con una noche divina y un río en su lugar, allá abajo donde se ven las huellas de las vacas.

Episodio 5 - ¡De pasti!
Se encendió el segundo día, domingo 11 de febrero, comienzan las vocecitas lejanas, y ruiditos de mate, ¡todos arriba!.
Horacio ya con el fuego prendido, se escuchó por ahí a las 10 en el agua!

Recorriendo las embarcaciones notamos la ausencia de las huellas de las vacas, la canoa se encontraba metros más arriba entre ramas, no estaba donde la habíamos dejado, abrimos camino hacia el agua, y armamos el equipaje.

El espejo de agua del lagunón, con su aparente calma, el día soleado que ya nos calentaba, no nos permitió ver con claridad que el agua de la noche anterior nos había alcanzado, el cauce ya no era el normal.

Según escuche, el tramo que venía era el mejor, correderas extensas y divertidas, rápidos y galerías largas, sin descanso. Pensé «esta es mi salsa», y el entusiasmo se volvió ansiedad por estar ahí.

Con varios días por delante, este sería movidito, y se salió al agua sin querer ver lo que el río nos mostraba, y sin saberlo sería el último que se remará.

Como les decía, ya sin ver las huellas de las vacas, el barro había desaparecido, felices de no verlo, ni tener que pasar por él, salimos a navegar con un día precioso.
Se recorrió el lagunón, algunos embarcados otros flotando, todos disfrutando.
El río se volvió a cerrar, y nos invadió ese sonido hipnótico y ensordecedor, ¡comienzan las correderas!, se genera una mezcla de emoción y nervios, el corazón se acelera, los sentidos se agudizan, y los músculos ya no van tan relajados.
¡¡Confirmado!! el río corría con fuerza, encrespado y con un sinuoso recorrido, ramas, ramas y ramas. ¡Una gran satisfacción nos invadió, lo logramos!, nuestras primeras correderas juntos, la pasamos muy bien, choque de manos, abrazos y sonrisas.

Episodio 6 - ¡al agua pato! con happy end
Aunque con algún vuelco, por más que el río corría vino un lagunón donde recuperamos embarcaciones, equipajes y tripulaciones.
Y todos arriba prontos para seguir, sin saber lo que se venía, entramos en correderas a muy alta velocidad.
No recuerdo en qué lugar íbamos, pero no veíamos a nadie, si los escuchábamos, se sentían gritos de «alto», y parábamos, avanzamos muy despacio y de forma controlada «ramiando».
La soledad entre tantas canoas se siente raro, el no saber qué estaba pasando mueve los nervios y nos concentramos en mantener la calma.

Aparecieron las primeras tarrinas flotando, canoas volcadas y compañeros corriendo a toda velocidad río abajo, otros sujetos en ramas.

¡Y nos llegó el momento! una rama atravesada, el río corriendo con fuerza, compañeros y cosas en el agua, Nati intentó levantarla con sus piernas -creo que ni pie grande la podría haber movido- y dejamos de estar dentro de la canoa.
Ya en el agua, veo a mi compañera siendo arrastrada hacia la canoa entre las ramas (¿no sé cómo salió?), no podía llegar a ella.
Era un caos por todos lados, por suerte la canoa quedó enganchada y las tarrinas flotaron.

Fueron como dos horas recuperando cosas. Nuestra canoa en la margen contraria de la que estábamos fue recuperada por Santo y Gabi. Cuerdas para acá y para allá, y nos reencontramos en ella, volvimos a armar el equipaje, y fuimos jalados para el cruce, no fue fácil, corría con mucha violencia y el riesgo era grande, pero invadidos por la adrenalina todo parecía posible.

Cerrado en caos -fiel a los relatos- llegaron «ellos», sequitos, peinados, radiantes, jajaja, y bajo gritos de no aliento, con gran agilidad vaciaron de agua su canoa evitando la suerte de la gran mayoría. La Mungubal, inmaculada, mantuvo su invicto.

Una curva forzada y un pequeño remanso, dio lugar al reencuentro, y recuento de personas y equipaje, ¡¡efectivamente estábamos todos!!, aunque me gustaría decir lo mismo del equipaje, alguna ofrenda dejamos en el río.
Sin saberlo, estábamos todos juntos por última vez en lo que quedaba de travesía.
Caras mojadas, algunas cansadas, otras preocupadas, pero todas al final sonrientes. ¡Lo habíamos logrado! ¡Seguimos adelante!

Episodio 7 - «la debacle»
Disculpen no poder ir nombrando quienes iban arriba o abajo de las canoas, no recordaba todos los nombres y todo era muy cambiante y por momentos confuso.

Les cuento, andábamos a la altura de las copas de los árboles, una locura, sin dar pie, claro está.

De ahí en más fue poco lo que se pudo navegar, canoa controlada a fuerza de brazos agarrados de los sarandíes, tratando de embocar la proa en el sinuoso cauce, esquivando o cortando ramas, en un río embravecido que no daba respiro.

Se empezaron a sentir los momentos de tensión dentro y fuera de la canoa. Tomar decisiones generalmente no es fácil, y en circunstancias tan cambiantes, es más difícil aún, pero el río lo hacía una necesidad, mantener la calma era una prioridad.
Reconozco que no podía haber tenido mejor proel de la que tuve, fue nuestra primera vez y a toda máquina, les cuento: no volcamos más, ¡tremendo equipo hicimos!

Así seguimos por un río que corría con violencia.
Cuando podíamos hacernos de la margen, parábamos, asegurábamos la canoa, caminábamos en un sentido u otro y ayudamos a quien fuera necesario.
Esto fue así una y otra vez hasta que se llegó a un punto que la gente en el agua superaba en número a las que se mantenían -o estaban eventualmente- fuera, en sus canoas, hasta por momentos, había más gente que canoas.
Panorama desolador, de mucho nerviosismo, cansancio e incertidumbre, momento en que era difícil disfrutar sabiendo que muchos la estaban pasando muy mal.

Por momentos nos deteníamos, agarrados de las ramas, observábamos, no dábamos crédito de la situación en la que estábamos todos inmersos, y la noche se acercaba.
Gabi columpiando en una rama, había perdido a su compañero (Santos), su canoa y pertenencias, que juntos fueron arrastrados río abajo.
Ella junto a Ochoa dieron batalla a una canoa que se resistía a salir a flote, sin éxito; mientras Malaca descansaba en otra rama.
Juan y Manu, atrapados bajo sarandíes, en la misma margen, pero metros más arriba, trataban de mantener sin agua su canoa que tímidamente se asomaba, sobrecargada con cosas que fueran recolectando.
Los Consentino, se sabía que estarían cerca, de a ratos los escuchábamos, pero no lográbamos verlos.
De Horacio, Susana, Ernesto, Fio y Santos, no sabíamos nada. Solo estábamos seguros que no había nadie por detrás ya que íbamos cerrando junto a la Mungubal.

Este fue el momento crucial, en el que, reunidos con Nati, Javier y Rossi, evaluando como se venían desarrollando las cosas, decidimos buscar un lugar para salir del río, y salvaguardar la vida de los que allí estábamos.

No sería una maniobra fácil ya que Gabi, Ochoa, Malaca, Manu y Juan y los Consentino -donde fuera que estuvieran- estaban en la otra margen y el río corría como loco.
De nuestro lado, a través del monte se dejaba ver un claro, que parecía ser un posible lugar para salir, con Javier fuimos a explorarlo, mientras Nati y Rosi «vigilaban» nuestras canoas.

Un monte de aproximadamente 150 metros de profundidad, no muy denso -en realidad muy denso, pero podría ser peor-, que permitía desplazarnos por la margen del río para la evacuación de todos. Saliendo del monte, una meseta, desde la que se podía identificar el serpenteo del cauce del Queguay, veíamos que estábamos en la parte más «fina» del monte.
Sin dudas, ese era el lugar para salir, y así fue.

Episodio 8 - «de qué lado estás»
Nuevamente en el río, en el punto donde se encontraban nuestras canoas y compañeros, nos esperaban «buenas nuevas», el «torbellino» Rossi, junto a Juan, Ochoa y Gaby, habían logrado lo que por momentos parecía imposible, y le quitaron la Bilú de las manos al Queguay.
Poco a poco se fueron recuperando las energías y el entusiasmo.
Todavía no puedo creer ver a Rossi cruzar a nado en busca de sus amigos, una y otra vez, y esto es otra historia para fogón.

La voluntad: reunirnos en un mismo fuego; la prioridad: mantenernos a salvo; el plan: caminar río arriba, sorteando los entramados de ramas, y a la vuelta de la curva dejarse llevar por el agua que los entregaba en manos de Javier, que los esperaba (atrapaba) con ansias.

Ideado, testeado y en marcha el plan de cruce a nuestra margen salí en busca de los Consentino, siguiendo sus voces río abajo, barro, ramas y varios «sangraderos» (a nado), hasta que: ahí estaban!, primero se dejó ver el casco de la Catalana resistiendo entre sarandíes y bajo el agua; luego los «panaderos», en medio de la correntada, recuperaban todo lo que pasaba.
Reflotada la canoa, cargaron los petates, remontaron el río entre sarandíes, y siguiendo el plan y en plena confianza se largaron a la potente masa de agua, donde los esperaba flotando para pescarlos; una cuerda y un mosquetón, sin carnada.
Ya en la margen correcta, una sorpresa se aproximaba: Gabriela!, no dejaban de llegar «buenas nuevas», y emprendimos camino al campamento.

En paralelo, según contaron -y créanme que varias veces escuché estos relatos, y los seguiremos escuchando- ya todos del mismo lado, el grupo se fue organizando, cuerdas por aquí y por allá, poleas improvisadas izando canoas y tarrinas por barrancos, cadenas humanas movían las cosas a ritmo lento, continuo y seguro.

Episodio 9 - «la magia existe»
Nati y Gabi, subieron la meseta, y al mismo tiempo, del otro lado del río, kilómetros más abajo, en otra meseta, sucedía lo mismo, y se dio la conexión:



-Nati, al sur, escribió:
«Estamos bien, juntos
1- Mauri / 2- Natalia / 3- Javier / 4- Rossie / 5- Juan / 6- Manuela / 7- Joaquín / 8- Carlos Consentino / 9- Malaca / 10- Pablo / 11- Gabi»



-Y del otro lado, al norte, Fio respondió: «Acá estamos Su, Dany, Hora, Ernesto y yo.
Estoy muy muy feliz de que estén bien.»



Once más cinco, dieciséis, ¡bingo! ¡todos a salvo!, divididos pero reunidos.
Felicidad infinita, difícil de explicar en palabras, si esto no es magia, decime que es!?.

Episodio 10 - «mil días en uno»
Ese día nos despertamos, desayunamos, conversamos, mateamos, nadamos, remamos, rameamos, caminamos, flotamos, nos asustamos, nos alentamos, luchamos con ramas, con cuerdas, con el río, perdimos cosas, recuperamos cosas, nos ayudamos, nos peleamos, nos reconciliamos, [...] nos separamos y volvimos a reunir, nos abrazamos. Al final, el día, había sido solo uno.

Unos juntaban leña, otros hurgaban tarrinas, se fue armando el fogón, las carpas, las risas le fueron ganando al silencio, empezábamos otra historia, teníamos para dormir, comer, ropa seca, vinos, calor y río.
Nada mejor que dejar ir las tensiones a gran velocidad, y así salió tardecita de «spa en el Queguay», momento de distensión y goce, hidromasajes, jabón, lindas charlas y ricos vinos.
Una cena única y variada, el menú: entrada, un gajo de naranja y una rebanada de manzana, seguido de un par de palmitos; como plato principal, unas cucharadas de lentejas en lata (de Fio, gracias) con finas hierbas, pan mojado y secado a fuego, acompañado de palta; de postre, toronjas en almíbar; ¡quien lo esperaría!.

Y me olvidaba, conocimos «o homem mais branco do mundo».

Episodio 11 - «trabajo de hormigas»
Lunes a la mañana, nos despertamos con tareas asignadas, con todo organizado de la tarde anterior, comenzaba el operativo de extracción. Más o menos sabiendo donde estábamos, un amigo que conoce muy bien la zona, nos dio indicaciones de cómo llegar a la estancia más cercana, «Los Ruanos»: al sureste, 7 km aproximadamente.



Logramos contactarnos y con el permiso de su gentil propietario, saldríamos por su campo. Así fue que junto a Javier partimos caminando, por momentos trotando, al sureste, 7 km.




En paralelo sucedían cosas, más adelante les cuento lo que me contaron. Al llegar a la estancia, Cardozo el capataz, nos esperaba con agua fresca, y la noticia de que su hija nos llevaría a buscar los vehículos a Guichón, donde nos esperaba Mauricio con el camión y el tráiler en casa de Henry «el taxista».



De vuelta en «Los Ruanos», emprendimos camino al río -camino es un decir- acompañados por «el tractorista» que con su ojo afinado -veía caminos donde realmente no los había- nos iba rumbeando a través del campo. Para variar, una gran tormenta nos pisaba los talones, y al cabo de un par de horas llegamos al punto de salida, donde se desató una lluvia demencial.

Mientras esto ocurría -me gusta pensar en la simultaneidad de eventos- en la mañana, llegó al campamento una delegación del grupo del norte, Santos, Ernesto y Fio, besos y abrazos.
Se realizó el intercambio, les dimos remos y algo de agua y nos quedamos con Fio -siento que los estafamos- y así pasamos a ser 12 al sur y 4 al norte. Estos últimos saldrían navegando río abajo, hasta el puente de tablas (Paso Molles) donde los recogeríamos más tarde.

El grupo, luego de un rico desayuno, desarmó el campamento, y abriendo camino a través del monte, sorteando sangraderos, y con mucho cuidado por el barro, sacaron al campo las cinco canoas: la «catalana», la «siux NN», la «bilú», la «villana» y «mungubal».
Sin descanso, formando un «corrente» -como nos enseñó a decir Rossi- tarrinas pasan de mano en mano, que intercalada con un «vermelho», un «cinza», un «preto» y muchas otras palabras que repetimos una y otra vez, todo el equipaje terminó del otro lado del pedregal.
Una locura, sin duda lo más fácil fue ir a la estancia.

Cargamos todo, como parece ya costumbre, bajo lluvia, y todos mojados comenzamos la odisea para salir del campo, no fue cosa fácil, por momentos mi camioneta, el camión y el tráiler eran uno.
Así fue todo el tramo del campo, una y otra vez, enganchar y desenganchar el camión, hasta llegar a la estancia.
Agradecer a «Los Ruanos», por el inesperado manjar: ¡¡¡una bolsa llena de torta fritas!! y una pata de cordero asada. ¡¡Gracias!!

Episodio 12 - «un episodio incompleto»
Los vehículos de Mauricio y Javier siguieron al puente de tablas donde los esperaba el grupo del norte, como lo acordamos.
Con Nati y Gabi, decidimos quedarnos en el pueblo Piñera, luego de buscar sin éxito un lugar donde comprar un café -no sé si realmente queríamos un café o solamente sentir algo de normalidad- aprovechamos para buscar y ponernos ropa seca, y esperamos su cruce.

Ya en ruta de regreso a Montevideo, un último encuentro, una última cena con Rossi, Javi, Santos, Gabi y Nati, ojalá hubiésemos estado todos. Seguro no faltará oportunidad.
¡Y luego el silencio, ya los echábamos de menos!

Episodio 13 - «lo que el río te saca y te da»
Con algo de nostalgia dejamos atrás el río, junto con él: una canoa, remos, ropa, sillas (sobre todas las cosas), las ollas, la parrilla, pero simplemente fueron cosas. Todos regresamos a casa.

Esta travesía la comencé siendo un desconocido, y terminé entre amigos. ¡Gracias a cada uno! por permitirme formar parte.

Una experiencia excepcional, que me llevó a revivir travesías pasadas, y sumar una más a las que uno nunca olvida.

Días intensos, cargados de situaciones que permiten reconocer nuestros límites, como individuos y como grupo.
Situaciones difíciles de transmitir en relatos, que las comprende realmente aquel que las ha vivido.
Situaciones que nos enseñan, siempre que estemos dispuestos a aprender, y aprehender, tomar las experiencias malas y buenas, los errores y los aciertos.

Nos fuimos sabiendo, sin decirlo, que volveremos por «otra oportunidad»

Tripulaciones
RaYer - Gabi y Santo
Mungubal - Rosette y Javier
Catalana - Carlos y Joaquín Consentino
Villana - Juan y Manu
Sioux NN - Nati y Mauri
Angirü - Ernesto y Fio
Otra Oportunidad - Horacio y Susana
Bilú - Ochoa y Malaquias

La de Agorio - N°2 y Alexa

Relato: Mauricio Zunino
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL





GRUPO DE LOS 5