Amanecer en el campo con un gallo tempranero no es poca cosa. Y menos aún si a las 7 ya está lista el agua caliente para un rico desayuno.
Este grupo particular está muy organizado. Un queso gigante, y dulce de membrillo acompaña las galletas de campaña y cada uno con su tupper espera turno para la vianda de almuerzo. Carnes asadas, pollo y algo de verdura constituyen el menú de ese día.
Ya prontas las vituallas, nos dirigimos al ómnibus para comenzar el recorrido.
Juan, incansable chofer, nos lleva por caminos vecinales hasta llegar a Puntas del Lunarejo. Allí nos espera nuestro guía Diego Fros.
Caminamos por el campo, atravesamos el monte y pasamos una cascada, donde yo seguramente me hubiese dado un chapuzón si Diego no nos hubiese advertido que el pozo siguiente era más apropiado para el baño. Y realmente ese sí era un lugar maravilloso, a pleno sol en agosto. Rápidamente nos equipamos para entrar al agua!!!!! Pero esa no era una empresa sencilla, ya que la sensación era la de entrar a un cubito de hielo. Valor tuvieron aquellos que se zambulleron de entrada, yo demoro horas para conseguir nadar perrito!!!!
Otra cascada culminó el recorrido, pero ahí ya con menos sol, el panorama no era tan tentador.
El almuerzo fue en relax intercambiando historias; para mí todo era una fiesta ya que era el primer paseo con este grupo.
Mi mayor sorpresa fue al retorno ya que aún cansados de todo un día de andanzas, el equipo de cocina, puso manos a la obra para elaborar un guiso gigante con los tres quilos de porotos q habían dejado en remojo. En una mesa grande un grupo picaba verduras y era increíble sentir el ruido de un gran número de cuchillos en acción.
Todo se calcula, hasta el número de pedazos de choclos para que el reparto sea ecuánime. De más está decir que el guiso quedó espectacular!!!! Y no faltó la farofa!!!!!
En Santiña el cielo nocturno es una maravilla, miles de estrellas brillando y que luna!!!.
A esa altura, me decidí por ingresar a mi carpa, bien abrigada para descansar y aprontarme para las aventuras del día siguiente.
Martes
Supongo que Alejandro les contará las aventuras de ese día, así que proseguiré con el último día de nuestro viaje y que resultó no menos divertido que los anteriores.
La idea era desarmar el campamento temprano así que todos pusieron manos a la obra y a las diez en puntos ya estábamos en el bus.
Los guías eran los gurises de la estancia, que con su moto guiaron el ómnibus hasta Rincón de Pacheco. Allí caminamos hasta el río, atravesamos un monte de espinillos y llegamos al agua, pero aún faltaba para llegar al Cuareim. Qué placer ese baño!!!! Los niños fueron los primeros en entrar al agua, y yo por supuesto no quería salir!!!! No estaba tan fría, y era maravilloso el paisaje.
Cada uno retornaba a su ritmo, y a mí que no me cuesta nada perderme, sin darme cuenta quedé atrapada en una maraña de espinillos. El problema fue que alguien me siguió pensando que sabía el camino. Grave error!!!!!
Un almuerzo súper disfrutable con cordero, chorizos y galletas fue nuestra despedida. Y como si fuera poco no faltó cerveza ni coca. Y aún nos faltaban más sorpresas: la visita a la mina. Eso fue un descalabro: todos a juntar piedras, todas bellísimas!!!!! Ahí me di cuenta que debo trabajar el desapego, porque de tan avarienta que fui mi bolsa se desfondó, pero debo confesar que la alegría de mi vecina y mi nieto al recibir el tesoro valió la hora de locura.
A las 3 de la tarde nos despedimos de nuestros amables anfitriones y partimos rumbo al ACAL.
Relato: Perla Mitropulos
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL
Guía: Establecimiento María Antonieta Sendero puntas del Lunarejo