Arroyo Laureles - Ago/2006 (Senderismo)



Bitácora:


Curso: Arroyo Laureles
Recorrido: Parao da Moza - Cascada del Indio - Cascada Grande - La Timbauva
Distancia: 14 km
Estado del Cauce: Accesible (cerros, arroyos, monte nátivo)
Clima: Muy caluroso a frío con turbonada y lluvias
Días: 3
Lugares / acampar: Bueno: Al costado del camino y campo pelado
Año: 2006
Fecha: 25/08/2006 al 27/08/2006
Departamento: Rivera - Tacuarembó
Recorrido en Google Earth alcdicgpm06.kmz
Fotos: -


Cascada del Indio


Foto de portada del relato

Durante todo el año se venía hablando de una salida del grupo totalmente distinta, seria a pie y fuera de la temporada de remo.

Tres aventureros (Chino, Gustavo e Introini) un poco desorientados nos habían comentado que habían intentado llegar a la cascada del Indio sobre el arroyo Laureles en el departamento de Rivera y se habían perdido, la noche los tomo por sorpresa y sin linternas se perdieron por los caminos del país, pasaban junto al auto y no lo veían. Al día siguiente (cuenta la anécdota) un poco mareado el Dr. llega a un “Bar, Taberna, Almacén de ramos generales” en Masoller y pide un Yogurt. Típico almacén de campaña con un par de paisanos recostados al mostrador a media mañana; se oye llorar un bebe y aparece el almacenero con una botellita de Yogur abierta y se la da al doctor. Sigamos: estos tres aventureros intentaron llegar si éxito al lugar donde tiempo antes integrantes del ACAL recorrieron el arroyo laureles desde la Cascada del Indio hasta el pueblo Laureles.
Relato, Fotos y video: Arroyo Laureles - Jul/1998

Esto prendió en nosotros y decidimos ir al lugar en agosto ya que el feriado del 25 nos daría 3 días; más que suficiente para recorrer el lugar.


Desde un principio se sumaron un montón de personas y decidimos contratar los servicios de EL KAMINANTE, y de un guía local Darío Fros, que nos pasearía por la zona y nos enseñaría fauna y flora del lugar.

Salimos el 24 (si noche de la nostalgia) para poder estar a primera hora en el lugar; la subida de pena la pasamos en plena oscuridad, al amanecer estábamos en Masoller, es mas visitando el monumento del caudillo, el sol salía a nuestras espaldas. Volvimos al pueblo en concreto a la plaza y desayunamos viendo colgar todo tipo de guirnaldas y escarapelas preparándose para el acto que se daría en la plaza; al fondo una gran parrilla llena de chorizos de rueda alimentaria a los festejantes. Con un poco más de datos ofrecidos por Darío tomamos el camino de tierra rumbo a la sierra, tras unos 10km nos encontraríamos con un camino y deberíamos esperarlo. Al ratito apareció Darío en su motocross, las presentaciones de rigor y seguimos, tomamos ese camino y tras un rato llegamos a la calzada de hormigón la cual cruzaba el arroyo Laureles.

Éramos: Salvador y Maria del Carmen, Geraldine y Fernando, Carola y compañía, Juan de Dios y Estela, Elena, Daniel, Ramiro, Príncipe, Pucho, Leo y Aqua.

Poco monte nativo como para hacer un buen campamento; estacionamos la Van al costado del camino a 3 metros de un árbol, usamos el techo de la camioneta y el árbol para poner un toldo, tras el tejido de alambre crecieron como hongos los iglús, todos dispersos y sin reparo, Carola y su pareja fueron los más audaces y se fueron cerca de un árbol seco.

Almorzamos y a caminar.


Parao de Moza.

La idea planteada era remontar el cauce y visitar el cerro “Parao de Moza”, nos aprontamos y rumbeamos rumbo oeste; para ser agosto el sol había comenzado a picar bastante; sin mayor dificultad caminamos por el campo cruzando cañadas y sorteando piedras y bostas.

Ya en el pie del cerro teníamos por delante un poco de monte, el mismísimo arroyo y a trepar el cerro atravesando monte nativo. La subida fue relativamente fácil llegamos a los 330 metros de altitud partiendo de unos 280. El la cima la vista era estupenda se observaba todo el valle superior del laureles y casi se divisaba las nacientes del arroyo, en eso sentimos unos ruidos abajo en el monte y algunos llegamos a ver un venado saltando por el monte cruzar el arroyo y perderse, al acercarnos al parao (acantilado) percibimos que un águila salía volando, nos descolgamos con Darío y divisamos un nido con polluelos.

Un merecido descanso y a regocijarse con la vista, bajamos y caminamos rumbo al camino ya muertos de calor; y con tiempo por delante decidimos visitar por anticipado la cascada del Indio que distaba unos 2 km. del camino (camping), rumbeamos en dirección este siguiendo el arroyo.


Cascada del Indio.

Muy poca agua pasaba por los pedruscos que comenzaban a abundar en el lecho del arroyo, el agua estaba caliente y corría lentamente, metros más adelante ya el arroyo corría solo por roca maciza y se comenzó a sentir el borbotear del agua, al ir por detrás uno no percibe la majestuosidad de la cascada, uno se la encuentra de golpe y realmente es un espectáculo digno de contemplar.

Enseguida buscamos al famoso indio el cual encontramos rápidamente, la roca forma un rostro humano perfecto mirado de perfil, recorrimos la zona y tímidamente bajamos al pozo de agua que forma el arroyo al pie de la cascada y porque no con el calor que hacia al agua pato, el agua recontra fría pero tras nadar y cruzar la piscina nos trepamos a las rocas y el agua que caía era un verdadero placer ya que caía caliente. Uno o dos no se bañaron el resto se animo y nos pegamos un verdadero baño en pleno agosto y con agua caliente. Nos secamos un poco nos vestimos como pudimos y recorrimos el lugar antes de emprender el regreso.

Merienda suculenta y cena aun mejor con carne y chorizos a la parrilla, parecía mentira el calor que hacia pero todo cambiaria. Todos a dormir que al día siguiente tendríamos la prueba de fuego recorreríamos la Cascada del Indio, la cascada grande y el salto La Timbauva.

En plena madrugada se levanto viento que se devino en una turbonada, mi carpa se aplasto por completo pero aguanto, se oyeron voces y a levantarnos a ver qué paso. La carpa de Carola, por el piso el resto un poco mejor sin roturas solo voladuras. Del miedo que les dio a Carola y compañía se mudaron cerca de Geraldine y Fernando, al parecer este fulano nunca había acampado.

El clima cambio y se puso frío muy frío el suelo duro no dejaba dormir cómodamente.

Amanecimos con cielo nublado y una pequeña llovizna, desayunamos y nos preparamos para partir a lo desconocido.


Cascada Grande.

La llovizna nos acompañaría casi toda la jornada, algunos encapuchados con pilot se lo ponían y sacaban, paraba un poco y volvía repentinamente.

El primer tramo ya era conocido así que lo hicimos un tanto mas ligero, nos detuvimos un rato en la Cascada del Indio como para contemplar el cauce del arroyo que se veía corriente abajo, los colores eran diferentes ya que con nubes se contempla diferente, bien valió la pena haber venido el día anterior, caluroso y soleado.

Acá el arroyo ya estaba encajonado entre los cerros y el agua corría entre grandes y pequeñas rocas, casi no te das ni cuenta de que viene lo que viene, uno mira al fondo del cañón y parece todo parejito pero no; viene el salto de agua más grande que hay en nuestro país. Uno se va acostumbrando de a poco a conocer estos sitios y en este caso a maravillarse por los paisajes que se vienen dando. Mucho monte nativo, palmeras, líquenes, helechos y lo más maravilloso pero a la vez ajeno son los inmensos arboles de naranjas, que pasan desapercibidos casi todo el año, pero en estas épocas sus frutos los engañan y nos brindan un manjar inesperado pero bienvenido, dulces como la mejor fruta de salto pero estas son naturales, sin insecticidas ni abonos.

Cruzamos varias veces el arroyo de un lado al otro y trepamos y bajamos las laderas de los cerros siguiendo a Darío, quien nos daba buena charla de todos los tipos de plantas y animales que habitan estos lugares.

Sobre la cascada grandes moles de piedra, poco agua cayendo en la olla formada al pie, buscamos como bajar y lo logramos por la derecha sin mayor dificultad, imponente mirarla de abajo, un chapusonsito como para marcar territorio ya que el día no acompañaba tal aventura, llegar bajo la cascada y volver nadando ya casi si aire ya que el agua estaba friísima.


Salto del hechicero (creo) o La Timbauva.

Ahora el destino era este salto, arroyo abajo de la cascada grande y como afluente del Laureles; acá el caminar se dificulta un poco el arroyo tiene lecho de piedra y riberas con poco lugar para caminar. El fondo en ocasiones es como el de una piscina ya que es una enorme loza de piedra la que lo sostiene hasta que aparecen las rocas impidiendo el paso del agua, por acá es por donde intentamos cruzar de un lado a otro.

Cuando los paredones lo permiten se forma un pequeño monte muy lindo sin casi vegetación rastrera y suave al pisar, árboles de todo tipo y alturas tratan de llegar al sol, líquenes, claveles del aire y plantas trepadoras viven también acá, las paredes de los cerros también cubiertas de abundantes plantas y como siempre en esta zona una que otra palmera Pindó.

Hasta plantas de yerba mate en estado silvestre conocimos, con la llovizna reinante pasábamos de calos a frío, sobre el cauce mojadura y frío, en el monte humedad y calor, clima ideal para que toda esta biodiversidad tenga éxito; se sienten chillidos por doquier y Darío nos cuenta acerca de la Bandurrias y de que más adelante había un Cañón de las Bandurrias, pero no llegaríamos.

Aves de todo tipo y color viven en estos montes al igual que una cantidad de mamíferos que no vimos por ir charlando descaradamente y estos animales al menor ruido se esconden.

Cruzamos de un lado para en otro en infinidad de veces hasta que se abrió un poco el Laureles ya con pocas piedras grandes nuestro amigo Príncipe no tuvo mejor idea que meter la pata en un pozo y doblarse el tobillo, lloraba tal marrano desconsolado y todos nos dijimos “¿Y ahora como lo sacamos de acá?” suerte que fue solo una dobladura y el salto estaba ahí nomas.

Proveniente de una gran altura y cayendo desapercibidamente y silenciosa, cuentan que cuando llueve, si se nota su caudal; como casi todo salto de agua a sus pies se forma un pequeño lago que luego sigue su curso bajando hacia su destino final en el arroyo Laureles.


Cueva de Chico Bargas.

Al pie del cerro a la izquierda del salto se forma una gran gruta donde aprovechamos a descansar y almorzar reguardados de la llovizna, el príncipe pudo descansar y aliviar su dolor.

Cuentan los lugareños que matreros eran habitué en esta gruta ya que brindaba resguardo y estaba lejos de todo.

Ahora había que encarar el retorno y Darío nos ofrece volver por dentro del monte, sería más rápido y menos complicado para caminar pensando en el Príncipe fundamentalmente.

En realidad casi que bordeamos el arroyo pero ahora desde las alturas, el monte casi limpio nos permitía caminar más tranquilos, desde lo lejos divisamos la cascada grande y nos fuimos acercando a la cascada del indio donde ahí ya se emparejaba el terreno.


Odisea

Llegamos muy cansados pero felices del recorrido hecho, era hora de merendar algo y de la despedida de Darío, ya de antemano le habíamos preguntado por fu familia y por donde vivía exactamente.

Darío nos dice si siguen derecho por este camino llegan y pasan frente a mi campo y pueden seguir rumbo al pueblo Laureles, nosotros queríamos conocer ese pueblo perdido en el mapa al cual habían llegado en canoa nuestros compañeros del ACAL tiempo antes.

Así que le reiteramos a Darío de cómo llegar y lo agendamos para el día siguiente (día de nuestro retorno). Se preparo un guiso con fideos, carne y chorizos de chuparse los dedos, cena amena recordando cada paso dado y a la carpa, esta noche si se hacía sentir el invierno.


Rumbo al Pueblo Laureles

Al amanecer otro día impecable desayunamos levantamos campamento*(1) y a lo desconocido.

El camino paso de ser camino a ser un trillo y seguimos, tomamos a la derecha y al cabo de unos quilómetros se termino el trillo; termino justo en la cima de un cerro (nosotros veníamos andando por la cima de la sierra) que paisaje todo a nuestro alrededor un valle impresionante y por acá no se puede seguir. Vuelta para atrás hasta la ultima bifurcación (seguro nos habíamos equivocado), paramos en un típico corral de piedras el cual parecía se nuevo por el color de las piedras las cuales no tenían ese típico musgo que va marcando los años que la piedra esta a la intemperie.

De repente el sendero se cruzo con un charco y a los costados piedras, arboles y tejido, había que pasas si o si por ahí, Juan toma la decisión de pasar con el bus al mejor estilo 4x4 y pasamos, el sendero se fue tornando camino y llegamos al establecimiento de Darío Fros.

Conocimos a su familia, nos mostro el lugar, con recuerdos de las batallas de Saravia, fusiles, revólveres, espuelas, fotos antiquísimas, el generador eólico que alimentaba una radio y el teléfono.

Nos conto de todas sus actividades como guía y de los lugares que abundan en la zona para conocer, cascadas arroyos, cañones y bosques. Nos despedimos y seguimos viaje.

Acá el camino ya era notorio y luego de unos kilómetros llegamos a pueblo, pasamos por la estación de trenes y paramos en el almacén donde creíamos habían llegado nuestros colegas.

Sorpresa fue que el almacenero y la señora recordaban la hazaña y se dio una linda conversación.

Almorzamos el resto del guiso de la noche anterior y descansamos.

Algunos les compraron algún caliborato y le pedimos para tirar la basura*(2).

Foto grupal. Tomamos el camino rumbo a Tranqueras entre forestaciones enormes que no dejan ver el paisaje real sino el temporal (pinos y eucaliptos por doquier) y retornamos a Montevideo.

Notas ecológicas.
*(1) Elena comenzó a caminar por doquier recogiendo cierto utensilio usado luego de abonar el terreno. Esto causó sorpresa, risas y todo tipo de conjeturas ya que nunca se nos ocurriría hacer algo por el estilo.
*(2) Luego de tres días de acarrear la basura con discusiones y todo, sobre todo con el Príncipe y Elena, el almacenero nos dice “déjenla por acá que yo luego la quemo en el fondo”.

Relato: Gerardo (Aquaman) Ruske
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL







Canotaje Travesía - Arroyo Laureles - Ago 2006

Si no visualiza este video correctamente, haga clic aquí: www.youtube.com