Río Negro - Dic/2005 (Palmar Mercedes)



Bitácora:


Curso: Río Negro
Recorrido: Palmar (R55) - Mercedes (R2)
Distancia: 97 km
Estado del Cauce: -
Clima: -
Días: 4
Lugares / acampar: -
Año: 2005
Fecha: 26/12/2005 al 29/12/2005
Departamento: Soriano - Río Negro
Recorrido en Google Earth Palmar-Mercedes.kmz
Fotos:  


RÍO HUM O RÍO NEGRO

26 al 29 de diciembre de 2005 - Palmar a Mercedes


Foto de portada del relato

Después de mucho pan dulce, brindis y papá Noel, madrugamos el 26 de diciembre para emprender una nueva aventura, esta vez con la ilusión de uno de nuestros grandes, nuestro Río Negro.

Si bien algunos ya habían hecho esta travesía, el río que de alguna manera está vivo, como nosotros, cambia y siempre es distinto. Y también al cambiar la compañía hace vivir distinta cada travesía. Salimos diez, llevados como siempre por Mauricio y parte de su familia, Gabriela y Camila fueron sus copilotas.

Después de atravesar el nuevo puente sobre el Río Santa Lucía, salimos de Montevideo y tomamos la ruta 3, al principio estuvo medio fresco el viaje, como era de prever para la hora de la madrugada que era, pero de a poco fue calentando hasta que quedó la temperatura ideal ni frío ni calor ( o sea cero grado). Pasamos por Trinidad donde más de uno se acordó del Caco y sus historias y el Chino que dio su cuota de cultura al asunto aclarando que el nombre originalmente es Santísima Trinidad de los Porongos (tomá pá’ vos y tu tía Gregoria). Finalmente llegamos después del tradicional suplicio de un camino de tierra interminable del que afortunadamente no les puedo contar mucho porque desplegué el sobre de dormir debajo del cual di cobijo al Pelo y ahí solo alcanzó el polvo lo que había quedado expuesto, pero a juzgar por el estado de mis compañeros la polvareda fue grande.

Llegamos a la represa de Palmar, la contemplamos un rato y nos dirigimos a la “rampa de despegue”. Con la clásica foto de grupo y el adiós a Mauricio arrancamos nuestro:

 

PRIMER DÍA

Primero presento al grupo: José Matos a bordo de su Besugo, Gabriel Panizzolo en su kayak, Ariel y Elena en la Mika, Alfaro (el mostro) y el Chino en la base 23, el dúo atómico de los médicos Daniel y Gustavo a bordo de Beagle II y el Pelo y yo en la súper celeste (si me permiten una pequeña cuota de fanfarria).

Estaba realmente agradable para remar, porque no hacía demasiado calor y ya se veía que el río iba a colaborar con nuestra labor, lo que comprobamos enseguida. Al rato nomás paramos a comer en una playita donde servimos (algunos) de almuerzo a su vez para una serie de jejenes y mosquitos, pero ta, no hay rosas sin espinas!!

Al buen rato comenzó un hecho que se repitió a lo largo de la travesía. Lo que no queda claro es si nos estábamos disputando a José o al Besugo, el hecho es que el tablón tuvo varios pilotos y José anduvo en varias canoas, capaz que era él el que quería navegar con todos. Al que no le fue del todo bien fue al Pelo porque ni bien arrancó se enredó con unas piolas del Besugo y se dio vuelta, pero son esos los gajes del oficio.

Y así como quien no quiere la cosa más temprano que tarde llegamos a nuestro primer campamento, el famoso cerro de los claveles, que visitamos después de armar campamento y disfrutamos de un atardecer muy fotogénico. También posamos frente al monolito en homenaje a Darwin y tomamos unos mates, ahora eso sí claveles vi solo uno, dicen las malas lenguas que en otras oportunidades han visto muchos, bueno debe ser, porque por algo se llama como se llama el cerro, no?!!

Cuando bajamos los que se habían quedado ya estaban prendiendo el fuego para el asadito que nos comimos junto con una (s) copitas de vino que le dieron a la noche ese toque que solo el vino puede lograr. Tuvimos una sorprendente clase de astronomía a cargo de Gustavo inspirado por la noche despejada y oscura que mostraba todas las estrellas como pintadas en el planetario y también, porque no, el vinito le pintó unas tonalidades a la cosa. Vino que por otra parte era muy bueno, yo creía que era tinto nomás tipo tanat pero dicen que este era vino tinto tipo culto, y a juzgar por el tenor de la conversación que propició creo que era verdad nomás. Esa noche le regalamos unas jarritas que Gabriel había traído a Matos que había cumplido años el 22 y a Ariel que cumpliría el jueves 29, pero las dimos ahí así las disfrutaban en esos días. Y entre una cosa y otra pasamos al

 

SEGUNDO DÍA

Yo fui una de las afortunadas (solo que me tomó como una hora tomar conciencia de ello) en amanecer a las 5:30 gracias a mis despertadores particulares, Elena y Gabriel, para cumplir nuestra cita a ver el amanecer en el cerro. La verdad que cuando me levantaba pensé que estaba loca pero luego me congratulé de estarlo (como decía Bukowski: “Se que hay gente que nunca estuvo loca. No quiero imaginar la horrible pesadilla que debe ser vivir así”, perdón comentarios aparte, sigo) amaneció el 27 de diciembre hermoso como si hubiéramos contratado una amanecer tan lindo con tantos colores y olores, porque no hay como estar en medio del yuyerío para apreciar como cambian los olores y como hasta las plantas despiertan con el sol.

Bueno pasado el momento volvimos a la realidad de la travesía, los matecitos de la mañana, compartidos que son tan lindos y tan sabrosos. Levantamos campamento y arrancamos río abajo. La verdad es que el río es lindo lindo, a pesar de no ser una travesía divertida, de esas de rápidos y ramas, de timonear y chivear, este río es para disfrutarlo, tiene unas barrancas, unos arenales, muchísimos sauces criollos y Sarandíes, que le hacen a una (que no se precisa mucho, la verdad sea dicha) brotar el patriotismo forestal. Así transcurrió el día, parando cada poco, era lindo dejarse a la deriva y avanzar con la corriente mientras charlábamos comíamos una naranjita o se fumaban un cigarro. Ni falta le hubiera hecho a Carlos Leibner reclamar el descanso cada una hora, porque era cuestión de dejar de remar nomás. También nos dimos algún baño, sobre todo el comodoro que no deja pasar la ocasión sin zambullirse en un minuto. En este tramo hubo algo inusual, en mi experiencia al menos: una canoa 100% femenina, y a decir del resto con bastante buen desempeño. Consultando los mapas GPS y otros instrumentos a disposición empezamos a hacer conjeturas de que si remábamos mucho íbamos a llegar antes de lo previsto a Mercedes. En esa parada se hizo un censo sobre la cantidad de litros de vino que quedaban para decidir si era factible quedarse un día entero de campamento o si era mejor ir directo a Mercedes. Del censo se concluyó que podríamos sobrevivir hasta el jueves a la tarde, así que medio tempranito encontramos el lugar para acampar, Las tres bocas de una isla, un lugar realmente hermoso, lástima el barro que había para desembarcar, pero bueno tampoco se puede pedir todo!!

Ahí pintó fideos con pesto que llevó Gabriel y estaba de chuparse los dedos, esa noche fue un festín para los ojos después de comer tirarse en la arena a mirar las estrellas fugaces y practicar un poco la memoria de la clase de la noche anterior, muchas estrellas fugaces pero también muchos mosquitos que no eran tan fugaces y obligaron a meterse en la carpa. Una noche linda y tibia. Estábamos todos fundidos por el calor del día y la jornada de remo así que no hubo vino cultural que hiciera mantener a los comensales despiertos para repetir la tertulia, pero bien venía el descanso. Así que amanecimos en nuestro:

 

TERCER DÍA

28 de diciembre, día de los inocentes. El inocente que cayó fue Gustavo que lo hicieron creer que los lentes de José Matos que todos buscaban con afán y Ariel encontró de milagro, era una broma y que en realidad no los había perdido, pero fue mucho más inocente la broma que el que cayó en ella. Después trataron de hacernos caer a Elena y a mi en una broma (de ciencia ficción) porque al levantarnos nos dijeron que habían decidido ( todos los chicos) que ese día cocinábamos nosotras, cosa que por otro lado cumplimos, desde nuestras sillas es verdad y mientras tomábamos mate sin mover un dedo y nos limitábamos a ver como ellos hacían pero es que no nos dieron tiempo, porque la intención la hubiéramos tenido, el hecho es que el arrocito “nos” quedó muy rico y lo comimos de almuerzo junto con sendas latitas de choclo, atún, huevo duro, mayonesa, un manjar la verdad porque con el calor que hizo ese día daban ganas de comer algo livianito.

Pero sin adelantarme, esa mañana partimos no muy temprano, como a las 10 y tanto, remando suavecito, con el Chino a bordo del disputado Besugo. El tema es que cuando quisimos acordar unos montículos de piedras en medio de un cerro lindo y alto eran el tan comentado salto del tigre, nóooo perdón: la cueva del tigre. Desembarcamos y subimos en busca de la cueva que encontramos con cierta dificultad y sin el tigre pero les saqué una foto a los tigres del grupo que no es poco cosa.

El paisaje desde la cima era fabuloso y aprovechamos para sacar unas fotos más antes de bajar.

Ahí almorzamos a la sombrita, después de un chapuzón reparador y nos hicimos una linda siesta, tirados nomás cada uno donde más cómodo cayó. Seguimos camino, en un trecho lindo y con algunas casas al borde del río que daban cierta envidia, diga que nosotros estábamos de este lado del río y no del otro así que la envidia en sí no fue tanta.

Alfaro había sido nombrado encargado oficial de buscar lugar para acampar, no sé si era porque tenía buena fama o si era porque venía con Matos en la base 23 y él quería tener alguna inferencia en la elección sin la consiguiente responsabilidad, pero esos detalles no importan. Lo que en realidad importa es que cuando empezamos a cansarnos y a buscar un lugar de campamento, todas las orillas que de lejos prometían, de cerca eran una maleza impenetrable o un lodazal o estaban en picada o eran demasiado chicas. Cuando se empezó a oír el barullo de la ciudad, las motos náuticas y a divisarse indicios de urbanidad y el panorama pintaba que íbamos a acampar en la plaza principal de Mercedes en frente a la iglesia surgió un lugar apropiado, que era la bajada, como el Pelo venía pronosticando, de una estancia que se veía desde el río. La idea era quedarnos acampados en este lugar hasta después de almorzar del otro día para no remar al rayo del sol (que había estado fuerte) y porque además según los cálculos íbamos a llegar en menos de dos horas a destino y también nos gustó la idea de hacer campamento y disfrutarlo, por una vez, por mucho rato.

El lugar era muy lindo, con espacio de sobra para las carpas, el lugar de fogón, “estacionamiento” de canoas, lugar de baño etc. La orilla llena de sarandíes y algunos Sauces criollos que dan un verde tan lindo a la luz del atardecer.

Ahí si las moscas casi nos ganan la pulseada de la paciencia, diga que nos distrajimos con el mate y las tortas fritas que hizo Gabriel, y así llegó la noche y se fueron las moscas.

El atardecer de ese día fue maravilloso, aunque no todos lo disfrutaron porque la charla y las tortas fritas llamaban a la distracción. Sin embargo yo no me pude resistir a fotografiarlo.

Esa noche el menú fue un guisito delicioso a cargo de Gustavo, que en teoría iba a quedar para el medio día siguiente y nos lo comimos todo de un saque. La tertulia de en esta ocasión fue previa a la comida, pero obviamente no del vino y otros brebajes que degustamos con gusto y que a estas alturas creo que son un componente necesario y suficiente para dar lugar a las más variadas conversaciones que comienzan con el recuerdo de una anécdota cualquiera y termina en los filósofos griegos. En esta velada cultural también nos deleitó Matos con un petit concierto de armónica, flamantemente adquirida gracias a un regalo de cumpleaños que Carlos Leibner entregó personalmente en la madrugada antes de la partida del club el lunes 26. Solo nos faltó el helado de postre, pero quedaba únicamente casata y queríamos sándwich, así que desistimos. Después de comer nos retiramos a admirar nuevamente las estrellas y a las 0:00 comenzamos los festejos del cumpleaños de Ariel, que la verdad estuvo muy festejado.

La noche era otra de las lindas noches de estrellas sin fin, aunque en esta ocasión había cierto resplandor de la ciudad que no le quitaba visibilidad al cielo sino el encanto de saberse perdido en medio de la nada que tiene el estar lejos de la civilización. Estuve tentada de dormir a la intemperie junto a Elena pero los caballos que rondaban y otras alimañas que chillaron a la noche me detuvieron, Sin embargo disfruté desde la carpa semiabierta que dejaba ver el cielo limpio pero “puertas adentro”. Amaneció nuestro:

 

CUARTO Y ÚLTIMO DÍA

Muy lindo el 29 de diciembre donde seguimos festejando al cumpleañero, le hicimos una torta de cumpleaños con una torta frita y unas galletitas rellenas, la vela al medio en el huequito de la torta frita y le cantamos a la vez que le hicimos un pequeño regalito, que ya de paso nos tomamos entre todos ( adivinen que era!!!).

Y ese día lo pasamos lechoneando, pescando, charlando, tomando alguna cosita que todavía quedaba, almorzamos unas verduras cocidas con cebollitas y morrón frito, huevo y varias cosas que hicieron de la humilde comida un festín, y para completar el menú unos pescaditos fritos que nuestro pescador oficial de la base 23, Alfaro, pescó en la larga jornada de campamento.

Acá acompañamos el almuerzo con un vino que Gustavo venía prometiendo y como este era vino vino, no del otro vino cultural, lo dejamos para festejar el cumpleaños de Ariel. Después de todo esto algunos nos dormimos una siestita, otros una siestota, con concierto de ronquidos y todo. Gabriel conectado a su equipo de radioaficionado se escuchaba en medio del sopor de la tarde y la siesta con sus cuentos (casi de pescador) al resto de los colegas del otro lado de la radio, donde en más de una ocasión se percibe un dejo de celos por no estar ellos en nuestro lugar. Levantamos campamento muy lentamente y partimos en nuestro último tramo que calculamos en unos 7 Km. Llegamos al club de remeros de Mercedes antes de darnos cuenta que habíamos salido por lo que concluimos que esa había sido una ardua jornada de remo, y así fue que al llegar Mauricio y Gabriela con una botellita de sidra bien frapé para brindar pensamos que el esfuerzo del día merecía ese trago.

Luego de cargar las canoas en el trailer y cambiarnos en el vestuario improvisado en el la parte trasera, valientemente nos metimos en el camión, que a las 19.30 de un día de calor abundante era como un sauna, y lo único que deseábamos era llegar a una provisión para conseguir algo fresco para tomar, y oh caramba!! la mayoría solo consiguió cerveza así que cerveza tuvo que tomar. En fin, también tomamos mate, agua refresco y comimos budín y torta de naranja. En el camino tuvimos que parar, porque como siempre a nosotros nos pasa alguna anécdota sino ni gracia tiene el viaje, así que en esta oportunidad al pasar por un desnivel de la ruta el camión pegó un salto y hubo un cortocircuito con la luz de la parte de atrás que quemó todas las otras y bueno... diga que el grupo siempre se revuelve como gato entre la leña para solucionar cualquier desavenencia y el problema fue solucionado rápidamente. El viaje de regreso cansador como de costumbre pero con la alegría de sabernos poseedores de una experiencia que pocos tienen, el compartir esos días con compañeros de verdad y en un río grande como el Negro.

Relato: Geraldine Sanjurjo
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL







Río Negro - Canotaje Travesía - Dic 2005

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