Pozo del Buey - Jun/2021 (Senderismo)



Bitácora:


Lugar: Cañada del Bosque Feo
Recorrido: Pozo del Buey y Sierra de Carapé
Distancia: 13 km
Estado del Cauce: Cascada con abundante agua, cañadas con algo de agua
Clima: Nublado, frio a lluvioso con tormentas
Días: 2
Lugares / acampar: Excelente al costado del casco
Año: 2021
Fecha: 26/06/2021 al 27/06/2021
Departamento: Maldonado
Recorrido en Google Earth CerroCatedral.kmz
Fotos: www.photos.app.goo.gl


¡EL TECHO DEL PAÍS!


Foto de portada del relato

Era un día frío de junio, la panadería de Pan de Azúcar fue el primer lugar que tomé contacto real con este grupo de gente que iban a formar parte de un día único.

Una vez todos en posición, el techo del país era nuestra meta, mateando tempranito y ascendiendo en la larga caravana de autos fuimos maravillándonos con vistas que no tenían nada que envidiarle a las más lindas postales.

Luego de un camino zigzagueante, los molinos empezaron a ser cada vez más gigantes y el Cerro Catedral se dejó ver a nuestra derecha.


Cerro Catedral
Aquel viejo dicho quijotezco de luchar contra molinos de viento, ahí sí que se hizo real. De cerca son enormes. Arriba del cerro encontramos un monolito que según el ejército es el punto más alto sobre el nivel del mar de toda la República, exactamente 513.66 mts.
Retomamos la caravana con destino a lo que sería el viejo casco de estancia que cobijaría nuestro descanso.


Pozo del Buey
Cuatro porteras y tres cañadas nos permitieron llegar al lugar. Los chicos enseguida se aquerenciaron del mismo, el tractor, y los naranjos supieron recibirlos con los brazos abiertos a aquellos gurises que sin duda añoraban casi como nosotros aquella aventura.
Rápidamente nos equipamos y arrancamos la expedición, enseguida empecé a darme cuenta la calidad de gente de aquella linda familia de apellido ACAL que hasta entonces en mí no era más que una referencia en la rambla del Buceo. Historias y anécdotas comenzaron a estar presentes en nuestras charlas, familias, parejas, niños, adultos, todos empezamos a caminar con rumbo al desconocido pozo del buey. Tuvimos alguna duda al respecto del mejor camino, alguna cañada crecida nos hizo retroceder algún paso para avanzar aún más lejos.

Llegamos a una planicie elevada desde donde solamente se podía escuchar el ruido de la cascada estrepitándose contra las rocas. Palmeras Pindó, bosque autóctono, y un sinnúmero de pájaros amenizaron la parada. Pudimos apreciar en plenitud aquel lugar misterioso, y vino el descenso.
Cuando noté el ángulo del mismo caí en la cuenta que no era una tarea sencilla llegar al pozo y que por el contrario, había que observar qué hacían los más experientes. Aprendí que para bajar conviene agarrarse de la cuerda de espaldas y mantener un cierto ángulo recto, que pensar cada paso es importante para no tastabillar, cuantas veces en la vida deberíamos aferrarnos de la cuerda, pensar cada paso y entregarnos a la decisión tomada con fuerza y firmeza. En la energía del grupo empecé a notar ciertos valores como la solidaridad, el cuidado del otro, la palabra justa, el consejo acertado. Los liderazgos eran claros, unos por carisma, otros por experiencia, otros por osadía, algunos por habilidad física y otros por sentido del humor y empatía, todos en aquel grupo aportaban de sí algo importante para alcanzar la meta.

Logramos el descenso y llegamos a un lugar que solamente en los cuentos de hadas y duendes había conocido, un microclima especial, una paz profunda. Tuvimos que cruzar una parte del lecho para llegar a la roca que iba a permitirnos una breve estadía para recuperar fuerzas y recargar algún tentempié.
Aqua y Leo hicieron de baranda humana, dejando todo en la cancha por los que veníamos más inseguros, aquello no era tarea fácil, saltar algún metro para apoyarse en una roca mojada podía implicar un riesgo que ellos supieron ayudarnos a superar. Luego el ascenso que resultó más sencillo que la bajada. Cuando pensé para mis adentros que ya volvíamos al campamento, el plan pasó a ser llegar a la cima caminando.


Sierra de las Cañas
Y ahí arrancamos el ascenso, sin un destino tan seguro, en búsqueda de alguna pista de la última vez que algunos habían ido.
Las cañadas se sucedieron y resolví que era mejor mojarse y meter de lleno el pie en el agua que intentar saltarlo.
De a poco, el ruido de los molinos comenzó a sentirse, y el paisaje comenzó a ganar en horizonte, la vegetación empezó a desaparecer y las piedras ganaron terreno. La meta estaba cerca, llevábamos más de tres horas caminando, la sierra de Carapé en todo su esplendor se dejaba ver y nos observaba como diciendo, vengan, sigan que desde aquí todo es más lindo.
El clima empezó a enrarecerse, una leve llovizna sirvió como aliciente para continuar rumbo a la cima.
Finalmente la vista adquirió su plenitud, permitiéndonos lograr los 360°, el Cerro Pan de Azúcar, la costa oceánica y un sinnúmero de elevaciones rocosas aparecieron.
Almorzamos en la cima, niños y adultos compartimos un lindo momento de descanso. El retorno se empezaba a marcar, el clima y la noche nos avisaba que había que volver.
Dos horas más para llegar al tan preciado campamento.
Una vez allí, el fuego ya humeaba por algunos compañeros que habían retornado antes y nos esperaban.


Campamento
Rápidamente aquello se convirtió en un ejército de hormigas que organizaban las carpas y la cena.
Leo y el ragout empezaron a sonar en el ambiente. Ollas, discos de arados, calderas y parrillas, todas a la vez a pleno fuego empezaron a largar de los más variados olores.
Mientras tanto, pelar papas, boniatos, picar cebolla y morrones fueron la actividad de varios.
El Martín fierro empezó a ser distribuido por el más sabio de la tribu, un tal Fillipini que con sus años supo mantener el espíritu en alto.
Entre risas, trabajo compartido y anécdotas la noche se fue haciendo, la neblina y la cerrazón invadieron el lugar, pero no había inclemencia climática que pudiera con aquel calor humano, aquellas ollas humeantes y algún que otro caliborato que permitieron enfrentar al clima.

Cuento va cuento viene y tal vez nos encontramos con LA ANÉCDOTA, más que una anécdota, fue una historia de vida compartida que nos llenó de admiración, asombro a la vez que nos permitió conocer en profundidad a ese gran papá que se llama Daniel. Él en unos pocos años, logró lo que otros padres no logran en toda su vida, el amor y el cariño de su hija.

Finalmente el ragout de Leo cantó flor y los platos comenzaron a arrimarse al fogón. Aquello era un manjar digno del mejor chef, Mallman moriría de envidia de tal exquisitez, todo cocinado a leña y fuego lento.
Quedaba el postre, los chicos que habían estado en una actitud misteriosa y alejada, lograron la atención de todos, se improvisó un escenario entre linternas y celulares y comenzaron a repartir los premios del día, unas tarjetas con dibujo y dedicatoria que hicieron emocionar hasta al más valiente. Ellos felices en su rol de niños cantores mencionando a cada uno de los merecedores de tales distinciones. Quien escribe recibió una distinción al mejor caminante, medalla que guardo conmigo en mi escritorio con mucho cariño, muestra viva de haber participado por un día de una experiencia increíble con un grupo de gente que me recibió como si me conocieran de toda la vida. Muchas gracias a todos y cada uno.

Relato: Agustín Gonzalez
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL







Pozo del Buey - Canotaje Travesía - Jun 2021

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