Arroyo San Carlos - Jun/2022 (San Carlos - La Barra)



Bitácora:


Cursos: Arroyos San Carlos y Maldonado
Recorrido: Paso del Guerrero (Ciudad San Carlos) - Puente Ondulado (R10 La Barra)
Distancia: 17 km
Estado del Cauce: Bajo y si corriente
Clima: Frío y soleado
Días: 1
Lugares / acampar:  
Año: 2022
Fecha: 12/06/2022
Departamento: Maldonado
Recorrido en Google Earth ascamscr10.kmz
Fotos: www.photos.app.goo.gl


Travesía San Carlos - La Barra.


Foto de portada del relato

12 de junio de 2022.

¿Qué necesidad?
Esa fue la pregunta que más sonó en mi cabeza y en la boca de las personas a las que les iba contando mi plan para el domingo 12 de junio de 2022.

Mi hermano, de quién hace varios años vengo escuchando historias de las travesías, me había invitado finalmente a acompañarlo en una. Hacía tiempo que no lográbamos coincidir, y esta, desde San Carlos al puente de La Barra en Maldonado, era amigable, por el día y relativamente cerca. Según él, ideal para iniciarse. Según yo, ideal para taparse hasta las orejas y no despegarse del sillón hasta que pasara la ola polar que se venía dando en esos días, y se mantenía pronosticada.

Me llené de auto-convicción, de qué el frío es psicológico, de que fuese cierto que se entra en calor cuando se empieza a remar, y de que lo peor del invierno es quedarse haciendo nada. Así que acepté, e intenté no pensarlo mucho más. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Ah sí, que volcáramos y cayéramos al agua. Pero de nuevo, decidí no pensarlo mucho más.

Previa
El martes a la noche nos juntamos en el ACAL, a planificar la ida. A pesar de la niebla y el frío de esa noche, éramos un montón! Algunos hablaban de las canoas, las duplas, cuándo y cómo iban, y otros, estaban allí por la cena. Y lo bien que hicieron! Ese día volví a casa con la panza llena, el corazón emocionado, y la cabeza colmada de recomendaciones: que use guantes, pero como los de jardinería, si tengo botas náuticas, o championes viejos, ponerme una bolsa de nylon alrededor de las medias, llevar toallitas húmedas, envolverme en un sobre de dormir en el camión y hasta me hablaron de usar calzoncillos largos (?). Estas recomendaciones fueron el primer gesto de bienvenida con el que el grupo me recibió y me hizo sentir integrada. Creo que de alguna forma, a pesar del tiempo que hace que la mayoría están ahí y la experiencia que eso les ha generado, aún se emocionan con los nervios y dudas de alguien que se acerca por primera vez, y los reconforta poder ayudar y compartir sus experiencias.

Domingo
Y bueno, el día llegó y el despertador sonó a las 6 am. Obviamente, yo ya estaba despierta y levantada. No suelo levantarme temprano, ni tener cosas preparadas con anticipación. Pero este día era la excepción. Traje una silla al cuarto, donde tenía cada prenda que iba a usar cuidadosamente seleccionada desde hacía dos días, el bolso con las mudas de ropa armado, y una listita con lo que tenía que agarrar esa misma mañana. Salí de casa atravesando un grupo de vecinos que volvían del boliche. En ese momento, me di cuenta que era discutible si era domingo de mañana o sábado de noche, y si eran mis vecinos o yo quien tenía el plan más adecuado. Pero allá arrancamos con mi hermano rumbo al ACAL a tomar el camión.

El viaje fue de lo más entretenido, siento que tomé un par de mates y cuando quise acordar ya estábamos a orillas del Arroyo San Carlos. Traté de ayudar a arrimar las canoas al arroyo y a hacer de cuenta que sabía lo que hacía. Nos subimos a practicar un poco mientras todos terminaban de acomodarse, y allá arrancamos. Se sentía muy lindo ser parte de ese grupo aventurero. Éramos 14 personas, en 7 canoas, más los que estuvieron allí acompañando y ayudando en la logística que nos vieron partir, y nos fueron a recibir horas después a la llegada.

Durante el trayecto, los miedos se fueron yendo. A pesar del frío, fue un día hermoso de sol. Si no, pregúntenle a Aqua que hizo la travesía de remera de manga corta y bermuda. Yo no, ni siquiera me saqué el cuello de lana. Pero mis dos grandes objetivos: no darnos vuelta y remar todo el trayecto, se estaban haciendo cada vez más alcanzables. De hecho, me sentía comprometida a seguir el ritmo del grupo, que me demostraron estar bien entrenados.

Al cabo de un rato, las canoas que iban más adelante se arrimaron a la orilla, y comenzaron a bajar. Cuando llegamos, se había desplegado un picnic. Homero se encargó de preparar el café. Yo no podía creer que hubieran llevado una cafetera italiana y estar tomando esa delicia calentita ahí, en el medio de la nada. El resto, echados disfrutando del sol y aprovechando el descanso, sacamos nuestras provisiones, cual niños en el recreo de la escuela, compartiendo las colaciones que cada uno había llevado de su casa.

Creo que todos disfrutamos mucho ese rato, y fue un poco difícil retomar la remada. Aún nos quedaban dos tercios del trayecto. Pero una vez más, juntamos todo, nos subimos a las canoas, y arrancamos. Y volvimos a entrar en calor y agarrar ritmo. El resto del trayecto invitó por momentos a ir más relajado, conversando con los compañeros que iban cerca, o hasta agrupándonos para descansar. Aunque no volvimos a bajar, ya que no había muchos lugares donde hacerlo.

En el último tramo, ya se visualizaba un edificio alto que estaba cerca a la llegada, y algunos afirmaban ver el puente de La Barra. Yo lo vi casi cuando lo teníamos arriba, pero no puedo explicarles la emoción que eso me generó. Se sentía la satisfacción de haberlo logrado, el espíritu festivo de querer agruparnos, pasar por debajo del puente, tocarlo con las manos o los remos y tomarnos fotos todos juntos. También se sentía más cerca el almuerzo. Primo, que aún sin hacer la travesía, se encargó de todo desde el minuto uno, nos había organizado el almuerzo a la llegada, y en mi caso, me esperaban unos prometedores y reconfortantes raviolones de cordero. A las 4 de la tarde, después de remar unos 17 kilómetros, se imaginarán lo que se disfrutó ese almuerzo!

La verdad es que cada minuto, desde el momento que subí al camión a las 7 am hasta que volví a mi casa a las 9 de la noche, las palabras “qué necesidad” siguieron sonando en mi cabeza, pero ahora no como pregunta, sino como una afirmación colmada de felicidad: ¡Que necesidad que tenía de vivir una experiencia así!

Demás está contarles que los días siguientes dormí más profundo que el hundimiento del Titanic, repasé una y otra vez las hermosas fotos que el grupo compartió, y disfruté de ese dolor satisfactorio de omóplatos jamás sentido antes, que me recordaba que mi cuerpo y mi cabeza habían logrado superar miedos y desafíos, que para todos los que nos tocó pasar estos últimos años de pandemia, sabemos que el miedo es más peligroso que el frío.

¡Gracias por invitarme a vivir esta experiencia!

Relato: Marina Acosta
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL







Arroyos San Carlos y Maldonado - Canotaje Travesía - Jun 2022

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