Memorias de la Zona


Foto de portada del relato


Comienzos del canotaje (1 parte)


Comienzos del canotaje (1 parte)


Una zona con una extensa costa como la nuestra, debería lógicamente contar con una importante actividad náutica. Si dejamos de lado las referidas a la pesca artesanal, las mismas son muy escasas, dando pie al aserto que afirma: "Los uruguayos vivimos de espaldas al mar".

El pionero en desarrollar actividades de canotaje en nuestra zona fue el Uruguay Canoas Club en el año 1950 en Malvín. Uno de sus fundadores, Alejandro Artucio, nos transporta con sus recuerdos a la calle Estrázulas, entre Aconcagua y Orinoco, donde en un terreno cedido a préstamo sentaron sus reales un grupo de muchachos y varias canoas construidas por ellos mismos. Allí levantaron un rancho cubierto con negras chapas asfálticas donde se construían, reparaban y alistaban las embarcaciones. Se realizaban festivas comidas y se daba lugar a las reuniones donde planear las salidas, porque si bien varios de los integrantes del club solían trabajar salteado o simplemente lo pasaban por alto, los que lo hacían de firme, los obligaban a realizar el canotaje de aventura por el interior del país, en carnaval y turismo.

En esos tiempos en que aún funcionaba a pleno el ferrocarril, solían enviar por él hasta los más lejanos lugares las canoas y equipos, para luego recorrer los pintorescos ríos y arroyos de nuestra patria. El aporte femenino a este placentero recuerdo señala que era un club eminentemente machista, al cual las novias no podían integrarse.

Durante un recorrido por el Río Cuareim, filmaron parte de una película que completaron con tomas en el Arroyo Pando y sus grandes arenales al norte de Av. Italia. La obra se exhibió en el desaparecido cine Maracaná, que estaba ubicado en Hipólito Yrigoyen casi la rambla, donde hoy se encuentra el depósito de un supermercado. Si bien su cierre no fue causado por la película, en opinión de las espectadoras de la época, la obra -que duraba veinte minutos- resultaba demasiado larga y la actuación de los remeros, al son de la música de la película "A la Hora Señalada", era excesivamente monotemática.

Cuando el dueño del terreno solicitó su devolución, el club se trasladó al predio de Amazonas y la rambla, donde el Club Malvín supo tener su cancha de basquetbol.

La mudanza contó con la particularidad de que el techo del rancho, dividido en dos partes, fuera trasladado a mano por los muchachos por las calles Estrázulas y Orinoco -todavía no ensanchadas- hasta su nueva ubicación, pautando así la intensidad del tráfico en ese tiempo. Por esa época, dos integrantes del club que trabajaban en uno de los petroleros de ANCAP, encontraron en alta mar un polizón español en el barco. Con una solidaridad impracticable en estos días lo ocultaron y luego desembarcaron en Montevideo, alojándolo en la sede durante varios meses. El hombre vivió y se relacionó con el barrio, hasta que un buen día decidió seguir camino y se marchó. Otros náufragos, pero de la vida, también recalaron temporalmente en la sede y se marcharon sin que nada faltara en ella.

Luego de la creación del Club Acal en Nuevo Malvín, la Comisión Directiva del club oportunamente gestiona y obtiene de la Intendencia de Montevideo, con ciertas limitaciones, el uso de un lugar en la parte Este de la Playa de los Ingleses.

Los prolegómenos de la dictadura demoraron el trámite y cuando se intentó retornarlo, dado que el presidente y el secretario del club estaban detenidos como presos políticos, se optó por dejar las cosas tranquilas. Se puede decir entonces que el fin de la experiencia ocurrió a causa de un efecto colateral de la dictadura.

Héctor `Tito" López Concejal Vecinal de la Zona 7





Uruguay Canoas Club


Uruguay Canoas Club


La anterior publicación de una nota sobre este club, trajo otros aportes amablemente suministrados por el Sr. Luis de Alava -uno de los trece fundadores del mismo- lo que enriquece las historias de las memorias náuticas.

El acta de constitución del club está fechada el 15 de setiembre de 1950 y su personería jurídica le fue otorgada en el año 1955. Un dato curioso fue que entre la creación del Uruguay Canoas y el Acal, existió otro organizado por la Asociación Cristiana de Jóvenes, con sede en la Rambla y Amazonas. La admisión al club era ciertamente bastante restringida, ya que sus integrantes que- rían constituir antes que nada, un grupo unido por la más perfecta camaradería.

Antes de emprender una expedición, repasaban las canoas y las proveían de remos de repuesto. Se llevaban carpas -aunque algunos dormían en sus propias embarcaciones-, armas, medicinas, faroles y utensilios de cocina que incluían una picadora de carne para hacer chorizos con pulpa de carpincho. Con éste, arroz y salsa de tomate, realizaban guisos de “cuchara parada”. El pescado, las pavitas de monte y las gallaretas también formaban parte de la dieta.

Se organizaba todo, desde el traslado por tren y camiones de las canoas, hasta la recopilación de información, en especial la cartográfica.

Aún se guardan las listas de los elementos a llevar: ropa, toldo, colchoneta, etc., e incluso los inventarios de los víveres previstos para beber y alimentarse. Se anotaba día a día lo sucedido en cada viaje, cuyos registros aún se conservan.

De a poco el grupo incorporó una nueva faceta a sus actividades, dedicando tiempo a realizar observaciones geológicas y botánicas, capturar animales de interés científico, perfilar ríos, corregir errores cartográficos en los mapas en uso, recoger muestras, etc. En un viaje por el Río Yí filmaron la película mencionada en la nota precedente. La misma, junto a otras que aún se conservan, fue realizada por Luis de Alava y Nelson Haro, y con ella se participó en un concurso para aficionados organizado por el SODRE en mayo de 1958.

El film recibió calurosas felicitaciones de los profesores Jorge Chevataroff y Vaz Ferreira, publicadas en el suplemento dominical del diario El Día, en las que afirmaban que se trataba de “una bellísima película en colores, verdadero éxito en el arte de la filmación e importante documento de gran valor didáctico que muestra al Yí en todo su esplendor”. Parte de ese paisaje filmado y las fotografías que tomaron, quedaron bajo las aguas del embalse de la presa hoy llamada Constitución.

En esa expedición obtuvieron varios ejemplares de cangrejos, peces y tortugas, que hasta el momento eran desconocidos, lo que propició un curso de capacitación para que en adelante recogieran científicamente las muestras de especímenes a pedido de la facultad de ciencias. De lo que antecede, surge nítidamente que los integrantes del primer club de canotaje, además de propiciar el esfuerzo colectivo, el compañerismo y la sana diversión deportiva, también realizaban con entusiasmo tareas de colaboración científica.

Además del aporte personal del Sr. L. de Alava, se utilizan en la nota observaciones publicadas en los suplementos dominicales del diario El Día, de fecha 28/03/1954 y 06/03/1958, con la autoría de los profesores Jorge Chevataroff y Andrés De armas.

Héctor Tito López





Los comienzos del canotaje en nuestra zona (segunda parte)


Los comienzos del canotaje en nuestra zona (segunda parte)


Retomando los antecedentes de las actividades de canotaje que abordamos en ediciones anteriores, anotamos que el ACAL Náutico Club es el único en la actualidad que desarrolla en forma continua esas disciplinas en la zona. El club, que fue fundado el 23 de mayo de 1956 en la calle Ámsterdam, realiza hoy su actividad en un lugar concedido por la Intendencia de Montevideo en la costa oeste de Nuevo Malvín, a la altura de la calle Ámsterdam. Como su actual actividad es bien conocida, recordemos entonces los curiosos avatares de su creación. Y para ello, quien mejor que el socio Nº 1 -quien conserva aún un ticket de esos días- y por ende fundador del club, el Sr. Nilo Coppola.

La constitución de la entidad se debió a su afán por construir su propia canoa y ante la demora en ser admitido por El Uruguay Canoas, su impaciencia le empujó a hacerlo por su cuenta. Con un curso en marcha en la Escuela de Industrias Navales y el apoyo de un oportuno manual, construye el molde y luego su ansiada canoa en la vereda de su casa en la calle Mahoma, entre Arrascaeta y Asturias. Al momento de matricularla le puso de nombre ACAL, nombre que dan los indios mejicanos a una antigua canoa. Su construcción atrae a vecinos y amigos, quienes luego con su ayuda construyen otras dos embarcaciones.

Tenían entonces tres canoas, pero no contaban con un espacio donde guardarlas adecuadamente, lo que ameritó que una noche la barra, reunida como de costumbre bajo el farol de la esquina de Mahoma y Arrascaeta, decidieran formar su club. El nombre elegido, por lo que significaba la sigla y para diferenciarse del vecino Uruguay Canoas, fue precisamente ACAL Náutico Club. Pero, ¿en dónde instalar la sede?. Allá salieron los socios a la caza de algún baldío cercano a la costa. Perdieron por poco el terreno municipal ubicado tras la garita Policial, en Francisco Solano López y la rambla, pero consiguieron en préstamo un terreno compartido con un grupo de veteranos, en la calle Ámsterdam y la rambla.

Una función de cine a beneficio del club realizada en el cine Maracaná, aportó los fondos necesarios para construir la sede. En ella siguieron construyendo las canoas con las que competían en la costa, pero que también enviaban por tren al interior para hacer canotaje de aventura en ríos y arroyos. Al tiempo se encaró de firme la construcción de pequeñas embarcaciones a vela. La llega- da del invierno obligó a ingeniarse para atraer a los socios a la sede. Para ello, se efectuaron campeonatos de vóleibol, con tanto éxito que en verano se realizaban de noche con iluminación artesanal propia. Una entrevista efectuada a Nilo para la revista Mundo Uruguayo propició que mucha gente descubriera el club, lo que aparejó un notable incremento de afiliaciones y actividades, impulsando definitivamente el actual desarrollo del ACAL.

En el año 1958, Nilo Coppola inicia un trámite en la Intendencia de Montevideo solicitando un predio en la misma costa, el cual le es adjudicado cuando él ya había dejado el club. Nilo expresa filosóficamente que lo natural es que los hombres envejezcan pero no así las instituciones, y por lo mismo piensa que su alejamiento fue bueno para el desarrollo del club. Afirma que los viejos deben favorecer la integración de los jóvenes y dejarles su lugar, so pena que las instituciones se sequen y mueran.

Por otra parte, considera que existe la necesidad de un mayor desarrollo de la náutica en todas nuestras costas, incluyendo las del interior, especialmente si consideramos que nuestro mar territorial, en breve, superará la superficie total de nuestro país.

Héctor Tito López