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Relatos Canotaje travesía


Río Santa Lucía Chico - Oct/2013


Bitacora:


Curso: Río Santa Lucía Chico
Recorrido: Paso de los Dragones - Paso Severino
Distancia: 24 km
Estado del Cauce: Excelente, casi sin agua en la calzada
Clima: Nublado, sin lloviznas y vientos del sur que dificultaron la navegabilidad en el embalse
Días: 2
Lugares / acampar: Buenos pero no hay muchos, poca leña y poco monte
Año: 2013
Fecha: 12/10/2013 al 13/10/2013
Departamento: Florida
Recorrido en Google Earth SantaLuciach.kmz
Fotos:  
Video: www.youtube.com

 

 

Florida - Paso Severino

Relato de la travesía del 12 y 13 de octubre de 2013, en el río Santa Lucía Chico

 

solima_historia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Habíamos quedado de estar en el ACAL a las 6:30 am. La noche anterior se me había hecho tarde en preparativos que parece nunca terminan. Teníamos dos tarrinas que por su tamaño y por las cosas que estábamos llevando no eran suficientes.


"Les ponemos bolsas de nailon!" ...total era una travesía de dificultad 2 (en 5): tenía que ser facilonga! Más allá de nuestra nula experiencia en este tipo de travesías -de lo cual éramos plenamente concientes- pensamos que nos podríamos revolver a pesar de no contar con todo el equipo que oportunamente nos sugirieron: particularmente el calzado. Sí habíamos usado la canoa en varias oportunidades, pero travesías no. Llegamos pasadas las 6:30 h y todo estaba en movimiento. Parecía que todos sabían qué hacer en un ambiente de total anarquía, menos nosotros que apenas atinábamos a no molestar. Al final empezamos a integrarnos a la tarea en la medida de nuestras posibilidades y sino, a tratar de entender cómo funcionaba el apronte de la partida.


Al final quedó pronto el trailer con las ocho canoas: Calypso, Tacuarita, Stress, Sapucay, Jenny, Melchora, Sin Apuro y Canarita. Arriba del camión le tocó ir a la nuestra (la 4915, porque todavía no nos pusimos de acuerdo en el nombre). El miedo que me dio ese hecho, que le tocara a la 4915 ir atada arriba del techo del camión, se convirtió en escepticismo pensando en cómo nos arreglaríamos para entrar en la caja las diecisiete personas, más sus respectivos "bártulos". Primero se acomodaron la mayoría de las tarrinas, y después -sin demasiada ingeniería- fuimos acomodándonos todos: unos en sillas, otros sobre tarrinas y otros sobre otros. Creo que eran más de las 7:30 cuando al final “despegamos”.

 

 

Casi nos fuimos acostumbrando a toda esa incomodidad, pero no a las bocanadas del escape del camión que cada tanto se colaban en el interior de la caja. Todavía nos quedaban unas vueltas en Montevideo: unas previstas, como la de ir a buscar las galletas, y otras imprevistas: una rueda del trailer desinflada que al final resultó que estaba pinchada. Dejamos Montevideo.


En Mendoza levantamos a Gerardo: el número 18. Pero ya quedaba poco, por suerte!


Prácticamente llegando a Florida, doblamos hacia la izquierda y tomamos un camino y a poco más de 1,5 km llegamos al Paso de los Dragones, sobre el Santa Lucía Chico. Un puente de unos 200 m atravesaba el río que en esa parte lucía con un curso irregular y ramificado con islotes de arena y vegetación. Lo atravesamos y doblamos a la izquierda intentando llegar lo más cerca de la orilla. Armamos entonces la procesión para trasladar equipaje y canoas, ante la curiosidad de los lugareños, habitantes de humildes viviendas al margen del río, en el cinturón de Florida.

 

 

Una a una las nueve canoas se fueron haciendo al río: Diego y Gerardo en la Canarita, Homero y Alejandro en la Calypso, Adrián y Horacio en la Sapucay, Filipini y Fernando en la Tacuarita, Any y Martín en la Melchora, Clara y Pablo en la Sin Apuro, Juan Pablo y Deborah en la 4915, Roberto y Raúl en la Jenny, Víctor y Leonardo en la Stress.


El primer tramo transcurrió sin apremios, siguiendo un curso sinuoso pero que permitía el cómodo desplazamiento de las canoas. Atentos, los adelantados advertían de cualquier objeto que pudiera obstaculizar el paso: una roca, una rama o algún banco de arena. Fue un momento de solaz tranquilidad que nos permitió apreciar el entorno y tomar fotografías. Después de unos 2.200 m de recorrido, la vegetación pareció cerrarse de repente. Era un embalse que implicaba sortear un desnivel de casi dos metros. Era el fin del primer tramo.

 

 

pequenio-embalse

 

 

Comenzamos a buscar la forma de poder sobrepasar semejante obstáculo. Personalmente pensé que no íbamos a poder y que tendríamos que volver. Los más experimentados decidieron el lugar por donde pasaríamos las canoas, y comenzamos la tarea. Primero liberamos de carga las canoas para alivianarlas y poder manipularlas con más comodidad. Unos arriba, alcanzábamos las canoas vacías a otros que estaban debajo del embalse. Otros iban pasando los bultos, las tarrinas, que se iban ubicando en las canoas que ya se habían logrado bajar. !Qué poco apropiadas resultaron las ojotas!


Ya mojados en alta proporción, nos dispusimos a continuar. A partir de allí cambió totalmente las características del río. Inmediatamente del embalse, desde el cual un gran caudal de agua caía con violencia, el río se transforma en una suerte de “correderas”: corrientes de agua relativamente angostas y muy veloces. No parecía fácil salir remando de aquella situación. Una vez más los baqueanos definieron la forma: atamos la canoa con una cuerda larga de la popa y desde un lugar “seguro” la fuimos soltando por la fuerte corriente hasta que aguas abajo otra gente la recibía. Después venía el turno de los tripulantes. La consigna fue dejarse llevar por la violenta corriente tomados de las rodillas (hechos una bola: estilo “bomba”) y con los pies para adelante. La incredulidad, inseguridad, inexperiencia y vaya a saber cuánta cosa más, me llevaron a no seguir exactamente la consigna, lo que me significó una soberbia paliza, de la cual todavía tengo vestigios. Esta operación se repitió cada vez que fue necesario. La profusa vegetación era un obstáculo permanente. Los experimentados en avance iban abriendo paso a fuerza de machete y trozador. Muchas veces fue necesario bajar para pasar la canoa sola, y luego los tripulantes por encima de los troncos que atravesaban la corriente, pero se intercalaban en el cauce, rocas y pozos profundos donde no se hacía pie. La combinación de todos estos obstáculos con la corriente -que por momentos era bastante fuerte- hacía difícil el control de la canoa, más cuanta menor experiencia se tenía en estas situaciones. En esta situación y tal vez con algo de sobre peso, fue que la “Sapucay” se dio vuelta. Esperando aguas abajo estábamos la “Calypso”, la “Sin Apuro” y la “4915”, y pudimos ver parte de la carga que venía flotando en la corriente. Afortunadamente se pudo recuperar todo y nadie resultó lastimado de gravedad. Otro aspecto a resaltar -no menor- es la inmensa cantidad de basura que encontramos en esta parte del cauce. Si bien antes del embalse habíamos visto cantidad de bolsas colgando en los árboles del monte ribereño, en esta parte encontramos todo tipo de desechos, incluso calefones, y montañas de envases plásticos represados en la vegetación del monte galería, al punto de impedir el paso.

 

 

Quise hacer un cálculo de qué distancia correspondió a la parte más difícil con correderas, donde resultaba imposible avanzar remando, y -Google Earth mediante- llegué a la conclusión que tal vez fueron sólo 150 m. En adelante la corriente siguió, pero no tan violenta. Se alternaron partes más abiertas con partes de monte cerrado. En esta parte pudimos ir mayormente remando completando unos 3.500 m. Y hasta aquí fue la parte más trabada de la travesía. A partir de este momento ya no nos enfrentamos al monte cerrado. Creo que fue en esta etapa en la que tuvimos un alto para el almuerzo, del cual no recuerdo mucho más que paramos en una playita y comimos lo que habíamos llevado, y a Filippini convidando con huevos duros a todo el mundo.


En algún momento también hicimos un alto en una playa con arena donde pensé que iríamos a acampar, pero al final seguimos hasta un meandro del río donde finalmente se decidió acampar. Habíamos completado más de 10 km en el primer día.

 

 

campamento

 

 

Lamentablemente, en lugar de arena la orilla era barrosa, realmente desagradable para el desembarco y la salida. En cambio el lugar para acampar era amplio y despejado con un monte tipo parque o con islas de vegetación, que daba opciones para todos los gustos. Estábamos muy cansados y no quedaba demasiado tiempo de luz. Nos dimos cuenta que una de las tarrinas había venido sin junta de goma y gran parte de la ropa estaba mojada. Teníamos carpa nueva a estrenar: nunca la habíamos armado antes. Seguramente nos llevo mucho más tiempo del necesario. Y debe haber sido por eso que no encontramos ni el naranjo, ni el mojón que Gerardo con su voz omnipresente iba relatando. Cuando nos acercamos ya estaba el fogón prendido al cual colaboramos con alguna rama. Fue un momento lindo, no sólo por la cena (parrilla a cargo de Leo) que estuvo espectacular (teníamos muchísima hambre), sino porque fue un momento de intercambio distendido, muy bueno para seguirlo, si no fuera por el cansancio que pudo más. Dormimos muy bien.

 

 

Al otro día, desayunamos (galleta, queso y dulce de membrillo/batata), y sin prisa, pero sin pausa, nos fuimos organizando para levantar campamento. Otra vez estábamos hechos al río. El tiempo, que el día anterior había estado nublado e incluso en algunos momentos había chispeado, se mostraba con cielo bastante despejado. Se hacía sentir el aire fresco en la anchura del río, que a esa altura andaba en los 300 m, por lo menos. Ya no se notaba para nada la corriente aguas abajo, por el contrario el viento del cuadrante sur conspiraba en contra de nuestro estado físico. Una cosa era segura: nos estábamos acercando al Paso Severino.

 

 

Adelante las canoas se habían alineado, unas junto a otras: ¿sería alguna información a compartir o coordinar algo? Nos apareamos nosotros también y los que nos seguían, después.


Había llegado el momento del bautismo!


Sentimos caer sobre nosotros enormes cantidades de agua. Creo que nos mojamos todos, pero a Deborah no había quien la pudiese convencer que nosotros no éramos los únicos mojados. Primero tuvimos que abocarnos al achique, ya que la canoa había quedado con una cantidad considerable de agua en su interior. Después seguimos al resto de las canoas a prudente distancia. A esa altura, mojados y con el vientito en contra, nos estábamos enfriando peligrosamente. Aprovecho para agradecer la actitud de Víctor y Leo, que se preocuparon por nosotros y nos ofrecieron abrigo. En ese momento estábamos naturalmente un poco ofuscados, y no las aceptamos. Al final encontramos unas camperas que estaban bastante secas y con ellas seguimos adelante. Al poco rato estábamos parando para almorzar. El sol brillaba y disfrutábamos de su calidez: aprovechamos para poner a secar alguna ropa. Comimos la carne asada de la noche anterior, fría y mechada con queso: toda una delicia! ...y el dulce!?!?

 

 

Levantamos campamento y de nuevo al río. Este último tramo resultó algo aburrido, entre el cansancio, el viento en contra y lo ancho del río, se hizo un poco cuesta arriba. Finalmente arribamos a una playita sobre el costado E de la represa de Paso Severino.

 

 

paso-severino

 

 

Allí esperamos la venida del camión con el trailer, para cargar todo y emprender la retirada, que se produjo sin sobresaltos.


Finalmente -cansados, pero con toda felicidad - arribamos al ACAL, luego de sortear varios puestos de policía caminera que no nos vieron o se hicieron los osos.


No sé cuántas veces más podremos salir indemnes de similares situaciones.

 

 

Relato: Juan Pablo Chiara
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Río Santa Lucia chico - Oct 2013


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