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Río Yí - Oct/2016 (Polanco del Yí - Durazno)


Bitacora:


Curso: Río Yí
Recorrido: Polanco del Yí(R42) – Durazno (R5)
Distancia: 54 km
Estado del Cauce: Optimo - apenas crecido permitiendo pasar por todas las correderas
Clima: Frio a caluroso
Días: 3
Lugares / acampar: Buenos
Año: 2016
Fecha: 8/10/2016 al 10/10/2016
Departamento: Florida - Durazno
Recorrido en Google Earth RYPD.KMZ
Fotos:  

 

 

¡Río Yí - de Polanco a Durazno!

 

portada

Integrantes de la travesía: Javier, Rosi, Alexandra, Carlos, Malaquías, Pucho, Rafael y el que relata, Fernando.

 

 

Viernes 07.10.16, travesía programada- Polanco del Yí a Ciudad de Durazno (días 8,9 y 10 de octubre), cerca de 50 Km. navegando el río Yí, travesía cuyos antecedentes nos hacían prever que íbamos a realizar un trayecto no muy complicado.

 

En los días anteriores no hubo lluvias importantes y el pronóstico del tiempo para los 3 días siguientes era bastante alentador. Arrancaríamos con frío y viento algo fuerte el 1er. día, pero ya en el correr del sábado el clima iba a mejorar, la temperatura iba a subir y los vientos se iban a calmar, mejor imposible y así fue.

 

 

Como siempre en travesías de más de 2 días, llevé la tarrina, los remos y demás cosas necesarias para la travesía a realizar la noche anterior a la partida. Llegué sobre las 23 h. y me encuentro que en el Club se estaba celebrando un cumple de 18 años por lo que el clima era de festejo, mucha música y bastante alcohol. A las 2 y 15 del sábado regreso al Club en bicicleta para encontrarme con el resto del grupo. Se había marcado las 3 como hora de encuentro grupal para preparar la salida. Llegué cuando la fiesta estaba finalizando, con borrachos varios y algunos vómitos, nada grave, pero del grupo de travesía ni noticias.

 

 

El primero en llegar unos minutos antes de las 3 fue Pucci (alias Pucho), por lo que a las 3 los presentes éramos solo 2, la puntualidad no es una característica del grupo, algo muy uruguayo, más que el mate. De todas formas la preparación de la partida no iba a ser complicada, 8 canoeros, 3 canoas a cargar en el Club y una 4ta.que retiraríamos de camino y para lo cual deberíamos pasar por la casa del padre de Daniel Brea quien nos alquiló una canoa en la que navegarían Malaquías y yo.

 

Alrededor de las 4 y30 y con la 4ta canoa sobre el tráiler pusimos rumbo a Polanco del Yí. Después de 5 horas de viaje en el que se sintió el frío de la noche llegamos al puente sobre el río Yí en las afueras de Polanco. El día se presentaba frío y ventoso pero ya se notaba que iría mejorando con el paso de las horas. Bajamos las canoas del tráiler, nos pusimos ropa apta para baños, acomodamos todo lo necesario en las canoas, nos despedimos del chofer del camión y su familia y también de la policía del pueblo que había venido a constatar si éramos cazadores furtivos o ladrones de ganado y sobre las 10 y 30 emprendimos la 1er. etapa de la travesía.

 

 

La característica de la 1er. etapa fue el viento, mucho y constante, lo que sumado a la baja temperatura no invitaba mucho a caerse de la canoa, especialmente para aquellos que no contamos con equipo de neopreno. Quien puede dar fe de ello es nuestro compañero Pucho, ya que sobre el final de la tarde su piel estaba tomando un tinte violáceo, estaba al borde de la hipotermia. Su compañero de ruta fue Carlos (alias el Príncipe), ambos con amplia experiencia de canotaje y varios años participando en las travesías organizadas por el Club, pero todo ello no fue obstáculo para que se cayeran en 2 oportunidades. En ambos casos el resto del grupo debió auxiliar al dúo dinámico, haciendo el achique del agua que inundó su canoa y recogiendo las tarrinas que se fueron flotando río abajo. Pero como de toda experiencia algo siempre se aprende, los compañeros náufragos ahora saben que las tarrinas grandes se deben trabar con una soga o alambre porque se pueden abrir al caer al río y chocar con rocas o ramas, dando como resultado que todo su contenido termine en el agua.

 

 

Esa primera noche de campamento, entre bondiolas, colitas de cuadril, morrones con queso parrillero, papas y boniatos al plomo, colgaba una gran cuerda en la que se puso a secar toda la indumentaria que venía en una tarrina cerrada y que supuestamente no se podía abrir al caer al agua..

 

Lo más curioso del primer día fue que navegamos varios km. junto a una perra grande y blanca que se apartó de unos pescadores que estaban en un bote en el medio del río, los que le gritaron sin éxito que no se fuera. Ella insistió en seguirnos, un poco por la orilla, otro poco nadando. Muerta de frío, Malaquías y yo la arrimamos a la orilla pero ella insistió en seguirnos y así fue hasta que Rafael (que la cargó en su canoa) al cruzarse con otros pescadores que tenían un perro, vio como la perra saltó de su canoa y se fue con sus nuevos compañeros de ruta..

 

 

En la 1er. etapa hicimos unos 20 Km., comenzamos a un ritmo de 3 Km. por hora debido al viento reinante (aunque no lo crean, había olas en el Yí) pero milagrosamente alrededor de las 15 h. el viento cesó completamente, el río parecía un plato y levantamos la velocidad a 6 Km. por hora por lo que pudimos completar la distancia programada para ese día.

 

A las 16 y 30 ubicamos un buen lugar para acampar con playita, monte protector y mucha, mucha leña, lo que venía muy bien para hacer parrillada en la noche y protegernos de una noche que fue muy calma, totalmente estrellada, pero helada y con un rocío que dejó las carpas tan mojadas que parecía que había llovido.

 

El tema de esa noche fueron los ovnis, los fantasmas, las apariciones y las fuerzas energéticas con las que durmió Rafael en su carpa (no sabemos si previo a tal acontecimiento se había tomado unos cuantos vasos de vino).

 

Primera noche, panza llena, a dormir temprano, estábamos casi todos sin dormir la noche anterior, salvo algunos privilegiados que gracias a un colchón que venía en el camión (para uso del chofer y familia) apolillaron todo el viaje y recién se despertaron cuando el camión empezó a saltar en los primeros pozos del camino que se parta de la ruta 5 y que debimos tomar para llegar a Polanco del Yí.

 

 

A la mañana siguiente, extrañamos las conversaciones estruendosas de compañeros muy conocidos por el grupo y que por razones personales no pudieron venir, las que nos tiran de la cama al amanecer. Al faltar esa suave invitación a madrugar, la etapa del desayuno se extendió por algunas horas más de lo habitual.

 

Después del clásico Martí Fierro (faltó el cortador oficial de queso y dulce) acompañado de té y café, desarmamos las carpas, apagamos bien el fuego y emprendimos la 2da. etapa de la travesía que pintaba muy bien: día despejado, nada de viento, y ya se notaba a las 10 de la mañana que la temperatura iba a ser más alta que en los días previos y así fue.

 

Navegar ese segundo día fue un placer, el río tenía una corriente importante lo que nos hacía prever que íbamos a poder completar los km. programados con pocas horas de remada. Hacía más calor, por lo que ya no era tan tenebrosa la idea de caerse al agua y el paisaje era tan variado como en la primer etapa: correderas, barrancas altas, muchos arenales, y distintas formaciones rocosas que hacían volar la imaginación (cabeza de pato, puño cerrado, dedos de una mano, etc.) La meta de ese día era llegar a paso San Borja y acampar en un lugar cercano a él.

 

 

Ese día como no podía ser de otra manera almorzamos la carne que había quedado del día anterior, a la que le agregamos una ensalada con tomates, cebolla y hasta un pepino que apareció dentro de las tarrinas.

 

Sobre las 16 h. pasamos bajo el puente de paso San Borja y empezamos a buscar un lugar para acampar que debía cumplir varios requisitos: tener playa que debía ser de arena, nada de embarrarnos al bajar de las canoas, mucha leña, monte tipo parque para no complicarnos con las uñas de gato, talas y demás porquerías que abundan en el monte y en lo posible que el lugar estuviera situado sobre una barranca con una buena vista del río donde poder sentarse a tomar el mate contemplando el paisaje y que además al día siguiente fuera iluminada por el sol de la mañana.

 

 

Dado los requisitos establecidos, la tarea de búsqueda no fue fácil, requirió varias paradas previas para investigar la zona donde íbamos a desembarcar. Que a mí me gusta, que a ti no, que mí no me gusta, pero esta vez a ti sí, la cosa fue que después de navegar más de lo pensado y de parar unas 4 o 5 veces después de dejar paso San Borja, sobre las 17 y 30 h. encontramos el lugar soñado. No se vayan a creer que en un principio el lugar conformaba a todos, faltaba la playita, había que embarrarse al bajar de la canoa y había que subir las tarrinas con una cuerda ya que la barranca carecía de escalones (no pudimos ubicar al dueño del campo para plantear la queja correspondiente).

 

Esa noche no había que acostarse temprano ya que al día siguiente, 3er. Etapa y fin de la travesía el recorrido era corto (8 o 10 KM) y el clima pintaba ser ideal, poco viento y más calor que el domingo, lo cual se confirmó al día siguiente. La cena fue pasta con tuco (tuco que no hicimos ya que Alexandra había comprado 1 lt. de salsa ya preparada con gusto a albahaca a la que le agregamos un picado de cebolla y morrón) y estofado de chorizos asados previamente sobrantes de la noche anterior.

 

 

Como el campamento se instaló sobre las 18 h. y la cena fue alrededor de las 22 h. en definitiva la sobremesa no fue muy extensa dada la hora y el cansancio reinante. De todas formas al día siguiente no había ningún apuro, no se pensaba salir antes del mediodía por lo que la corta sobremesa se compensó con un extenso desayuno.

 

Tampoco había en la mayoría del grupo idea de volver muy temprano a Montevideo, sino que se quería aprovechar al máximo la última etapa ya que el día estaba muy lindo y la temperatura era de verano, no así la del agua del río que seguía estando bastante fría para mi gusto, lo cual no impidió de todas formas que sobre las 13 h. paráramos en una bonita playa antes de llegar a Durazno para darnos un merecido baño y para sortear los regalos (3) como es habitual en cada travesía. Lo que no fue habitual, fue la forma de asignar los premios. Esta vez había un 1er, 2do y 3er. Premio, el que obtenía el 1er. Lugar elegía entre los 3 regalos cual le agradaba más, después elegía el ganador del segundo puesto y el tercer puesto recibía lo que quedaba.

 

 

La forma de determinar el orden de ganadores fue con el clásico tiro a embocar, tipo kermesse. Clavamos un remo en la arena, marcamos una raya a unos 3 mts. del remo y cada persona debía realizar 2 tiros con dos aros de plástico (de los que cierran las tarrinas) e intentar embocarlos en el remo. Si nadie lo lograba se iría acercando la raya al remo hasta que alguien embocara.

 

Resultado: 1er. Premio para Puco (un aro embocado con la raya a 3 mts. del remo), 2do premio para Carlos (2 aros embocados con la raya a 2 mts. del remo). 3er. Premio para Malaquias (1 aro embocado con la raya a 2 mts. del remo).

 

Después de sacar la foto del grupo ganador, partimos rumbo a Durazno, en el camino nos cruzamos con el campamento de los Canoeros del Yí (organizadores de la travesía P. del Yí- Durazno). No pudimos llegar a la playa El Sauzal de Durazno, hay una represa antes del puente de la ruta 5, por lo que paramos 1 km. antes del puente en una playa junto a un parque en el que había acceso para el camión.

 

 

Mientras se cargaban las canoas me encargué de preparar una ensalada muy variada con todo lo que había quedado (tomates, cebollas, queso, pasas de uva, morrones) más algunas latas de palmitos, aceitunas y choclo. Fue el aperitivo, ya que sobre las 16 h. estábamos estacionando el camión al costado de la plaza principal de Durazno frente a una pizzería que nos recomendó nuestro chofer y donde nos rompimos la boca con unas ricas muzzarellas acompañadas de refrescos y cervezas bien heladas.

 

 

Sobre las 17 y 30 y con pocas ganas de volver, emprendimos el viaje rumbo a Montevideo, llegando al Club Acal sobre las 21 h. previo pasaje por la casa del padre de Daniel para devolverle la canoa alquilada. Fin del paseo, regreso a casa, a comer y a bañarse, que al otro día hay que trabajar, salvo mi compañero de canoa Malaquías, que está felizmente jubilado.

 

 

Relato: Fernando Ures
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Río Yí - Oct 2016


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