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Río Yaguarón - Mar/2010


Bitacora:


Curso: RÍO YAGUARÓN
Recorrido: PASO CENTURIÓN RUTA 7 - RÍO BRANCO RUTA 26
Distancia: 92 km
Días: 5
Año: 2010
Fecha: 27/03/2010 al 31/03/2010
Departamento: CERRO LARGO - BRASIL
Recorrido en Google Earth RYCRB.kmz
Fotos:   

 

 

Río Bravo el Yaguarón!

Río Yaguarón- Marzo 2010

 

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Salimos puntualmente a las diez de la noche del ACAL. Los 16 tripulantes, sus petates y las 8 canoas. Teníamos por delante casi 400 km, unas 8 hs de viaje rumbo a Paso Centurión justo donde termina la Ruta 7. Apretados pero con mucho entusiasmo, emprendimos la ruta. Después de unas horas de charlas, chistes y algún trago para calentar el cuerpo, nos fuimos durmiendo. Al amanecer, estábamos ya en Melo. A eso de las 7 iniciamos el último tramo del recorrido, 40 km de camino de tierra. Ya todos despiertos y llenos de polvo, apenas se detuvo el camión nos bajamos prontos para iniciar la travesía. Pero nos llevamos una sorpresa, la primera de una larga historia: no se veía río por ningún lado, el camino se hizo intransitable y el camión no pudo avanzar más.


Exploramos el lugar y encontramos el río a unos 200 m de donde estábamos. La decisión no fue fácil, teníamos que cargar todo, canoas, tarrinas, agua, etc. Desenganchamos el tráiler y entre todos lo arrastramos hasta el barranco. El río se veía hermoso, por suerte no había mucho sol por lo que la temperatura era agradable para tanto esfuerzo. Preparamos las canoas y a eso de las 10 ya estábamos comenzando a remar. Aqua y el Primo iban a la delantera, el resto detrás de ellos y cerrando iban Pablo y Clara. Habíamos recorrido unos 200 m cuando empezamos a escuchar el ruido del agua, que nos auguraba algún rápido o corredera cercana. Sabíamos que el río a esa altura tenía varias caídas, por lo que todos estábamos atentos y también ansiosos por enfrentar esa aventura.

 

A medida que avanzábamos el ruido se hacía cada vez más fuerte, pero no se lograba divisar nada al frente, había muchos sarandíes y el río hacía una curva muy cerrada. Remamos unos minutos más, hasta que Ma. Del Carmen vio que se habían detenido las canoas de adelante y estaban juntas en el lagunón que se formaba antes de lo que suponíamos era el rápido. El ruido se había convertido en estruendo, lo que indicaba que el rápido era considerablemente grande. Me paré en la canoa tratando de ver a lo que nos enfrentábamos y me asombré cuando vi la altura de las piedras que encajonaban al río. Todo parecía indicar que estábamos cerca de un salto más que de un rápido. Acercamos la canoa a la orilla y nos agarramos de los sarandíes. Bajé de la canoa tratando de llegar por la orilla hasta las piedras, viendo si el río daba paso. Mientras trepaba por las piedras, observé que Aqua se había largado a pasar.

 

Estuve unos minutos saltando entre las piedras hasta que logré llegar a la parte más alta, la vista era impresionante. Había dos saltos, uno al inicio del rápido, luego se formaba un lagunón y seguía otro mayor, imposible de pasar, con una enorme piedra en el medio, que era como una pequeña réplica de la Piedra del Toro de Salto Grande. Cuando miré más allá de los saltos, me asusté: estaban las tarrinas de Aqua flotando, María saltando y corriendo entre las piedras como buscando algo y no veía rastros de la canoa ni a Aqua. Pero al instante lo divisé también a él rescatando sus cosas. Cuando empecé a bajar hacia la canoa, los demás habían comenzado a pasar a pie el primer rápido. La verdad es que aquello era ya toda una aventura y no hacía más de una hora que habíamos salido. La cosa no fue tan fácil, no era posible tampoco pasarlo a pie. El agua corría a mucha velocidad y había muchos desniveles y rocas por todos lados. La única posibilidad y no sin riesgo, era atar las canoas con cuerdas largas y dejarlas ir delante de nosotros, mientras nos afirmábamos como podíamos ante la corriente. El pasaje de todas las canoas tardó casi dos horas. Fuimos cruzando el salto en dos etapas y en más de una ocasión algunos tripulantes salieron flotando, arrastrados por la corriente, delante de las canoas.

 

Pancho con su salvavidas azul, fue confundido por varios con una tarrina. La verdad es que aprendimos en ese salto que lo mejor que uno puede hacer cuando hay tanta corriente y tantas piedras, como hizo Pancho, es dejarse llevar con los pies para adelante y tratar de irse dando curso con las manos y cuanto más acostado mejor! El saldo de la pasada por el salto fue de tres canoas rotas y dos o tres tripulantes con alguna magulladura. Seguimos adelante, un poco cansados pero muy contentos, porque realmente habíamos pasado un momento muy divertido, con bastante adrenalina, en definitiva lo que veníamos a buscar. Nos disponíamos a remar un rato y buscar un sitio para almorzar, pero no fue así. El Yaguarón no quería dar tregua. Unos 500 m más abajo, comenzó a oírse otra vez el ruido del agua y de repente otra zona de rápidos, pero después de lo que ya habíamos pasado, teníamos el coraje suficiente para seguir. Fuimos tirándonos uno por uno y para nuestra sorpresa aparecía otro rápido a continuación de éste. Se nos dieron vuelta tres canoas, algunas tarrinas mal cerradas se llenaron de agua y se rompió otra canoa. Al final, paramos a almorzar en una playa, descansamos, reparamos las canoas, nos reímos un rato de lo que habíamos pasado y consolamos al Príncipe por la rotura de su canoa recién comprada.

 

La jornada de la tarde no fue muy diferente: muchos rápidos, corridas y alguna ida al agua! Algunos achicaban más de lo que remaban porque el estado de las canoas reparadas no era el mejor. Al final del día, estábamos muy cansados y no encontrábamos lugar para acampar. A eso de las 18 hs, ante la eminencia de un nuevo rápido en el camino, decidimos acampar en un barranco. Subir las tarrinas y armar el campamento, nos terminó de fundir! Hicimos las colitas de cuadril asadas, que le quedaron muy bien a Pablo y cía. Luego de una noche de camión más los saltos y los rápidos, después de la cena nos desmayamos! No habíamos hecho más que 7 km de los 20 previstos para la jornada. El segundo día, ya repuestos, después de desayunar salimos a enfrentar lo que pensábamos sería el último tramo con rápidos.

 

La mañana estaba preciosa, la vegetación bien tupida, vimos Martín pescadores, una manada de carpinchos cruzando el río y no faltaron las tortugas. Anduvimos unos km, pasamos varios rápidos y el río de repente se transformó en una gran caída, que para evitarla nos internamos en un sangrador donde tuvimos que abrirnos camino con los machetes para poder seguir adelante. De nuevo en las canoas, tuvimos la sensación por un rato, que los rápidos ya habían pasado. Pero no!, la aventura seguía y hasta el final de la tarde la travesía fue transcurriendo entre salto y salto! De todos modos logramos hacer más km. que el día anterior, llegamos a quince. Otra vez nos agarró la noche y de vuelta tocó acampar en un barranco. Esta vez las tarrinas hubo que subirlas con cuerdas. Pero la exquisita cena que nos prepararon Fátima, Clara y Rafael nos reconfortó a todos. Algunos hasta tuvieron fuerza para hacer recorridas nocturnas por el campo y observar el espléndido cielo que nos cubría. La salida del tercer día fue más temprano que de costumbre, para recuperar los km perdidos. Salimos y remamos tranquilos durante una hora, con algunas correderas que pudimos sortear sin mayores dificultades. A esa altura, salvo la Bilú, las demás ya habían sufrido alguna rotura o se habían tumbado. Cerca de la media mañana nos encontramos frente a una sinuosa corredera, que calculamos como de unos 100 m de largo. Veíamos a lo lejos como los rápidos iban encajonándose y la velocidad del agua aumentando.

 

Fuimos pasando uno a uno, algunos navegando y otros a pie llevando las canoas, para cuidar de no romperlas más. Cuando era el turno de tirarnos Ma. Del Carmen y yo con la Bilú, vimos que Introíni y Marcela se habían quedado varados en la mitad del rápido y no podían sacar la canoa. Varios fuimos a ayudarlos, pero la corriente era tan fuerte que no podíamos ni moverla. Al final, entre todos logramos hacerla zafar, pero con la presión del agua contra la roca, la canoa sufrió una rotura muy grande que llevó mucho tiempo repararla y consumió los ya menguados materiales del kit de reparaciones. Cuando paramos a almorzar ya estábamos convencidos de que el Yaguarón era un río muy bravo que no nos daría tregua. Creo que fue en esta parada, del lado brasilero, que Daniel empezó a darle un sentido épico a esta travesía diciendo “yo enfibré en el Yaguarón”.

 

Esa noche en el fogón, mientras preparábamos con Marcela y Pancho un guiso de lentejas, las charlas ya dejaban en claro que ésta no era una travesía más. La hermosura del río, su espléndida naturaleza y los avatares sucedidos; las caídas de los más expertos, las roturas de casi todas las canoas y la confraternidad del grupo frente a las adversidades, hacían de ésta una maravillosa experiencia para los ACALENSES. La mañana del cuarto día salimos temprano, bien descansados, ya que habíamos acampado en una linda playita del lado uruguayo y no en un barranco como en las noches anteriores, con el trabajo extra de embarcar y desembarcar que eso generaba. El día muy soleado, temperatura muy agradable, tuvimos algunos encuentros con pobladores de las riveras brasilera y uruguaya. Por lo que habíamos entendidos, nos esperaba una cascada más adelante, unos 11 km antes de Río Branco, nuestro destino final. Como venía el río, no parecía descabellada la posibilidad de que hubiese una cachoeira al final de todos estos rápidos y saltos, por lo cual íbamos muy atentos y preocupados por esta eventualidad. Sin embargo, empezaron a aparecer lagunones grandes, que hacían pensar que el río iba tomando un curso más tranquilo.

 

En una parte el lagunón se estrechó y comenzamos a transitar por una parte del río con frondosa vegetación, donde el sol sobre los árboles producía una hermosa gama de verdes y plateados mientras avanzábamos rápidamente arrastrados por la corriente en el cauce en sombra. Después de este paisaje tan lindo desembocamos en unos amplios arenales donde nos dimos unos refrescantes chapuzones. Seguimos luego avanzando por un lagunón, comentando las peripecias del río, achicando las canoas y disfrutando la travesía.

 

El viento comenzó otra vez a traernos el ruido del agua que anunciaba más diversión. Estábamos sobre la hora del almuerzo y el río dejó ver un rápido que comenzaba muy angosto, luego daba una curva donde había unas piedras peligrosas y más adelante una caída bastante grande pero que parecía accesible para pasarla navegando. Nos empezamos a tirar, unos a pie y otros en la canoa. Logramos con Ma del Carmen, después de varias maniobras arriesgadas, pasar sin mayores sobresaltos. Nos quedamos un rato esperando que llegara el resto, pero demoraban mucho, algo había sucedido. Al rato apareció Rafael pidiendo el kit de reparaciones y todo lo que sirviera para reparar la canoa de Introíni que había vuelto a sufrir otro golpe. Mientras tanto nos juntamos y preparamos el almuerzo, unos fideos para agregar al guiso de la noche anterior. Como a la media hora llegó el Primo con la noticia de que la canoa de Introíni ya no podría seguir y que él y Marcela se quedarían en la casa de unos lugareños, donde por suerte podría llegar el camión a recogerlos. Después de despedirlos, seguimos remando, pero nos sentimos un poco bajoneados por tener que dejarlos y sin saber lo que nos depararía la suerte a nosotros.

 

En la tarde atravesamos unos cuantos rápidos más que nos levantaron el ánimo aunque algunos compañeros volvieron a tumbar pero sin mayores consecuencias. Antes del anochecer encontramos un hermoso lugar para acampar del lado brasilero y Filippini y Fátima pudieron preparar el tan anhelado arroz con atún, que realmente les quedó delicioso! A la mañana salimos con mucha menos carga para hacer el último tramo de la travesía. Al final, la tan esperada cachoeira nunca llegó y entramos, después de pasar por un lugar de grandes rocas pero sin ninguna cascada, a un enorme lagunón que nos llevaría luego de remar la tarde entera, a nuestro destino final tras 92 km de remo. A eso de las seis de la tarde divisamos el puente de Mauá y uno a uno fuimos arribando al embarcadero donde nos esperaban Introíni y Marcela junto al camión. La llegada fue muy hermosa, con el sol que caía sobre la ciudad y el río y un grupo de motos de agua que nos daba la bienvenida.
Muy cansados pero contentos emprendimos el viaje de regreso. Hicimos una parada para cenar en la ciudad de Treinta y Tres y continuamos viaje rememorando los buenos momentos que pasamos juntos y ya pensando en la próxima travesía!

 

Relato: Alberto Riella

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Río Yaguarón - Mar 2010


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