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Relatos Canotaje travesía


Río Tacuarí - Mar/2018


Bitácora:


Curso: Río Tacuarí
Recorrido: Placido Rosas (R18) - Salida de Emergencia
Distancia: 46 km
Estado del cauce: Muy bajo
Clima: Caluroso a huracanado
Días: 4
Lugares / acampar: Bueno
Año: 2018
Fecha: 25/03/2018 al 28/03/2018
Departamento: Cerro Largo y Treinta y Tres
Recorrido en Google Earth rtprse.kmz
Fotos:  

 

 

¡Los vientos del Tacuarí!

ACAL Travesía Río Tacuarí 2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alternativas.

 

En el calendario de actividades de canotaje del club Acal para el año 2018 figuraba originalmente el Río Yaguarón para la semana de en turismo. Dada la escasez de lluvias y para evitar los inconvenientes que genera la falta de agua a la hora de navegar, se manejó como alternativa el río Tacuarí. Ambas opciones eran igual de atractivas con paisajes desconocidos para mí. .

 

En las reuniones previas a la semana de turismo se optó por el Tacuarí. El trayecto a navegar en canoas era el comprendido entre Plácido Rosas y el Balneario Lago Merín. Aproximadamente 74 kilómetros a puro remo en total.

 

 

Intrépidos navegantes

 

Los aventureros seríamos siete, número impar? algo no estaba bien. Indagando un poco me enteré de la baja de un matrimonio por temas laborales, otros asiduos participantes a estas actividades se encontraban de viaje u optaron por salir a disfrutar en familia la semana de turismo.

 

En tiempos donde se pregona la igualdad de género, fue nula la participación femenina en el evento. Un tirón de orejas para los organizadores, las mujeres aportan su punto de vista en la toma de decisiones y en los divertidos debates.

 

 

Eramos ”el Príncipe” Carlos, Rafael, Fernando , Malaquias, Raúl, el Abuelo y quien escribe, Alejandro. Las edades estaban comprendidas entre 40 y 80 años !!! (léase espíritu joven de tan solo 80 ochenta pirulos)

 

 

Alerta

 

El estado del tiempo siempre es un factor determinante en este tipo de aventuras, el exceso de lluvias o la falta de las mismas condicionan el caudal de agua en río y por lo tanto la exigencia de remar o de caminar si el nivel de agua es escaso.

 

El pronóstico no era bueno, daban intensas lluvias para el primer fin de semana.

 

El barro a la salida o a la llegada complican la logística en los movimientos de carga y descarga de canoas y tarrinas con los enseres como carpas, sobre de dormir, alimentos.

 

La lluvia navegando no complica, es sólo una molestia menor. Llevamos camperas o capas de nylon y hasta conjuntos de neopreno que ayudan a tolerar el frío del agua, manteniendo el cuerpo en condiciones agradables durante la actividad física.

 

 

Se definió como probable hora de partida el comienzo de la madrugada del sábado. Consultando las actualizaciones del tiempo nos percatamos de que lo peor iba a estar entre el sábado y el mediodía del domingo. El alerta era naranja para esa zona específica del país. Si bien el cauce de los arroyos y ríos al estar protegido por montes nativos y/o barrancas genera un microclima particular donde se navega al abrigo de los vientos, no era una advertencia para ignorar.

 

Los pronósticos de los modelos e imágenes satelitales auguraban lo peor para esa región del país.

 

 

Que sí, que no.

 

A último momento se anunció la baja de otro integrante, que proporcionaba el transporte para gran parte de la carga y las canoas, era inminente la cancelación de la actividad.

 

Fue ahí que en una actitud admirable Carlos tomó firme el timón, mensajes, llamadas telefónicas permitieron reactivar el operativo de compra de víveres, teníamos nueva hora de salida sábado 10 am. No sólo no se cancelaba sino que el número se mantenía en siete, distribuidos en 4 canoas. En un gran gesto y con determinación y grandeza, Carlos se ofreció a navegar en solitario para distribuir mejor la carga en lugar de utilizar un kayak que se manejó como posible opción..

 

 

Todos tenemos un plan

 

La idea original era regresar el miércoles a Montevideo, por lo que tenía el resto de la semana libre para otras actividades, en base a la distancia y bajo nivel de dificultad, los días eran más que suficientes para completar lo planificado, por ende era una buena oportunidad para conocer y pernoctar en Cabo Polonio partiendo desde Montevideo a primera hora el día jueves.

 

Por motivos laborales Raúl debía regresar también el jueves a la capital.

 

 

Luego comprendí dos cosas, la importancia de un día comodín a utilizar ante cualquier eventualidad y la de prever planes A, B y hasta C para el retorno, uno nunca sabe las sorpresas que el río nos tiene preparadas, los inconvenientes y obstáculos a salvar.

 

 

Propuesta pospuesta

 

En la noche del viernes la preocupación fue en aumento, predominaba la idea de postergar la salida a causa de la alerta.

 

Luego en la mañana del sábado quedó en amarilla. Se realizaron llamadas telefónicas a lugareños que confirmaron la imponente tormenta con lluvia abundante, vientos fuertes y actividad eléctrica. Se postergó la salida para la hora 7 am del día domingo.

 

 

Partida querida

 

La llegada al club para la partida fue toda una odisea: lluvia en exceso, vientos arrachados.

 

La playa de Malvín había prácticamente sucumbido a merced de las olas.

 

Había un catamarán tumbado por los fuertes vientos sobre el césped, las olas eran impresionantes.

 

 

Partimos al fin, con la esperanza que amainara al mediodía.

 

 

Plácido domingo

 

Pequeño pintoresco entorno para una escena de película, así definiría a Plácido Rosas, fue el punto de partida de nuestra aventura el domingo.

 

Grandes arenales estaban al descubierto por la evidente escasez de lluvias.

 

Dos amables señoras que estaban pescando a la orilla del río nos comentaron que el nivel del agua estaba mejor, estaba con lo imprescindible para remar.

 

Descargamos las canoas y el resto de la carga. Almorzamos y dado el barro imperante optamos por descender al agua utilizando una bajada hecha con costaneros, que había que utilizar con mucha precaución para no resbalarse.

 

Debía tomarse la decisión de dónde dejar los vehículos. Un detalle para nada menor dado la distancia total a cubrir remando los sucesivos días. En origen o en destino? Dejarlos todos en el destino regresando en ómnibus o volver en sólo uno de los autos. Posibles opciones, todas con pros y contras. Y si no llegábamos a destino??? Se optó por dejar los autos en Plácido Rosas.

 

 

Primera etapa

 

Tuvimos lloviznas y lluvia suave esa tarde que no mitigaron nuestras ganas de remar.

 

Cubrimos unos 11 km aproximadamente, nada mal para las pocas horas que estuvimos en el agua.

 

Previendo las horas de luz restantes, comenzó la búsqueda de un lugar apropiado para montar un campamento. Se eligió un buen lugar, con abrigo para las carpas y leña al alcance para preparar la comida. Disfrutamos de una hermosa vista del atardecer, el agua como un espejo reflejaba las canoas y los árboles, una verdadera postal.

 

La noche nos recibió con estrellas y un notorio descenso de temperatura. En torno a la fogata entramos rápidamente en calor. Preparamos té, café, mate, el infaltable Martín Fierro y algunas tostadas a la parrilla. Más tarde la carne a las brasas, que disfrutamos también al mediodía siguiente.

 

Fue una larga jornada, carga, viaje, descarga, remada. Con la satisfacción de estar en un hermoso lugar era hora de descansar.

 

 

Segunda etapa

 

Luego de un descanso reparador y un sustancioso desayuno teníamos que desarmar para volver a remar, nos venció la pereza, entre charla y mates se hizo media mañana y nosotros no teníamos ni un pie en el agua. La razón era simple, estábamos disfrutando de la naturaleza del lugar.

 

 

Remar en este paisaje nos hacía más entretenido el paseo. Curvas generosas, monte nativo en abundancia, islas de arena dorada, no dejaban de sorprendernos. Divisamos variedad de aves, desde los coloridos martín pescador, garzas, hasta aves de rapiña.

 

Hicimos una parada para almorzar, teníamos la carne preparada la noche anterior, huevos duros y unos tomates similares a los perita, fueron un verdadero deleite.

 

 

Con la corriente a favor a la hora de virar debía tenerse cuidado con los innumerables troncos y ramas que salían del agua. Había que estar atento para no golpearlos con la canoa y así evitar roturas. Eran grises y parecían verdaderas esculturas de piedra. Con las crecientes el río va socavando las barrancas, arrastra la tierra y deja sin soporte a los árboles que lenta e inexorablemente sucumben. Una demostración de poder del río.

 

 

Avanzamos unos 16 kms. más, completando un total de 27 kms. aproximadamente.

 

La tarde caía sobre nosotros el campamento se estableció en un lugar más alto que el anterior. Esperábamos una noche fría. El menú para la cena fue un guiso de lentejas, carne y chorizos, muy rico y nutritivo. Colaboramos en la preparación.

 

 

Tercera etapa

 

El paisaje cambia a lo largo del recorrido. En las primeras etapas, predomina la arena en forma de bancos, islotes y en las riberas, cubiertas por infinidad de conchas de poco tamaño. Alternan barrancos de tierra con algunos cerros de arena blanda o apelmazada como si fuese piedra en otros. Luego da lugar a aguas más abiertas con vegetación más baja y similar a la de bañados. Predomina la tierra o el lodo en las orillas, tierras más planas aptas para el cultivo de arroz como lo demuestran las enormes tomas de agua.

 

Alguna especie de bivalvo se aferra a los troncos en el agua, como lo hacen a las piedras los mejillones en las costas uruguayas. Las barbas de chivo cubren la vegetación al mejor estilo de una película de terror.

 

 

Las olas y el viento

 

Cada vez más ancho el río, ya no se percibe la corriente a favor. El viento empieza a convertirse en una fuerte limitante para avanzar, queda en evidencia en las curvas, cuando nos daba de frente. Comienza a levantarse oleaje, peligroso para una embarcación con poca borda y muy cargada, algo de agua entra y hay que achicar con recipientes plásticos y con esponjas de polyfom.

 

El viento en contra merma nuestro avance, nos quita ritmo, nos quita fuerza. Las caras de preocupación delatan que el esfuerzo parece en vano. Se ve como poco probable continuar en estas condiciones, el viento aumenta y forma pequeños corderitos de espuma blanca en el agua. Las paradas para achicar o descansar se multiplican, así como para orientarse y no circundar islas inútilmente.

 

 

Se hace camino al andar

 

Almorzamos al abrigo del viento, muy molesto por cierto. Consultamos el pronóstico, la intensidad se mantenía para los días siguientes. Dada la limitante para emprender el retorno a Montevideo (por los que teníamos otros compromisos) y al viento imperante se decidió acampar, dar por finalizada la travesía y regresar al día siguiente.

 

 

Lo primero era traer los vehículos lo más próximo posible al campamento. Cuánto tiempo iba a llevar? Carlos y Raúl emprendieron una ardua caminata, en busca de un sendero que los acercara a la civilización, titánica tarea por las dificultades del terreno. Consultaron con los habitantes de la zona y regresaron con buenas noticias. Los choferes debían caminar unos 6 o 7 kms. Fue así que Rafael, Raúl y Fernando partieron. Contaron con la colaboración de lugareños y llegaron a Plácido Rosas en tiempo record. Los esperábamos a la madrugada pero ya estaban con nosotros poco después del atardecer. Pudo llevarles mucho más tiempo o ser bastante más complejo, como pasó en una travesía anterior, también frustrada por el viento. Por suerte en esta oportunidad todo salió redondo.

 

 

Descargamos las canoas y lo trasladamos hasta el campamento. Realicé varios viajes de tarrinas, cada kilo se multiplica con la distancia y las dificultades del terreno. Ahí uno comprende que menos es más. Cuanto más liviano mejor, no hay que llevar cosas que no vas a utilizar, sólo lo justo y necesario.

 

El resto preparamos el campamento, colocamos una lona sujeta por cuerdas para protegernos del viento. Se armó un fogón y merendamos.

 

Contemplamos la salida de la luna, de gran tamaño, la noche estaba estrellada. La luz se reflejaba en la orilla de arena, magnifica vista.

 

Cenamos pasta.

 

 

Visita imprevista

 

Tarde a la noche escuchamos el grito estridente de un ave, una lechuza al parecer, costó un poco identificar dónde estaba. Con el uso de linternas encontramos la fuente del sonido. Estaba posada en unos árboles a unos cuantos metros de distancia. Pudimos apreciar el brillo de los ojos, las apagamos para no molestarla.

 

 

Compañerismo

 

Completamos unos 45 maravillosos kilómetros. Dos tercios del recorrido total.

 

Contamos con expertos en la cocina, a los master chef: Raúl, Fernando, Malaquías y al Abuelo el cortador oficial de queso y dulce de membrillo de la travesía.

 

Todo en un ambiente natural, alejado del ruido y cemento de la ciudad. Tuvimos la suerte de estar ahí, en medio de todo eso.

 

Cada integrante aportó algo al grupo. Sin tolerancia, coordinación y cooperación esto sería algo imposible de llevar adelante. Compartimos de manera solidaria las tareas, charlas de las más variadas temáticas, medicina, biología, astronomía, geología y anécdotas varias.

 

 

La anécdota

 

En un tramo trabado del Tacuarí, un árbol caído cerraba el paso. Un pescador nos alertó de que había ayudado con el agua al pecho a pasar a tres canoeros, había troncos hundidos y gruesas ramas. Quedamos enganchados.

 

Nos bajamos de la canoa, la altura del equipaje impedía el paso remando.

 

El agua algo más fría que lo esperado.

 

Fernando emulando a nuestros ancestros arborícolas desató parte de la carga y de rama en rama trepando y a los saltos fue liberando la canoa al mejor estilo de un mono. Nadie lo podría haberlo hecho mejor. Nada mal para un jubilado bancario, pensé. Después me comentó que estaba corto de abrigo y no quería mojar el buzo que tenía puesto. Me lo hacía recordar cada vez que levantaba el remo y el viento le salpicaba agua.

 

 

Grandes arenales, grandes sorpresas

 

Estaba tan bajo que el remo tocaba fondo en varias partes del curso de agua.

 

La lógica indica que en esos casos hay que aproximarse a la barranca que es donde pasa el canal, la parte más profunda del río. Así y todo quedamos encallados al costado de una barranca. Nos falló la lógica, moríamos de risa, no había más que unos pocos centímetros de agua.

 

En algún otro tramo divisamos un casal de chajás en la orilla, pero lo más increíble fue ver en un banco de arena a dos ovejas. Tomando el sol como dos turistas!!!. Hasta le sacamos unas fotografías para que no se burlaran de nosotros al contarlo.

 

 

Actitud

 

Fernando con una marcada actitud ecologista, recolectó residuos que encontró en el río. Bastante limpio por cierto en relación a otros cursos de agua. Completó una bolsa grande negra, que dejé en un contenedor en la ciudad de Treinta y Tres. Un pequeño gesto para la conservación del entorno.

 

 

Así son las aventuras del Acal, hasta la próxima.

 

 

Relato: Alejandro Baratta

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

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Club Nautico ACAL - Río Tacuarí - Mar 2018


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