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Río Tacuarembó - Abr/2017 (Ansina - Paso de la Laguna)


Bitacora:


Curso: Río Tacuarembó
Recorrido: Ansina (R26) - Paso de la Laguna
Distancia: 82 km
Estado del cauce: Bajo
Clima: Lluvioso
Días: 5
Lugares / acampar: Buenos
Año: 2017
Fecha: 8/04/2017 al 12/04/2017
Departamento: Tacuarembó
Recorrido en Google Earth RTAPL.KMZ
Fotos:   

 

 

Privilegio de ir al río...

RÍO TACUAREMBÓ - Ansina - Paso de la Laguna

Travesía ACAL 8 al 12 de Abril de 2017

 

santa lucia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tiempo esta, después canta Fernando Cabrera, y pienso que es por eso que siento difícil el poder escribir mi primer experiencia de canotaje. La metáfora del río y nuestro estar viviendo me acompaña desde muy niño. Todo lo que compartí en esos días fueron de aprendizaje. Quizás sin todavía saber hoy que fue todo lo aprendido.

 

 

Luna Creciente

 

De las 13 personas con las que compartiría el canotaje conocía a Laura y José de quienes recibí la invitación. Llegado al ACAL la noche del viernes 7 comencé a saludar a Rafael, quien sería mi compañía en la canoa verde y a los ocupantes de las las restantes canoas :Alexandra y Fernando, Alvaro y Raul, El Príncipe y Gino, Julio y Alberto, Carlos y Diego.

 

La primer noche seria viajando en camión rumbo a Villa Ansina o Pueblo Ansina para empezar nuestro canotaje compartido por el Río Tacuarembó en esa primera mañana del 8 de abril de 2017.

 

 

Gilberto Gil canta... O melhor lugar do mundo e aquí e agora… y yo le agrego Aquí, Ahora, Así y Hacia. Pude estar en ese mejor lugar del mundo que era el río, en esa vegetación y esa fluidez que me inundaba a cada mirar.

 

Así fui disfrutando del líquido río mientras estábamos yendo hacia otro lugar donde pisar nuevamente tierra. Fui dejando que cada momento se embarazase del siguiente.

 

La llegada a tierra del primer día fue de orilla barrosa. El terreno tenía mucha vegetación pero dejaba también un buen claro para armar el fogón y la lona colectiva. El cielo comenzó a mostrar su cara de lluvia y finalmente comenzó a llover.

 

 

El segundo encuentro con mi ignorancia de nuevo acampante, fue por la carpa, comprada un día antes de salir, recién ahí pude saber que no tenía sobretecho... así que tuve que recurrir a la solidaridad de un sobretecho prestado. El primer síntoma de mi ignorancia fue la silla que lleve para viajar en el camión.

 

Lo más interesante fue observar como cada uno se organizaba para gestionar su lugar personal y poner un pienso al lugar colectivo antes de que el sol dejara de alumbrar. Una alegría ver encender la fogata que daría calor y llevaría a José a cocinar nuestra primer cena juntos. Mientras tanto empezaron a llegar alimentos de cuentos y anécdotas a esa segunda noche, que luego también fueron acompañando cada fogón y comida de las siguientes tres noches.

 

Fui sintiendo el pulso que el grupo iba mostrándome desde mi ignorancia de primerizo elegía observar para no entorpecer y poder aportar lo que iba pudiendo.

 

 

La mañana del segundo día estaba lluviosa y retraso nuestra salida, pero llegó un claro qué nos permitió desacampar y seguir río abajo.

 

El río estaba generoso de movimiento y según pude entender eso hizo que la travesía fuera en tiempos muy favorables.

 

Nuestra canoa fue la última en subir al río esa segunda mañana. Una duda hizo regresar a nuestra canoa. Nos enfrentamos al desafío de ir contra corriente, de tener que desandar en la canoa, caminar entre piedras para subir, para ir a buscar unas luces que ya no estaban pero que sería muy difícil volver a buscarlas si lo que era duda se confirmaba.

 

 

La segunda acampada resulto en tierras arenosas. Poco tiempo de luz para armar y dificultades para colocar el toldo colectivo que nos resguardara de la lluvia que cada vez se hacía más presente desde los rayos que se veían a lo lejos. Con el sabroso guiso de lentejas siguieron las conversas y cuentos venidos desde Rusia o de relatos vividos en grandes aventuras por ríos con crecientes, con desbordes, inundaciones y de canoas dadas vuelta, que alimentaron la imaginación de lo que podría suceder esa misma tercer noche… La lluvia se desato y el sueño no quiso venir en muchos de nosotros, por lo que supimos a la mañana siguiente. Algunos tuvieron que dejar su carpa porque el agua comenzó a invadirles, algunos salieron de sus carpas para observar las canoas o lo que pudiera estar ocurriendo con el agua que venía llegando desde el cielo y la corriente del río que se agitaba.

 

 

Ya con la luz del tercer día pudimos ver bajo lluvia lo que nos mostraba el río.

 

La búsqueda de la red dejada por la tarde se hizo difícil para recoger. El cielo no daba ventana para desarmar y volver los remos al río, cada vez se nos hacía más difícil la decisión de tener que desarmar bajo lluvia.

 

Con la aventura y con el riesgo por compañía apareció la claridad para seguir. Agradecidos dejamos el arenal que pronto seguramente sería lecho del río y continuamos, atravesando algunos pequeños rápidos que pusieron sabor a esos kilómetros y recibiendo nuevamente la lluvia ahora sobre nuestras canoas viajeras por el río con mayor caudal y fuerza.

 

 

La siguiente acampada fue en un terreno alto, a orillas de un campo. Pienso que quisimos asegurar calma a nuestros nervios y cansancio. Esa cuarta noche ya se empezaba a ver la luna llena que despejaba el cielo y dejaba ver las estrellas.

 

 

A la mañana del cuarto día el sol sacudió toda nuestra alegría y varios salieron en busca de un arenal cercano. Los que quedamos en el campamento recibimos la visita de un par de hombres a caballo y con varios perros, que quisieron saber qué tiempo estaríamos allí. Fueron ellos los que nos contaron que había llovido 200 mm en el norte, que había personas desaparecidas por las crecientes de algunos ríos. Agradecí haber tenido esa ignorancia de otras realidades hasta ese momento, para no condicionarme con lo que podría pasarnos a nosotros. También nos dijo que estábamos cerca del rincón de Matos.

 

 

Con la energía de ese sol radiante y luego de desayunar continuamos sobre un intenso río Tacuarembó, que nos dejaba avanzar casi sin remar.

 

Durante el viaje algunos pudimos desembarcar para ver un bosque encantado. Un lugar que no se sabía que realidad la había habitado. Formas, texturas y colores que solo quedan en la retina de los que pudimos estar ahí. Como todo lo que vivimos el último día...

 

El desembarco para almorzar fue muy cercano a donde pasaríamos la noche más fascinante de nuestro viaje.

 

Es muy difícil que uno piense que exista un lugar tan inesperado en tierras de Tacuarembó.

 

Si mostrara algunas fotos de ese lugar seguramente me dijeran cualquier otro lugar pero no que fuese en Tacuarembó. Algunos ya habían estado antes, para mi conocer ese lugar del mundo tan cercano fue una experiencia fascinante y transformadora.

 

Dunas, hectáreas de arenas cercadas por vegetación de monte nativo y algún monte de eucaliptos. Cada uno fue ubicando su carpa dentro de ese paisaje de inmensidad. Luego pudimos compartir en esa quinta noche, la contemplación colectiva del atardecer, y segundos después, ver aparecer una inmensa Luna llena coloreada en el horizonte, que marco para mí un recuerdo imborrable de nuestra travesía. Lugar donde conocimos las fulguritas, gracias a Alexandra. Increíblemente esta fragilidad, es la hulla que deja el evento más poderoso de la naturaleza, el rayo de las tormentas. Cuando un rayo entra en contacto con la arena la vitrifica mientras se va enfriando por su contacto. Tuve el privilegio de encontrar alguna de esas huellas de rayos, que luego leí que algunos lo llaman el dedo de dios.

 

 

El día miércoles 12, quinto y último, salí muy temprano a contemplar el lugar y sorprenderme por las sombras largas que me hacia el amanecer. Pude también ver rastros de huellas de animales que pudieron ser zorros o quizás aves… el misterio de esas huellas es lo que las hizo más interesante.

 

También descubrimos frutos amarillos de tuna que algunos quisimos saborear.

 

Fue el día de descanso para la despedida.

 

Con calma descendimos río abajo asombrándonos al pasar por grandes barrancas de formas monumentales, o pasar por zonas de vegetación casi selvática, o playas desiertas que invitaban a descansar.

 

Finalmente llegamos a nuestro lugar de encuentro con el camión que nos regresaría a Montevideo. Esa orilla estaba cerca del pueblo Montevideo chico.

 

Volvimos todos menos el Principe que siguió su travesía en un cayac inflable, que fue armado con la ayuda de varios compañeros.

 

De camino como cierre impensable, pasamos por Durazno donde nos esperó un socio del Acal panadero … con un generoso banquete de obsequio. Tartas, empanadas, delicias de varios sabores salados y dulces.

 

 

Quedo muy agradecido con cada uno de los 13 que compartimos estas cinco noches y cinco días inolvidables.

 

Privilegio de ir al río...

Ir al río, para ir a aprender

Ir al río, para ir a vivir

Ir al río, para recordar las cosas que hay que olvidar

Ir al río, para sentir cuanto de bendición hay en tener ojos, oído, olfato, gusto, intuición y propiocepción.

 

 

Supe la fragilidad y el poder que tiene cada rincón de la vida. Durante la travesía falleció un tío y nació una sobrina-nieta hija de un sobrino.

 

 

El río nos llevó en su dirección a disfrutar y compartir esa intensidad de conexión.

 

Siento que no pasaron las horas, que no pasaron los días,... siento que estuvimos en las horas, estuvimos en los días, estuvimos en el río, estuvimos en la tierra, estuvimos respirando la vida.

 

Fue una vez más el milagro de la naturaleza de encontrarnos con el ser humano de cada uno y con el agua, la tierra, las rocas, con el aire, el fuego, el barro, la arena, con toda esa vida vegetal y animal volando nadando, llena de colores y sonidos que nos rodeaba para darnos felicidad.

 

Gracias. Salut y Gracias

 

 

Relato: Rodolfo Vidal
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

 

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