El Río Santa Lucía tiene un especial encanto para mí, desde que, siendo niño, navegaba con mi padre y con mi tío, en aquellas viejas chalanas de madera. Por eso, cuando surco sus aguas, me figuro que visito un viejo amigo, que en las medidas en que lo respetas, siempre te recompensa.

Por ende, siempre disfruto cuando escribo de mi viejo río, que me vio reír de niño y me sigue viendo, ahora con mis canas.

Pero comienzo tienen las cosas, y el tema es la travesía organizada por nuestro Club ACAL, con motivo de sus 60 años.

La aventura para nosotros, comenzó el viernes 18 de noviembre, cuando, a la hora 19.00, nos convocamos en el Club Laura, José, Horacio, Rafael, Homero y yo. Más o menos a las 19.30 embarcamos en el camión de Mauricio, cargamos algunas cosas, enganchamos el trailer con algunas canoas y partimos hacia el Camping Municipal "Cristóbal Colon" de Santa Lucía. Llegamos de noche ya, y nos esperaban Gerardo, Leonardo, Daniel, Elisabeth, Pablo y Malaquías, con un asado, armamos carpas, cenamos y a dormir.

Ya de mañana, comenzaron a llegar el resto de los participantes: Eduardo con Andrés (ACAL), Gerónimo, Miguel, Martín con Valeria y Aymar, María, Carlos con un amigo, Emilio, Joaquín con sus hijas, Ortiz, fulano y mengano.

Y así fue que nos embarcamos en el camión con las canoas, camino de pedregullo, al tambo de Raúl Amaro, aproximadamente 4 Km. de Paso Severino, donde comenzó la travesía, y a las 11.00, al agua!!

El primer día las tripulaciones fueron:

Canoas:
Daniel Brea y María Pittamiglio
Gerardo Ruske y Leonardo Malnati
Laura Baru y José
Carlos Agorio y Esteban Nin
Geronimo Castiglioni y José de Miquelerena
Joaquín, Rocío y Lía Machado
Pablo Bomio y Elizabeth Magallanes
Mauro Otiz y Diego Luna
Hugo Ortiz (solo)
Rafael y Malaquías
Martín Acosta y Aymar Rodriguez
Homero Sosa y Valeria Acosta
Horacio Bracco y yo en la Río Cahulawassee

Kayacs: Emilio Rodriguez y Alberto Méndez

El río es mi maestro, en él habitan los misterios que en ningún otro lugar nos pueden contar, no sé si me dará la vida para poder escucharlo, es la primera vez que navegaba el Santa Lucía chico, e inmediatamente entramos en comunión con él.

Al principio fue un lagunon: el suave viento al deslizarse perezoso, doblegaba suavemente las cúspides del monte indígena, en ondulaciones tan leves como rizos de laguna. Sobre esos colores y aromas silvestres, vagaban miles de pájaros, el ágil martín pescador, garzas, cormoranes.

Pronto el río se volvió angosto y comenzaron las correderas, para mi gusto, poca agua y muchas piedras, maniobras, esquives, alguna piedra del fondo que quedó pintada del color de mi canoa. Algún tramo que tuvimos que caminar cinchado con la canoa, alguna barranca en la margen derecha, y, más adelante, la cascada....la misma tiene aproximadamente de 1,50 a 2 metros de altura, y una inclinación de 45 a 50 grados, no es vertical, ideal para disfrutarla, salvo por el mismo detalle mencionado: poca agua, sólo se podía navegar por la margen derecha y tocando fondo; igualmente se sorteó sin problemas por todos los participantes. Más adelante, el río se volvió a angostar, volvimos a caminar, cuando un poco más adelante... rió angosto, 30 o 40 com. de profundidad, una curva a la derecha, corría mucho, y una ramas de sarandí: parecía sencillo, salvo que la corriente nos arrastra debajo de las ramas, cuando pasamos, clavé el remo en el fondo, pude sacar la proa y pasamos rozando las ramas, pero, detrás nuestro, volcaron 4 o 5 canoas; y bueno: a mojarse !! es parte de la aventura. Después, la desembocadura en el Santa Lucía, pasamos de bajo de unos cables de alta tensión, y unos kilómetros más adelante, la corredera de Paso del Sordo. A continuación el imponente puente ferroviario y cámping Otto Bitenbinder de 25 de agosto, donde pasamos debajo del puente peatonal, y 5 km. río abajo llegamos a Santa Lucía, donde debimos sortear el caño que cruza el río, donde, nosotros, desembarcamos y lo pasamos por el costado, otros lo pasaron por encima y algunos por debajo.

A desembarcar, un descanso, mateadas, y posteriormente cena en el restoran "Lo del Bocha", donde disfrutamos de ravioles con tuco, refrescos y ensalada de frutas. Volvimos al camping y a dormir.

Al otro día, temprano, desayuno, y nos trasladamos a una arenera junto al antiguo puente de Paso Pache, donde nos hicimos al agua para la segunda etapa de la travesía. Ahí se sumó Eduardo y Verónica y se quedaron Malaquías, María, el amigo de Carlos y las hijas de Joaquín, de tal manera se ubicaron que Daniel tuvo que navegar solo.

Al llegar al viejo puente de Paso Pache, la primera vez que navego por debajo, recordé vívidamente los tiempos de esplendor, donde lo transité varias veces cuando viajaba al norte, por la antigua ruta 5. Hoy, tras décadas de abandono y resistir estoicamente los embates del río, el viejo puente se ha rendido, algún día será sólo una sombra. El río se puede disfrutar, afrontar y hasta desafiar, pero nunca se puede vencer.

Inmediatamente, el río se angostó, por comodidad las canoas pasaban de a una, hasta que se ensanchó finalmente. Poco antes de la desembocadura del Santa Lucía Chico, una última corredera, donde volcaron Gerónimo y Miguel, y el mismo recorrido que en la víspera, sólo que el caño lo pasamos por encima y la canoa por debajo.

Almuerzo en "Lo del Bocha": asado con rusa y flan con dulce de leche. Despedidas, levantar campamento y pegamos la vuelta.

Asimismo, esta travesía rinde homenaje a quien fue uno de nuestros referentes: el Comodoro Ariel Pérez. Tal vez yo no sea el más calificado para ello, ya que me integré al club hace sólo dos años, pero, todos los que lo conocimos, tenemos algo que decir. Y recordé una vieja plegaria que dice:.

"No te acerques a mi tumba sollozando.
No estoy allí. No duermo ahí.
Búscame en el viento.
Búscame en la nieve, brillando.
Búscame en la luz del sol sobre el grano dorado"

Y es en el río, en los camalotes, en las correderas, en las noches de fogones donde encontraremos a Ariel. En el recuerdo de sus anécdotas, en su consejo, en cada golpe de remo, en cada recodo del río...

Mi querido río: gracias por lo que me enseñaste, tu naturaleza existe en una quietud inocente que es anterior al pensamiento; cuando la percibes y te unes a ella, es como si te hubiera estado esperando. Será hasta la próxima travesía, esa será otra historia, y por más que te han querido domesticar siempre para mí serás así: libre...salvaje...

Relato: Carlos Gougeon
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL