Nada para a la gente del Acal, ni el frío, ni el pronóstico de 2 días de mucha lluvia que los meteorólogos venían anunciando desde hacía una semana y lamentablemente para nosotros…esta vez no le erraron.

La excursión salió retrasada, debido a un despertador que se olvidó de sonar…nos encontramos en San Ramón a eso de 9 y 30 de la mañana del sábado, y por suerte, logramos entrar al agua antes de que comenzara la lluvia.

El equipo estaba formado por 11 integrantes: Daniel (primo), Filipini, Dora, Pablo, Rafael, Horacio, Eduardo, Alexandra, El Principe, Gino y quien escribe.

La navegación era ágil…con agua suficiente para contar con una pequeña corriente a favor, que hacía más fácil la remada.

Pasaron 3 horas de ejercitar más la lengua que los brazos, hasta que hicimos la primer parada táctica para hacer un “almuerzo compartido”.

Poco más de 30 minutos y de vuelta a lo nuestro…habíamos avanzado otro tanto de kilómetros cuando en una curva cerrada, una rama se nos atravesó en el camino :(

Todos los intentos de esquive, frenado, y nose q mas…fueron en vano…

En el momento en que la canoa está de costado, trancada contra las ramas y entrándole mucha agua, es inevitable pensar que el indeseado final se avecina…Se nos dio vuelta la canoa…

Hombre al agua…tarrinas flotando…objetos que se van con la corriente…gritos de agarra esto, agarra aquello…y toda la ropa que uno lleva termina mojada.

Yo quede parado encima de la rama…hasta que el primo vino al rescate. Luego de sacar todas las cosas del agua, volver a aprontar la canoa y cambiarnos de ropa por algo seco, seguimos río abajo con un solo remo, hasta que nos encontramos con Horacio y Eduardo que se adelantaron persiguiendo nuestro remo.

Costo un poco encontrar el lugar del campamento, la gente que sabía no daba con el lugar correcto…pero la espera valió la pena, porque el deseado lugar estaba muy bueno!

Había una mesa con bancos, mucha leña, buenas sombras, y muchos lugares para armar las carpas…

Luego de juntar leña, prender el fuego, poner toldos, armar las carpas, poner la ropa a secar y todas las tareas necesarias al momento de la acampada, llego el tan ansiado momento de sentarse junto al fuego con un amargo y algún quesito que se pica Filipini, para escuchar anécdotas de todo tipo y color, algunas verdades y otras tal vez no tanto…pero que son parte del folklore del campamentista.

Otra cosa que no puede faltar…una parrilla llena de carne…Horacio nos deleitó con sus manjares, distintos tipos de carne a los que le dio su “touch” para partirnos la boca.

Con la panza llena y el corazón contento, de a uno íbamos abandonando la ronda y de a poquito fue quedando menos gente en el fogón.

Lo de secar ropa fue tan solo una intención, que en algún momento dio lugar a la ilusión de tener una muda de ropa seca, porque con todo lo que llovió en la noche, lo poco que se había secado se volvió a mojar, por dos.

El desayuno lo comimos bajo agua, no paraba de llover, estábamos todos refugiados abajo de una lona y pisando barro, mucho barro.

Mate que va, mate que viene fuimos desarmando campamento y aprontando todo en las canoas para realizar el tramo final de la travesía.

Debido a que llovía, y el miedo a enfriarnos si parábamos a almorzar, decidimos hacer lo que quedaba de un tirón y comer cuando llegáramos a Paso Pache.

Que lindas que son las riveras de nuestros ríos, aún se mantienen desoladas y vírgenes, y solo alguna vaca que se arrima a tomar agua es testigo de nuestra presencia.

Ésta en particular, el Río Santa Lucía, con marcadas franjas de sus diferentes cauces, el normal y cuando esta crecido y enfurecido, dejando rastros de ellos a una altura que llega a sorprendernos…

Pequeñas paradas tácticas para reagruparnos y calentar el cuerpo con un tecito calentito de Dora y alguna parada para alguna foto para registrar el momento no impidieron la llegada al puente a la hora pactada con el transporte.

Que más decir de un fin de semana así…queda más que claro, que el ambiente de camaradería, buena onda y ganas de aventuras, puede más que la lluvia y el frío. Al punto que, al día siguiente, ya inmersos en nuestra rutina diaria, con los músculos cansados, empecemos a planear nuestro siguiente destino…

Relato: Nicolas Pereiro

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL