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Relatos Canotaje travesía


Río Santa Lucía - Nov/2016 (7ma. Familiar)


Bitacora:


Curso: Río Santa Lucía
Recorrido: Parador Tajes - Puerto Chiquitua y Vuelta
Distancia: 17 km
Estado del Cauce: Apenas crecido y sin corriente
Clima: Muy caluroso
Días: 2
Lugares / acampar: Excelente
Año: 2016
Fecha: 5/11/2016 al 6/11/2016
Departamento: Canelones
Recorrido en Google Earth RSLuciaChiquitua.kmz
Fotos:  

 

 

TRAVESÍA DE PADRES E HIJOS - 5 y 6 de noviembre 2016

RÍO SANTA LUCÍA - PUERTO CHIQUITÚA

 

portada

Prólogo de una relatora nostálgica

 

Año tras año se fueron sucediendo las travesías de padres e hijos por 6 veces, la número 7 era la señalada para dar el “sí vamos”. Y fue muy especial, además de por la magia de los niños, el fin de semana fue excelente en lo climático (cosa rara por estos tiempos), el nivel del río era ideal. Pero para nosotros tenía algo más, porque luego de casi 14 años de salir con el ACAL en travesías recreativas, ésta era nuestra primera salida con Camila y el regreso de la “Celeste” al río. Si bien los relatos siempre los escribe alguien nuevo, y a pesar de que estos relatos tuve el gusto de inaugurarlos con mi relato del río Uruguay en noviembre de 2005, en nuestro regreso al agua (parece la película de la sirenita), me encomendaron la tarea de escribir el relato. Asique acá va: relato de la séptima travesía de padres e hijos club ACAL.

 

Geraldine

 

 

La coordinación perfecta, bueno pan más pan menos… son detalles, nos encontramos una parte de los participantes 8:00 en la intersección de ruta 5 y ruta perimetral, para luego reunirnos todos en el parador Tajes.

 

Allí en una hermosa “ceremonia” en ronda, de 15 adultos y 12 niños, nos presentamos todos, y según la integración de las canoas, los participantes fuimos:

 

Alfredo con su hija Victoria y su nieto Mauro
Gerónimo con su hijo Felipe y Rony con su hijo Lucas
Fabián con su hijo Gerónimo y Martín con su hija Paula
Leo y Adriana con sus hijos Claudio y Giuliano
Daniel con Melissa y su pequeño Agustín
Gerardo (ACUA) con María y sus dos hijos Federico y Felipe
Fernando (Ures) con su hijo Danilo
Fernando y quien escribe Geraldine con Camila.

 

 

 

De a poco fue tomando color la cosa, bajada de canoas, remos, tarrinas, vehículos estacionados, acondicionamiento de vestuario de los canoeros, protectores solares y esos menesteres y en un rato ya estábamos en el agua.

 

El día ideal. El sol a pleno, el río manso, la primavera festejando a todo color con estos 27 remeros entusiasmados por compartir un fin de semana de naturaleza y deporte con amigos y familia. Para los niños una aventura sin igual. Se los notaba a todos ansiosos, con esas caritas llenas de sorpresa e inocencia. Si bien algunos tal vez más grandes o más experimentados, tenían bastante claro lo maravilloso que nos esperaba, otros, debutantes o muy pequeños para poder recuperar de sus memorias lo ya vivido en el río, miraban con asombro y preguntaban cada detalle.

 

 

 

Empezamos a remontar el río sin mayores inconvenientes. Una lancha a motor que trasladaba un grupo de acampantes nos pasaba para arriba y para abajo, pero sin alboroto. Y remo a remo fuimos alejándonos de la costa del parador, disfrutando de la soledad del río, aguas arriba.

 

Ambas márgenes empezaron a mostrar sus espléndidos verdes y algunas flores que el naciente noviembre nos regalaba.

 

En algunas canoas se empezaron a escuchar las primeras observaciones de los tripulantes menores: “yo quiero remar”; “tengo sed”; “¿hasta dónde vamos?”; “me estás mojando”; “¿Dónde vamos a dormir?”. Se veían remos chicos metiéndose en el agua, no muy claro quedaba en qué dirección se trasladaba el agua a su paso, pero eso era lo de menos…en esta ocasión.

 

Algunas canoas eran puro alboroto, tal vez por la cantidad de tripulantes, o por diferencias con el capitán, desde otras se oían canciones infantiles, cuentos o lindas y raras explicaciones de lo que se podía estar viendo. Lo cierto es que el río era una fiesta y nosotros estábamos ahí para festejarlo.

 

 

 

En la “celeste” se vivía además un día especial, el timonel estaba de cumpleaños, y eso nos obligaba a llevar un racimito de globos prendido de una tarrina, e interrumpir la remada cada tanto para permitir un: “feliz cumpleaños papi!!”

 

Llegamos a la boya que indica la salida a la derecha del ramal que nos conduce al Puerto Chiquitúa, nuestro destino. El río se hizo angosto, los árboles se nos iban acercando como si nos quisieran poner al corriente de las últimas novedades y los vientos que los habían sacudido. Nos mostraban sus secretos en el espejo de sus aguas.

 

Justo cuando el calor empezaba a apretar: ¡¡llegamos!!!

 

De a poco fuimos desembarcando, bajando pasajeros y equipaje a tierra firme y ya esparciéndonos como semillas entre el monte fue tomando forma el campamento del ACAL.

 

 

 

Nos arrimamos al lugar donde sería el fogón y como estaba a la sombra desenfundamos nuestros recipientes conteniendo almuerzos y refrigerios, de donde salió una gran variedad de alimentos que consumimos con gusto, ya hacía mucho rato que el desayuno había quedado atrás.

 

Con el pasar de los minutos y la panza llena, la rueda fue dispersándose, algunos a reposar, charlar, caminar, niños a jugar.

 

Me contaron que estaba tan lindo que hasta algunos (liderados por uno de nuestros organizadores: el súper héroe del agua) se tiraron a chapotear. Yo no sé porque mi carpa a pesar de estar un poco soleada estaba tan solita que me tuve que ir un rato a hacerle compañía y arrullarla en una siestita de dos horas…

 

 

 

Se organizó una expedición náutica, un poco discutida al principio sobre la existencia de una supuesta laguna a nuestra izquierda, cosas del campo vio! Recorrimos un buen trecho, algunos pasajeros cansados prefirieron hacerse una siesta aprovechando que contaban con el respaldo de sus madres, otros jugaron con agua, una que yo sé iba remando a toda popa con sus manitos una a la vez, jugando a “chocarle los 5” a los camalotes. De una canoa a puro niño y solo un Gerónimo adulto se percibía una cierta desconcentración, salpicaba el agua para todos lados, era pura risa y grito y la canoa iba de rama en rama, parecía un parque de diversiones. Bueno, eso visto de afuera, capaz que estaban en una investigación sobre flora autóctona, ¿quién sabe?! Lo cierto es que se lo estaban pasando genial!

 

 

 

Desde la canoa de Daniel, los temas técnicos de filmación de popa estaban teniendo algunos desajustes, pero creo que pudieron solucionarlos.

 

La canoa de ACUA como siempre filmando, pero con solo dos tripulantes el padre y su primogénito, que iba muy interesado adelante y arriba, bastante arriba. Iba en realidad a unos 50 cm de la línea de flotación… tenían problemas con la distribución de peso oí decir. Je.

 

Así avanzamos hasta donde se pudo y luego regresamos, con los pequeños navegantes un poco cansados pero listos para una buena merienda reparadora.

 

 

 

El matecito de la tarde estuvo sumamente disfrutable y entre mosquitos bosta y otras yerbas, fuimos juntando leña, armando el fogón y la cosa se ponía linda.

 

Los niños hicieron buenas migas y armaron sus comandos, unos apartados en la hamaca camuflada de Daniel y Melissa, otros armando grupetes de exploración del monte, y los más chiquitos alrededor del fogón volviéndonos locos con sus pasajes entre, sobre, desde, para, delante y el resto de las preposiciones…. el fuego. Estuve días para sacarme el ¡cuidado Guiliano, cuidado Federico, Ojo Agustín con la pelota al fuego!! Pero sin dudas sus ángeles de la guarda estaban atentos porque salvo algún rasguño nadie salió lastimado.

 

 

 

Pauli batió todos los record en cambiada de zapatos, pero dicen las malas lenguas que a muchos nos pasó lo mismo que a ella, solo que no contábamos con el guardarropas que llevaba su padre y nos tuvimos que arreglar con un palito y pastito para acomodar el chiquero.

 

Al fin llegó la hora de los juegos!! Aunque muchos clamaban por “el abuelo” que a esta travesía no se prendió, la cosa estaba muy organizada. Primero cinchada de cuerda… que tuvo un final un poco conflictivo porque era de chiquitos contra grandes, y estos últimos eran solo dos y niños al fin, los más pequeños tuvieron “ayuda”, (mucha) y claro todos queremos ganar!! Después de un rato pasó el enojo y siguieron los juegos.

 

Segundo: búsqueda del tesoro, daba mucho gusto verlos ir de acá para allá guiados por algunos grandes organizadores y organizadoras sobre todo, que les ponían color en cada pista. Algunos no entendían mucho de que se trataba pero seguían a la multitud que iba de acá para allá detrás de algo… ¿? Llegó la prenda de cantar una canción, con la designación de un representante del grupo menudo que recibiría la última pista por la vieja y querida fórmula del palito más largo. De este modo todos los participantes se ganaron unas geniales linternas llaveros que les abrieron el mágico mundo de la expedición nocturna. ¡Toda una aventura sin las hay!! La hazaña de esos pequeños exploradores, de recorrer el monte oscuro (con custodia) munidos de sus flamantes linternas, nos mostró a los complacidos padres que vamos por buen camino y que estas travesías y campamentos a monte tienen lindo futuro.

 

 

 

Pintó una linda cena, menú infantil de hamburguesas para algunos… choricitos, carnecita y tomate para otros, menú vegetariano para unos pocos elegidos. Hubo riego variado con agua, jugos, cerveza, vino y hasta whisky que tal como se había prometido en el grupo de whatsapp lo ponía el cumpleañero. Hasta velitas para el “que los cumplas feliz” tuvo el homenajeado, eso sí, sobre una tortuga porque la torta de cumpleaños no estaba disponible en versión travesía.

 

Las tertulias de fogón tuvieron distinto grado de duración y estado etílico. Desde los que se tuvieron que ir temprano con sus pichones, hasta los que se quedaron de gran charla hasta muy tarde. Lo cierto es que la noche estaba espléndida, mil estrellas fascinaron a los niños que buscaban estrellas fugaces iluminando con sus linternas hacia el cielo.

 

 

 

La noche fue apacible, sin contar una pequeña interrupción de la carpa de uno de los organizadores, desde donde Agustín pedía algo a gritos que sus padres se ve que no le estaban dando…

 

Así descansamos divinamente, hasta tanto los cantos del monte nos fueron despertando de a poco y nos fuimos arrimando al fogón para ver como ya se había organizado la colectividad de pequeños tortafriteros dando todo tipo de forma y tamaño a la masa preparada por las madres líderes del grupo. Lo de comerse luego la torta frita diseñada no parecía ser los más importante para todos los cocineros, asique algunas quedaron para otro momento.

 

 

 

El sol empezaba a contar que iba a calentar bastante ese domingo 6, asique sacudida la modorra del descanso y concluido el desayuno, volvimos al agua para realizar otra navegación exploratoria, esta vez en dirección a la desembocadura del río pero tomando antes hacia el otro lado.

 

Los espejos en el agua eran postales para guardar por muchos días en nuestra memoria.

 

 

 

Algunos canoeros volvieron a dormirse acurrucados por sus madres, otros se lanzaron al agua a refrescarse y todos pasamos un hermoso momento de remo, ¡porque a remar vinimos!!

 

Ya de regreso: almuerzo, descanso y recuperar fuerzas para la última etapa

 

Hubo más baños y chapoteos en las aguas (un poco frías) del Río Santa Lucía. Algunos intrépidos niños se zambullían desde el muelle y otros a los que se les vienen manifestando los genes de súper héroes del agua, se largaban solos ante los gritos de su madre de: “no los dejes solos en el agua!!!”

 

 

 

Y así como sin darnos cuenta se nos pasó el tiempo. En el ritual de desarmada de campamento, se pudo degustar alguna preparación casera, como la famosa y nunca bien ponderada torta de naranja que causara furor en los regresos de camión desde muchos años atrás (je modestia aparte). También hubo otras versiones de torta de naranja y otras delicias, que compartimos con gusto y ánimo para volver al agua y desremar lo recorrido. Desremar dije, porque supongo que si se desanda el camino a pie se desrema el camino en canoa… y sino lo invento ahora. Desremamos el camino hasta regresar al punto de partida. Ahora ya no tan calmo y disfrutable, llegamos en un oleaje de motos náuticas que desprendían algún que otro grito de sorpresa y algún “que divertido!! Quiero de nuevo” de los inocentes/inconscientes niños.

 

 

 

La llegada como siempre al Tajes y más en un domingo tan espléndido como ese, mucha gente en la zona de embarcaderos, hubo que “tocar bocina” para advertir a los bañistas que llegaban canoas y armarse de paciencia para estos casos.

 

Bajamos todo, se fueron ubicando las canoas en sus lugares de traslado. Con gran asombro vi como Leo sacaba de un gran charco a sus dos niños dormidos del fondo de la canoa, que extenuados habían preferido disfrutar de una siestita reparadora en lugar de remar el regreso sin importarles la humedad de sus lechos.

 

Y llegó el final, que si bien tiene una parte melancólica, nos fuimos todos con esa cosa rara de explicar en un relato, esa especie de complicidad y familiaridad que se logra en dos días con personas que muchas veces acabamos de conocer y parece que compartimos miles de momentos juntos.

 

Una travesía inolvidable y espero que la primera de muchísimas junto a nuestros pequeños ACALITOS!!

 

 

Relato: Geraldine Sanjurjo
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Río Santa Lucía 7ma. - Travesía Familiar - Nov 2016


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