Los integrantes de la travesía fueron Leo, Alejandro, Homero, Fernando, Martín, Dora, Serrana, Maria, Príncipe y Pucho, lo que aseguraba altas capacidades técnicas en materia de asados, guisos, vinos, avistamientos, navegación, ecología, planes de inversión y otras yerbas. Arrancamos el sábado de mañana un poco tarde, aunque fuimos citados a las 4hs30, el tiempo pintaba frío y poco sol como caracterizó a la primavera de este año. Fuimos en camión cómodamente sentados, degustando diversos beberajes y comidas ofrecidas por los integrantes del grupo, además de anécdotas y bromas de todo tipo y color.
Bajamos al San Juan en la ruta 22, en un paraje que no ofreció grandes dificultades para poner las canoas en el agua. La idea era hacer el primer tramo sin carga, hasta la ruta 21 donde nos encontrábamos de nuevo con el camión de Mauricio. La planificación fue buena viendo lo que nos esperaba. El río era cerrado, muchos árboles caídos se cruzaban, había corriente y en muchos lugares costaba hacer pie, aunque en general se podía. La jornada fue cansadora porque cada tanto había que bajarse y subir las canoas por encima de los troncos, inventando caminos y pasajes donde no los había. Teníamos machetes y trozadores, pero el tamaño de los troncos desalentaba cualquier iniciativa de cortarlos. En un momento una parte del grupo tomó una vía del río y dos de sus integrantes otra, pero a través de chiflidos y gritos nos fuimos encontrando.
Lo peor fue el frío que pasamos debido a la temperatura casi invernal pero sobre todo al tiempo que pasamos en el agua cargando canoas. Al final, bastante cansados, llegamos a la altura de la ruta 21 donde nos esperaba Mauricio con toda la carga. La subida fue complicada, pero al fin logramos llegar a un terreno no muy lindo pero potable para hacer el campamento. Fuego, mate, ropa seca y refuerzos de queso y dulce fueron las medicinas utilizadas para volver a sentirnos cómodos y a gusto con la aventura. El chef Leo preparó una excelentes colitas acompañadas de chorizos frizzados especialmente por el Príncipe. Temprano al sobre, porque el cansancio era grande, terminó la primer jornada.
Al día siguiente, hicimos una cadena humana para bajar todas las tarrinas y equipamientos a las canoas, lo que nos llevó un buen rato. Este segundo tramo del río era lo opuesto al anterior. Solo lagunones tranquilos en los que se podía remar con tranquilidad. El tiempo seguía un poco frío pero se llevaba bien. Al rato de navegar paramos para descansar en una pequeña playa delante de un lugar muy lindo para acampar, que el incierto destino haría que realmente termináramos acampando ahí, aunque en el momento no lo sabíamos. Después de remar otro rato paramos a comer la carne fría del día anterior en una casa abandonada al lado del río, para luego continuar rumbo al Río de la Plata. La discusión era si había poco o mucho viento para hacerlo, si subíamos o bajábamos, donde acampábamos. La misma la zanjó un oficial de prefectura que se acercó a nosotros en un gomón, cuando llegábamos al Río de la Plata a la altura de Anchorena, y nos dijo, de manera educada pero firme, que el Presidente de la República había prohibido la navegación en esa parte, por lo que o dábamos marcha atrás o nos metían en cana.
La única solución que nos daba era retornar al punto de partida en la ruta 21. Ante esta situación, se conformó una delegación plenipotenciaria para negociar con los dueños de un club que estaba un poco antes de la desembocadura, la posibilidad de que dejaran entrar al camión para recogernos. Los dignos representantes, uno ataviado con una capelina verde al tono y otro con un zapato en un pie y el otro descalzo, iniciaron las febriles negociaciones bilaterales que terminaron con la prohibición absoluta de salir por el club y de acampar a varias leguas a la redonda.
Derrotados pero con la frente alta, a Dora se le ocurrió la luminosa idea de volver y acampar en la playita que habíamos estado más temprano. Llegamos a la misma a las 5 de la tarde, disfrutamos de la puesta del sol y de una bella luna que apareció más tarde. Degustamos un guiso espectacular dirigido por Dora con la fuerte participación del reducido pero potente equipo femenino y participamos de un hermoso fogón, más descansados que el día anterior.
El lunes arrancamos a eso de las 10, luego del acostumbrado desayuno, mate y discusiones de alto vuelo. Llegamos rápido al puente de la ruta 21, donde de nuevo estuvimos un buen rato bajando las tarrinas y arrastrando las canoas hasta el camión de Mauricio. De ahí, en tren de paseo, nos fuimos por tierra a Brisas del Plata (adonde pretendíamos llegar por agua), nos bañamos en el río, comimos en un camping con una hermosa vista y retornamos a media tarde a Montevideo.
Relato: Francisco Pucci
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL
