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Río Queguay - Mar/2012 (Estancia de Henderson - Salto Grande)


Bitacora:


Curso: Río Queguay
Recorrido: Estancia de Henderson - Salto Grande
Distancia: 54 km
Estado del Cauce: Optimo, sin crecida aparente y en el salto poco agua
Clima: Soleado y muy caluroso
Días: 5
Lugares / acampar: Pocos pero excelentes, buen monte, buena leña
Año: 2012
Fecha: 31/03/2012 al 04/04/2012
Departamento: Paysandú
Recorrido en Google Earth Queguay-Henderson-R3.kmz
Fotos: www.panoramio.com

 

 

TRAVESÍA POR EL RÍO QUEGUAY GRANDE

 

solima_historia

 

 

La travesía por el río Queguay en Paysandú, comenzó cuando, dejando atrás el cruce de la ruta 3 con la 26, y luego de recorrer 15 Km por camino de tierra, llegamos a la estancia de Henderson para allí embarcar rumbo a la estancia de Quico Gaba a unos 60 km de allí.


Participantes: Ma. Selva, Pita, Adriana, Rafael, Filipini, Daniel Introini, Hugo, Mariela, Carlos Humberto (Príncipe), William, Alejandro, Adrián, Pucho, Pablo y yo.

 

El río Queguay (en este tramo) tiene pocas costas de arena. Hay monte nativo bien tupido con muchas cañaditas, como sangradores, que se vuelcan al río en forma de cascaditas, las que acompañan con su sonido al que pasa cerca. Muchísimos sarandíes, salpicados por sauces, coronillas y todos esos árboles bajos y pinchudos propios de nuestros campos, líquenes, hongos, macachines desperdigados, telas de araña que se extienden de una rama a otra de los árboles o al ras del piso sujetas por los pastos. Estas quedan mucho más al descubierto con el rocío de la mañana.


En las riberas, muchos árboles están caídos y a punto de caerse, producto de la erosión que hace el agua del río al crecer y arrastrar tierra y vegetación. Producto de esto, se pueden ver raíces expuestas al sol, así también árboles sin hojas, amontonados en recodos del río, formando “paredes” al entrelazarse sus ramas.


Como fauna, no vi mucha: algunos Martín pescador, garzas moras, una gallineta y varios carpinchos, los que se escuchaban, más que verse, en las tardecitas- noches. A veces se podía llegar a ver la sombra de su cabecita nadando. En las orillas con arena, se pueden ver huellas de jabalíes, carpinchos y garzas. A veces hay que ver donde se pone el pie, pues se pueden pisar los desechos orgánicos de estos animalitos (vulgarmente llamada caca).


La entrada a los campos de Henderson fue un tanto azarosa. No sabíamos como entrar al río, y el hombre no sabía que íbamos a llegar, o no se acordaba. La “cintura” de Hugo pudo más y al hablar por teléfono con él, lejos de amedrentarse, se presentó y explicó a qué veníamos, mejorando la situación. Como agradecimiento, un pequeño obsequio, y nos llevó personalmente hasta una playita de arena donde cargamos tarrinas, aguas, sillas plegables y pertenencias. En la orilla se terminaba la arena y pasaba abruptamente al barro en el que se hundían las piernas de los futuros navegantes hasta las rodillas.


Yo no tenía nada de calzado propicio, excepto ojotas. Por eso me había comprado en T. Inglesa (Henderson) unas chinitas, las que… quedaron olvidadas en la arena de la playita de los campos de Henderson (todo vuelve a su dueño, ¿no?)

 

 

Primer campamento - Poco amigable. Orilla con mucho, mucho barro, donde nuevamente nuestras piernas se hundieron hasta la rodilla. En el lugar que atracamos con Pablo (mi hijo), tuvimos que atar una cuerda a un árbol, pues la orilla estaba separada del pasto por terraplén vertical de casi un metro, el que obligó a agarrarse de la cuerda con una mano y subir las cosas con la otra. A 5 metros de allí, se niveló el terreno de pasto. Pucho, Rafa y Príncipe asaron 16 colitas de cuadril las que comimos pocos, ya que muchos, cansados, se durmieron temprano.


El primer día de canotaje hicimos 20 km, el río facilitó esta distancia al tener en este tramo muchas correderas.


El mediodía del segundo día lo pasamos en una playita de arena, donde había muchos sauces llorones que largaban cantidad de “copos” blancos. Me dijeron que eran producto de sus flores. Comimos la carne fría de la noche anterior que Filipini se encargó de cortar en forma de delgadísimos churrascos que comimos con pan, riquísimos. Es necesario decir que este señor se encargaba todas las mañanas de cortar el pan, que tostado en la parrilla y acompañado con queso y dulce de membrillo, nos hizo disfrutar a todos de ricos desayunos. Tres calderas troperas nos esperaban para complementar esto con buenos mates, café con leche etc.

 

 

 

Segundo Campamento - El segundo día, buscando lugar para acampar, a las 14 hs. más o menos, nos encontramos con un rápido bastante fuerte. Las dos canoas que iban adelante del grupo, sortearon el escollo por el lugar de más corriente, pero la tercera… la de Mariela y Hugo, al querer pasar por el mismo lugar, golpeó de frente contra un tronco que al ladearse golpeó con una rama del mismo, perforando el costado en dos lugares. Al volcarse la canoa, cayeron al agua: carpa, sillas plegables, bidones con agua y, lo más grave!!: 8 botellas de vino! El resto de las canoas pasó por el costado derecho, menos peligroso. Rafael y Pablo ayudaron a sacar de la canoa averiada lo que quedó adentro. Atracamos en una playita cercana y la destreza y capacidad de nuestro amigo Filipini pudo más que cualquier rotura. Fondos de plástico de envases de helado Crufi, tela asfáltica autoadhesiva, cinta pato y un palito que supliría el borde faltante de la canoa, y quedó como nueva. Por precaución, a la canoa se la dejó con poco peso y la manejó Alberto con remo doble.


Luego de varias dudas, atracamos unas cuadras abajo, donde hubo que cargar las tarrinas en forma de “cadena” o “pase de mano” por una zona escarpada y rocosa hasta un campo seco y abierto, lindo lugar.

 

 

Tercer campamento - Llegamos a este lugar que pareció ser una vieja cantera de piedra, a juzgar por montículos de cantos rodados, restos de construcción y una tarima de hormigón desde donde se ve el río en toda su magnitud. Su costa era de arena, la que aprovecharon mucho Selva y Alberto, tirando una “líneas” y saliendo río arriba y abajo a los efectos de sacar un lindo “ejemplar”, que aunque se usó de carnada alguna colita de cuadril, ya media inaccesible al paladar humano, lamentablemente no se dio, pero igual hubo diversión. De todas formas, los peces disfrutaron de un rico platillo, ya que se guardó una de las colitas, pero otras cuatro fueron a parar al río.


De noche Pita hizo un guiso con chorizo colorado y panceta, riquísimo. En realidad, hicimos, ya que varios ayudamos cortando chorizos, zapallo y boniatos.

 

 

Cuarto y último campamento - Cruzamos un puente, el correspondiente a la ruta 3 y metros más abajo, por causa de un aliviadero, hubo que cargar las canoas una a una, para botarlas aguas abajo. Nuevamente el grupo mancomunado, salvó el escollo. Creo que el viaje valió para conocer este bellísimo lugar: la cascada de los campos de Quico Gaba. El río limita dos campos con distintos dueños. Si bien la intención primera fue acampar en el campo del vecino de Quico, desistimos en nuestra intención al encontrarnos con un cartel que versaba: “prohibido acampar y cazar o será cazado”.


De todas formas todo el grupo se sacó fotos bañándose en una piscina natural hecha, a través del tiempo por la caída del agua.


A efectos de explorar los campos de Gaba, y lugar donde bajar, el primer adelantado fue Pita el que cruzó el río en seguida de la caída. Nuevamente el barro cubrió muchos miembros inferiores, al punto que se colocaron troncos para pararse en ellos. De allí, subir bultos unas tres cuadras hasta el lugar donde acamparíamos. Las canoas quedaron a mitad de camino, en un claro del sendero.


El fogón se hizo en una altura, donde se veía la cascada y con fácil acceso al agua, ya que siempre se cocinó con agua de río. Nos bañamos, nos zambullimos y flotamos en ese maravilloso río, disfrutando de un hermoso sol, aunque en tierras cercanas (Tacuarembó) estuviera lloviendo. Cenamos guiso con el agregado de lentejas y unas ricas pizas a la parrilla hechas por Selva junto con Mariela.


Además de la linda crucera que fotografió Rafa, no hubo otros encuentros desagradables.


La vuelta fue un tanto azarosa, pues en el camión del club cargamos las canoas en un lugar y tarrinas en otro. Ya en ruta, y luego de refrescar gargantas con cerveza, se rompió el guardabarros trasero, al que estaba unido el tráiler con canoas. Gracias a la potente llave que nos facilitó un gaucho de un campo (hay foto), se pudo aflojar la bocha con tuerca y colocarla en el chasis. Llegamos a la Acal en la madrugada del jueves 5 cansados y felices.

 

Relato: Fernando Gonzalez
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Río Queguay - Canotaje Travesía - Mar 2012


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