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Río Cuareim - Mar/2015


Bitacora:


Curso: Río Cuareim
Recorrido: Arroyo de la Invernada – Ciudad de Artigas
Distancia: 104 km
Estado del Cauce: Muy bajo
Clima: Caluroso a fresco
Días: 5
Lugares / acampar: Buenos
Año: 2015
Fecha: 28/03/2015 al 2/04/2015
Departamento: Artigas
Recorrido en Google Earth Cuareim.kmz

 

 

Travesía por Arroyo Invernada - Río Cuareim

 

portada

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hemos en Turismo 2015

En una buena movida para aprovechar el tiempo dado que esta fue la travesía más alejada dentro del Uruguay que hemos encarado, salimos a las 0:30 hs del sábado rumbo a Artigas en un bus directo. Enseguida caímos presos del sueño, acurrucados en los asientos y tiritando por el congelante ambiente que el aire acondicionado nos impartía. Recién sobre las 6 o 6 y media de la mañana nos despertó de repente, el bamboleo violento del coche, al atravesar el paisaje lunar de la destrozada ruta 30, luego de pasar el repecho de pena. A unos 35, a 40 km/h, nos fuimos acercando a Artigas, cuando las primeras luces de la mañana nos mostraban los desiertos paisajes de campo lleno de ñandúes y cada tanto algún ganado vacuno.

 

 

 

En Artigas, tiempo de sobra para fotos, vueltas a la manzana, recorrido por algún freeshop, visita rápida a Quaraí que incluyó almuerzo copado con baurú (Xis) + cervecitas bien frías, y después para completar el medio día, una huida apresurada de un grupo de gitanos que nos tomó como objetivo. En la tarde, una siesta prolongada que interrumpió la delegación de Paysandú al momento de sumarse a nosotros en el hospedaje del gimnasio municipal.


La gente espectacular, y disfrutable cada minuto de ese día, pero ya se sentía la desesperación por estar en el agua!

 

 

Después de una cena dormimos como angelitos enlatados, y fuimos violentamente despertados a las CUATRO Y CUARTO DE LA MAÑANA!, pero todo bien… cargamos todo en la camioneta, y nos quedamos dormidos hasta que nos volvieron a buscar. Ahí empezó la travesía …! … se cargaron los pertrechos en un camioncito, algunas canoas en un tráiler, y nosotros a un ómnibus, un CAIO, de los de CUTCSA viejos. Primero, ruta 30, después, un poco más cross al tomar un camino de tierra y piedras, y finalmente campo traviesa, atravesando porteras, corriendo entre los ñandúes, e incluso formando parte de una manada de novillos medio cruzados con cebú.

 

 

Cuando llegamos al monte, todos nos amontonamos sobre las puertas del ómnibus, pero sorpresa… aquí no terminaba la aventura, ahí arranco el “omnibusing”, porque con violentas aceleradas, empezamos a atravesar el tramo estrecho de camino que restaba hasta casi casi estar pisando el agua. Luego de quebrar ramas, y arar en el barro, tocamos tierra (incluso si no hubiera sido por el barro, creo que daba para besar el piso, pero eso ya es un tema de interpretación).

 

 

Acomodamos las canoas y nos aprontamos (las canoas, no los kayaks desarmables, esos demoraron un rato más en estar listos para arrancar), y recién aquí, arranca la aventura del primer día, que fue bastante atípico. De algo tan atípico estamos hablando, que tomamos la decisión de desplegar en este relato, diferentes branches o hilos o cabos (en términos náuticos) de continuidad para la descripción, basados en los varios caminos que se abrieron entre los que participamos. A seguir, se enumeran estos cabos para atar de los días de travesía:

 


Día 1:

 

Cabo de “los que se pasaron de largo porque Fabio guardó el kayak que marcaba la llegada”:


Veníamos en el grupo de adelante con Mauricio y cuatro canoas más que pensábamos era de gente que ya había hecho el río varias veces y conocía el campamento. Grave error. Cuando quisimos darnos cuenta ya era de noche y no habíamos encontrado el campamento. En un momento vimos un grupo que acampaba, pero resultó que no eran los nuestros. De todas maneras, después de vueltas y llamadas por celular que no tuvieron suerte, decidimos volver para atrás. Íbamos alumbrados con una linterna que llevaba la canoa de adelante. Remamos unos veinte minutos y al fin vimos todas las canoas sobre la orilla del río. El problema fue que él que iba primero en un kayak que lo identificábamos bien, en lugar de dejarlo en la orilla, lo subió y nos dejó con las ruedas para arriba.

 

Cabo de “los que llegamos tarde, hicimos aguante, pero se nos hizo la noche y logramos encontrar el camino por casualidad”


Los primeros 6 km, se debían hacer recorriendo el arroyo Invernada, afluente del Cuareim, y fue torturante porque el agua era escasa y el esfuerzo era tremendo. Habíamos arrancado bastante tarde (sobre las 11 am) porque esperamos hasta que se completó el armado de los kayaks de lona. Sobre las 14:30, llegamos a la desembocadura del Invernada, donde nos estaban esperando para almorzar, y recién a las 15 llegaron los más rezagados, habiendo completado los primeros 6 km de un total de 30 para el primer día. Estos hechos aportaban más que lo necesario para entender que el día no nos alcanzaría para llegar al campamento designado.

 

Cabo de “los que rescataron (gente y animales), los que fueron rescatados, pasaron un sarandisal en noche oscura, y llegaron pasada la media noche”


Avanzábamos lento pues nos íbamos ayudando a pasar las canoas y kayaks en donde había poco agua, o en algún rápido donde los kayak son difíciles de maniobrar por las rocas y ramas ya que se le hace muy difícil a alguien sólo desde el medio de la embarcación controlar la proa y la popa. Se va dando una rotación en cuanto a las mutuas ayudas dependiendo de la “energía“ y situaciones…en eso estábamos de a ratos Pablo y Eliana, Filipi y Carlos, Gunter, Eric y de la organización Daniel y Fernando. En un momento paramos con Eyal a esperar los kayaks en un punto en el que iban a tener dificultad. Eyal se durmió completamente durante unos minutos y yo agarre unos sobrecitos de té que tenía en la tarrina y me los metí adentro en la botita de neopreno como un suplemento a la suela  porque ya estaba con los pies a la miseria de tanto pisar rocas. Más avanzado en el río paramos en una playita, y al subir la canoa reculando, Eyal me alerta de una víbora al lado mío. Le sacamos algunas fotos y nos corrimos unos metros. Al rato llega Daniel y nos confirma que es una crucera. Ahí Daniel nos propone llevar los kayaks de tiro y a los kayakistas, uno en cada canoa. Ellos son muy duros  y con mucho amor propio,  pero extenuados  y contemplando unas insipientes gotas de lluvia sobre la superficie del río, aceptan la idea. Más adelante ya casi sin luz vemos un perro en una diminuta isla como un náufrago. Tiene mucho olor a zorrillo pero Eyal insiste en subirlo a la canoa y ya somos cuatro! Eric lo abraza para darle calor ya que tiembla de frio sin parar. Un lagunón que es un respiro y un disfrute por los colores del cielo, la tranquilidad y los sonidos del atardecer. Unas cuadras río abajo, ya en penumbras nos encontramos con unos cazadores que, agradecidos, nos reclaman su perro. Llevamos una linterna cada canoa que aportan algo ya que la luna asoma de a ratos. Luego vemos un fogón en la orilla. Es Filipi y Carlos que se aprontan a pasar la noche con lo que llevan puesto prácticamente. También nosotros evaluamos qué hacer pero decidimos seguir y les ofrecemos si quieren seguir con nosotros, pero no. Seguimos a ritmo lento, agudizando los sentidos. En una curva la corriente nos lleva bajo unos sarandíes y me tiro de la canoa para que no se vuelque. Maldigo por dentro la mojadura y el frio pero luego me alegro cuando Daniel me dice que en la penumbra vio una mancha que venía con la corriente: ¡era mi gorro! Ni cuente me había dado que lo había perdido en la zambullida. Un poco más abajo otro fogón. Son Punchi y Sebastián que sí deciden unírsenos para buscar el campamento. Algunas correderas complicadas aun caminándolas ya que el kayak  de tiro nos complica pues la corriente lo empuja sobre nosotros a veces, o las ramas o rocas lo frenan, mas lagunones, mas levantar canoas y kayaks para caminar sobre piedras,  pero al fin pasada la media noche llegamos!

 

Cabo de “los que fueron sensatos, y pasaron la noche en el monte, sin llegar a la protección del campamento”

 

En mi viejo chaleco salvavidas, veterano ya de muchos soles, se lee la frase “hasta el último río”. Más allá de ser una ficción, el río Cuareim es nuestro último río o el primero, depende como se mire. Lo cierto, es que es un sueño a cumplir por cualquiera de los que nos gusta el canotaje, y para mí un desafío y una oportunidad que no pude desperdiciar. Como se verá más adelante en el relato, colmó nuestras expectativas y mucho más. Convirtiéndose en una gran aventura: el río más difícil y el más hermoso que he navegado, pero, principio tienen los relatos.


Luego de las reuniones habituales en el ACAL, siendo una travesía organizada por el grupo Eco-Aventura del Cuareim, el sábado 28 de marzo, a las 00.30,  viajó el grupo en ómnibus hacia Artigas, excepto Filipi y yo que viajamos en la camioneta del primero, trasladando las canoas en el tráiler.-


Las tripulaciones se distribuyeron de la siguiente manera: Príncipe y Pucho en la FER, Rafael y Eyal en la Melchora Toonook, Pablo y Eliana en la S/N, Gunter, Erik y Ures en Kayak, Gino e Hijo en la Martineta y Filipi y yo en la Tacuarita.


Aproximadamente, luego de un largo viaje y trajinar un tramo de la ruta 30 en mal estado, dejamos el tráiler con las canoas en una estación de servicio del Pueblo Masoller, y próximo a la hora 10.00 del 28, llegamos a la ciudad de Artigas.     


Una vez en la ciudad, y gracias a la memoria de Ismael, logramos ubicar el domicilio de Daniel Madeira, uno de los organizadores, donde se nos brindó una cordial bienvenida, conocimos a los demás organizadores y pudimos observar gran movimiento de vehículos y el trajín propio de los pormenores de la travesía. Inmediatamente, dispusieron de un automóvil más la camioneta para trasladar el resto del grupo de la Terminal de Ómnibus hasta el Gimnasio Municipal, junto al puente internacional, donde nos alojaríamos esa noche.


El resto del día, cada uno lo aprovechó para conocer la ciudad de Artigas y cruzar hasta Quaraí, del lado brasilero.-


El 29, a las 04.30, nos despertó Filipi, para que nos preparemos ya con la indumentaria de travesía, el equipaje se embarcó en un camión de la Intendencia de Artigas y nosotros nos acomodamos en un ómnibus, tipo transporte urbano de Montevideo, donde recorrimos parte de la ruta 30, camino vecinal hacia Sepulturas, senda y por último, campo traviesa, pasando en medio de una tropilla de novillos y varias porteras hasta el arroyo La Invernada.


Ahí verdaderamente comenzó la aventura: primera sorpresa, el arroyo estaba muy bajo, carente de agua, y había que armar los kayaks de Gunter y Erik.  Dichas embarcaciones constan de un armazón de metal, que comprende varias varillas, que se ensamblan unas con otras y conforman el “esqueleto”, y una cubierta de lona impermeable. Claro, el armado no es fácil, le llevó a Gunter un gran esfuerzo, traspiración, etc. etc., aproximadamente una hora y media, amén de querer cargar un sobre de dormir y otras vituallas, siendo finalmente convencido que lo despache en el camión. Rafael, Eyal, Ismael y yo, además de una canoa de la organización nos quedamos a acompañarlos.


Esa pérdida de tiempo nos costó algunos inconvenientes, teniendo en cuenta que la primera etapa era de 30 kilómetros, como explicaré a continuación. El Arroyo La Invernada, así como el Río Cuareim tienen fondo de piedra. Al carecer de agua, pasando la primera curva (que es peligrosa con río crecido) no tuvimos dificultades. Pero después: a sufrir!! Tuvimos  que cargar la canoa cerca de 30 metros, navegábamos un poco y a cinchar!! y la Tacuarita es muy pesada. En ese trajín pasamos horas, sólo nos reconfortaba el hermoso paisaje agreste de cerros, una maravilla!!  Las correderas eran impasables, la canoa no flotaba, subimos y bajamos no sé cuántas veces,  los pies nos dolían. Cuando llegamos al Cuareim, la situación cambió poco: correderas impasables, algún lagunón, y más y más piedras. Al mediodía almorzamos pan con mortadela y queso, provisto por la organización, sólo habíamos recorrido 6 kilómetros, y a remar.


A medida que pasaba el tiempo,  comenzó a gestarse una duda: si nos darían las horas de luz para llegar al primer campamento. Es muy difícil navegar de noche en esas condiciones. Y así fue, el sol se puso, cada vez se veía menos, hasta que, al llegar al principio de una corredera, que, aparentemente se podía pasar, yo, que iba de proel, no pude ver el final de la misma. Vi la silueta de algunos árboles, pero no pude percibir el final de la corredera: si doblaba a la derecha o la izquierda, si había troncos que volcaran la canoa u otro obstáculo. Antes de pasar nos detuvimos, y le sugerí a Ismael dejar de navegar y acampar. A nuestra derecha vimos una playita de piedra de aprox. 5 metros cuadrados, sacamos la canoa del agua, encendimos fuego con un encendedor que yo poseía (por suerte había leña), ayudados con una linterna de Ismael,  nos dispusimos a pasar la noche, sin comida y prácticamente sin ropas. Al rato, ya noche cerrada, vimos luces: llegaron Rafael, Eyal, Gunter y Erik con la canoa de la organización. Se calentaron un poco al fuego y, luego de cabildeos, decidieron seguir viaje, dejándonos un poco de comida. El resto de la noche: Ismael traía una tarrina chica con un abrigo, pasó la noche sentado en la misma. Yo tenía solamente mis botas de agua, las bermudas, una remera y mi chaleco salvavidas, por tanto, sequé mi ropa al fuego, me acosté sobre mi chaleco, y, de tanto en tanto, avivábamos el fuego ya que refrescó. 

 

Cabo de los que “NO se pasaron”


Con Gino viendo la enorme demora que había y que el hijo de él hacía rato que se había ido, decidimos empezar a meter remo, pues quedaban pocas horas de luz y muchos kilómetros. No paramos a comer donde nos estaban esperando y luego nos enteramos que al rato los últimos habían pasado bien, por lo cual quedamos tranquilos. Se hizo la noche en el río, pero al tiempo y bien calculando sentí la bomba de lejos trabajando por lo cual me di cuenta que estábamos llegando. Le dije a Gino que teníamos que ir despacio pues aun de día es fácil pasar de largo de un campamento, máxime porque no había ni luz de luna. Se veía muy poco pero al menos yo estaba totalmente tranquilo y me oriento bien en la oscuridad porque ya he estado muchas veces en situaciones similares. Al tiempo veo una luz arriba entre las hojas seguramente de una linterna, un destello, y al poco tiempo una entrada sospechosa, que no podía ser otra cosa que la bajada del campamento. Máxime porque no había casi bajadas en ese sector, y había más escondido una canoa, con lo cual tenía la certeza de estar en el lugar correcto. Subo y esperaba encontrar el sitio lleno de carpas y gente, pero cuando llego y pregunto por todos no entendía bien la respuesta. Gino no se convencía y se preocupó por no ver a su hijo. Yo le dije con toda seguridad que en este río así como estaba no pasaba nada, a lo máximo un poco de incomodidad, que seguro se habían pasado del lugar. El tema era que pensando que éramos los últimos en llegar, terminamos siendo los primeros.

 

 

Día 2:


Cabo de “los que zarpamos”


Similar al día anterior, pero menos sufrido... 1 corredera… La corredera con agua, 7 correderas sin agua, varios lagunonones, y vistas absolutamente espectaculares de vegetación, fauna y naturaleza que debe ser cuidada por todos.


Algunos metros delante de nuestra canoa, una “culebra” nadando … pronto nos apresuramos para sacarle fotos dando una vuelta en U de la canoa para no pasarnos de largo…  La víbora nos vio y se enroscó agazapada como para saltar, y sus marcas (vistas recién cuando examinamos las fotos que le sacamos) la revelaban claramente como una crucera (bothrops alternatus).


Al final del día, unos 20 km recorridos, y el físico en buen estado. Terminamos todos lo suficientemente temprano para apreciar un lugar bastante más despejado que lo que habíamos venido viendo, aunque aún agreste. Con un cerro a unos 3 km y cruzando una laguna que dicen tiene caimanes. Cero señal de celular, pese a que algunos participantes insistieron en tratar de conseguirla caminando hasta 5km.


Pronto se organizó una pequeña expedición al cerrito para apreciar la vista desde su cima. Nos sumamos 4 (Eliana, Fernando, Eyal y Pablo). Arrancamos a subir, y pasamos cerca de un gran ternero cruza con cebú (después supimos que era un  peligrosísimo toro al que no había que ofrecerle ni el beneficio de la confianza), luego caminando sin formar una fila india por las víboras y encontramos la forma de llegar a la cima. Tomamos muy buenas fotos panorámicas y emprendimos la vuelta. A la pasada, examinamos la laguna, que era de una hermosura difícil de describir y vimos arrancar el vuelo a algunas garzas moras. Nos encontrarnos con una enorme araña pollito (theraphosidae), de unos 15 cm de diámetro con las patas extendidas que no pareció molestarse y retornamos al campamento sin problemas.


El final de este día, se completó con una seguidilla de electrizantes partidos de truco, una tanda de chistes de magra calidad,  la actuación de alguien con una guitarra y un contundente ensopado que cerró las expectativas de los comensales.

 

Cabo de “los que hicieron camioning”


Cuatro de los ocho que llegamos al campamento pasadas la media noche decidimos no salir el segundo día. Se desmontaron y guardaron los kayaks, los cuales habían quedado medio descangayados, colaboramos con el desarme del campamento y salimos en dos vehículos, camión y camioneta con trailler hacia el lugar del campamento del día 2. Por caminos vecinales paralelos al río, abriendo y cerrando porteras, entre interesantes charlas internacionales e interdepartamentales llegamos a una estancia. Ahí nos señalaron hacia el horizonte, donde pasaba el río, la ubicación aproximada de dónde acampar, ya que el lugar previsto estaba ocupado. Recorrimos uno o dos kms por el campo y adentrándonos en el monte a pie encontramos un buen lugar. El “calambre” “planto bandera” en el río para marcar el lugar y que nadie se pase como el día anterior. Luego, ¡a nadar en el Cuareim y recorrer el monte!

Cabo de “los que siguieron de largo, sin pasar por el campamento”


Los participantes que siguieron (Carlos e Ismael), básicamente, arrancaron desde su punto de partida (varios kilómetros previo al campamento), se detuvieron algunos minutos con el grupo que se aprontaban a largar, pidieron un café y algo para comer, y sin bajar de la canoa, encararon el segundo día de travesía sin detenerse hasta la noche ya que no pararon a almorzar y no se fueron a dormir sin jugarse unos trucos!


“…Cada uno durmió como pudo, amaneció y a las 8 de la mañana, a remar. Por supuesto, seguimos encontrando obstáculos, hasta una pequeña cascada,  que largamos la canoa atada con la cuerda; no  sé las dificultades que pasaron durante la noche! Después de 2 horas de remo, al fin encontramos el campamento, comimos algo, y seguimos viaje. Ese día remamos 8 horas y media, almorzamos y llegamos al segundo campamento…“

 

 

Día 3:


Gunter y Eric, ya no se sumaron. El ciclista de Artigas y su compañero también nos dejaron pero se engancharían para completar el último día. El resto, ya repuestos del primer día, y todos en un único cabo, encaramos arremeter contra el río y no dejarlo sin domesticar (esto facilitado con el hecho de que ya a esta altura, el agua era suficiente para disfrutar a pleno sin desgastar nuestros físicos).


Una hermosura, un día espectacular, remo y chiveo, muchas piedras y paisajes espectaculares, y la infaltable parada para el almuerzo con la afamada “mortadelaza de frontera”. El día sublime en la cúspide del disfrute.

 

 

Día 4:


Una etapa larga.. Como 30 km, pero valió la pena.  Pasamos por la piedra del monje, y la subimos para sacarnos fotos. También paramos en un campamento un rato antes, donde disfrutamos del almuerzo y de buscar piedras semipreciosas en la vuelta.


Al final del día, mojadura obligatoria en una guerrilla de agua, una “multitud” y la prensa esperándonos en Artigas…  y una sensación rara de pena, porque se nos terminaba la travesía.


Sobre la tardecita fue muy disfrutable sumarnos todos en la casa de Daniel para comer unas pizzas excelentes con cerveza, y saludar a Filipi en el día de su cumpleaños número 78!

 

Un cabo suelto…
Para tres afortunados acalenses (Pablo, Eliana y Rafa)  las horas siguientes fueron “de fábula”. Daniel y Susana por un lado y “el lujo” por otro, nos alojaron en sus casas y al día siguiente en la mañana nos llevaron a conocer la piedra pintada y el zoológico de fauna autóctona. Por la tarde, luego de un almuerzo con ellos en Cuaraí, el hijo de Daniel y Susana: Marcelo y familia, nos llevaron a conocer las minas de cuarzo y amatistas a unos sesenta kilómetros de la ciudad. Recorrimos los túneles excavados en la roca apreciando la belleza de piedras preciosas aflorando.


Atando cabos…cansados, alegres y agradecidos, retornamos en el bus de la noche a Montevideo, esperando la reunión de los martes en el club, donde realmente termina la travesía, para intercambiar anécdotas y fotos, y con ganas de volver al Cuareim cuando se presente la oportunidad!!!

 

Relato: Pablo Clavijo, Carlos Gougeon, Carlos Humberto Gonzalez y Rafael Barreto.
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

 

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Canotaje Travesía - Río Cuareim - Mar 2015


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