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Chorro de agua fría y Quebrada de Lambaré - Jul/2008 (Senderisimo)


Bitacora:


Curso: CHORRO DE AGUA FRÍA Y LAMBARÉ
Recorrido: -
Distancia: -
Días: 3
Año: 2008
Fecha: 18/07/2008 al 20/07/2008
Departamento: TACUAREMBÓ
Recorrido en Google Earth CAF.kmz
Fotos:   

 

 

Chorro de agua fría y Quebrada de Lambaré

Julio 2008

 

solima_historia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salimos por las cuatro de la mañana del viernes, contentos, llenos de bultos pese a que el compromiso era ir liviano. La consigna había sido practicar para la posterior caminata por el Laureles con todo el equipaje a cuestas, nada, fuimos cargados y estaba bien que así fuera, no íbamos a caminar con peso.

 

En el ACAL, a esa hora de la madrugada una fiesta terminaba con cidade maravillosa y una farándula paseando por ahí, y nosotros, bastante abrigados cargábamos los autos y partimos hacia el chorro de agua fría.

 

Fuimos seis, dos mujeres, Adriana y yo, el Aqua, Daniel, Leo, el Pucho.

 

Allá en Tacuarembó se nos sumó Celiar que nos guió por las grutas de Lambaré. Por la ruta cinco y sin saber si tenía que ver con la hora o con el feriado, el viaje resultó de una tranquilidad digna de nuestra tierra, nos cruzamos con pocos vehículos, pocos camiones, pocos ómnibus. De todas maneras demoramos mucho, fuimos despacio y sintiendo que todo el tiempo era nuestro, para descansar un poco, para acompañar al que maneja y para ver el amanecer que ya de entrada estaba un poco nublado, sobre todo hacia el norte. Llegamos a dónde queríamos llegar, Curtina, la tierra del Numa, dijera el Pucho; un pueblito mínimo, un almacén casi pulpería, pero no tanto, con una humildísima carnicería al lado que no dió para mucho. El pueblo desierto, algún caballo, algún perro, alguna doña asomando por detrás de una cortina. Salimos buscando otra carnicería y nos topamos con un velorio en dónde ahí si, se congregaba toda la gente del lugar, y llegaban más. En un pueblito tan pequeño la muerte no se puede ocultar como en las ciudades, está ahí, presente.

 

Chorro de agua fría

 

Llegamos a la estancia en donde encontraríamos el chorro de agua, un lugar majestuoso, con una casa antigua y cerrada; por el costado y hacia atrás, una jauría de perros nos salieron al paso. Un muchacho se pega a un portón y conversamos acerca de nuestros planes de acampar. Todo bien. Incluso la carne que buscamos y no encontramos en Curtina nos es prometida por el muchacho que probablemente carnearía más tarde.


Mucha expectativa de nuestra parte, poco frío, buen aire, salimos de los autos a estirar la piernas y mirar el lugar, imposible adivinar para donde queda el Chorro de agua, la quebrada se esconde a la mirada superficial, para allá me dicen y para allá es una gran pradera con manojos de árboles dispersos, una llanura suavemente ondulada y nos reímos por recordar esa frase escolar.

 

Daniel, acodado en la verja le conversa al gurí que más bien callado, más bien sin gestos, dice que está bien, que si, que pasemos a visitar el lugar.Llegamos con los autos hasta donde acamparíamos; un detalle particular es que los carteles que señalan la ubicación del lugar, son habitualmente usados para tiro al blanco, todos exhiben agujeros de varios tamaños y algunos conservan las balas dentro de la estirada chapa.

 

Encontramos un buen lugar para acampar y armamos un campamento con un fogón espectacular, no me acuerdo que hicimos primero, pero todo transcurre con los detalles de siempre, el vozarrón del Aqua, el caos de Daniel, la sobriedad del Pucho, el silencio de Adriana, las reflexiones prácticas de Leo y yo.

 

El monte de quebrada está ahí cerca, los arroyos nacen de la nada, una piedra, un montículo de pasto, un desnivel en la bajada y ya aparece un poco de agua que se va ensanchando mínimo, oculto a la mirada superficial, hay que detenerse para ver.

 

Salimos a caminar siguiendo un sendero acompañado de carteles baleados y rotosos; igual es imposible perderse, Daniel va reconociendo los lugares ya que es quién conocía previamente la zona, y de a poco también vamos entrando en un mundo diferente. Cruzamos una cañada, equilibrando el peso sobre un tronco atravesado y enclenque, el agua corre suave y tapada de hojarasca que cae de los árboles, debemos esquivar las ramas, correrlas y proteger a quién viene detrás para no golpearlo al soltarlas cuando terminamos de pasar. De a tramos bordeamos el monte por el pasto limpio donde podemos ver un poco más a la distancia, y de pronto el horizonte está a pocos metros, el aire se llena de humedad y la vegetación se descubre exótica. Nos fuimos acercando al Salto de Agua Fría bordeando el Arroyo Malo.

 

Sabemos que en ésta época del año no hay víboras acechando, es una suerte porque todo el tiempo estamos saltando de una piedra a otra exponiendo las piernas a los huecos entre una y otra, debemos estar atentos a pisar sin caernos, a las ramas que se atraviesan, a las espinas que nos rayan, a las telas de araña que sutilmente nos rozan la cara con sus hilos. Nos apoyamos con las manos en los troncos húmedos y llenos de plantas de hojas pequeñas, plantas de terciopelo verde. Bajamos de a poco, sobre piedras grandes y por senderos enredados, debemos cuidarnos también de no apoyarnos en ramas podridas que quedan agarradas a los árboles porque si.

 

Habíamos divisado de lejos el Chorro de Agua Fría, en realidad no lo habíamos visto, solo el basalto quebrado, imaginamos que capaz que no había agua, y que se nos podía frustrar la visita, pero no. Al acercarnos, un árbol gigantesco, creo que un Francisco Alvarez, creo, nos hizo de primer plano para que al atravesarlo descubriéramos con mayor fascinación el agua que cayendo desde muy alto, era recibida por enormes bloques de piedra. El árbol está sujeto a piedras, se extiende en enormes raíces que penetran entre rocas a la tierra profunda, se forman huecos cuyo interior no se divisa, sale como un cuerpo un poco más lejos para volver a penetrar la piedra. Los árboles se enredan entre sí, las piedras enormes nos obligan a andar cuidadosamente. La vegetación herbácea, es de una enorme diversidad, el microclima que se crea en ese ambiente fresco, húmedo y casi oscuro, hace que se desarrolle una vegetación única. Las texturas, los colores, el perfume, el sonido del agua y la voz inconfundible del Aqua, nos hacen del paseo una maravilla (la voz del Aqua es importante porque cuando se silencia, aparecen todos los sonidos con un esplendor inusitado, único. De otro modo no podríamos nunca descubrirlo).

 

Me queda una imagen: un salto de agua que cae desde muy alto y que golpeando en el fondo produce viento, las gotas se vuelan en forma de nubes hacia las piedras. El agua se desprende al precipicio, como un entero cuerpo que en el vuelo se desarma, un volumen que al abrir sus alas de agua, son miles de gotas cayendo quietas, en suspenso, buscando de nuevo el cuerpo allá abajo, conteniendo la respiración. Abajo todo es un cuenco verde que junta, las hojas de los helechos y de los árboles se derraman hacia el centro del pequeño caudal que más allá no recuerda el abismo.


El campamento queda muy cerca de un curso de agua bordeado de monte, es pequeño y se nutre de otros arroyitos que bajan desde varios lugares. Más atrás hay una pared de piedra muy alta desde donde cae agua y unas largas raíces gotean intermitentes. El suelo barroso y encharcado se nutre de todo cuanto por ahí florece, las hojas se pudren unas sobre otras, los mantos de telas de arañas, algún camoatí. No vemos muchos insectos y debe tener que ver sobre todo con la época del año. Las plantas de hojas pequeñas suspendidas en el aire, los helechos, los árboles enredados entre sí. Si bien está fresco, el frío no nos abruma para nada, y aunque casi no hay sol, la luz es buena, las nubes se desparraman generosas, pero el sol se deja ver de a ratos. Así, dentro del monte está bastante oscuro, pero es tan hermoso que disfrutamos de pasear recorriendo lugar por lugar.

 

Encontramos árboles de naranjas, y en uno de ellos hay un palo con un gancho, así que el Aqua, larguito él, se da maña para bajar un montón. Creíamos que iban a ser amargas y son una delicia. Todos comemos contentos de sentir eso de que la naturaleza nos provee.

 

La recorrida por encima del salto la dejamos para la tarde, Daniel se llevó un palo con el que ayudarse a caminar, cuando llegamos a la cima y se asomó por el precipicio se le cayó, Leo lo agarraba de atrás para que no se expusiera, pero Daniel quería ver donde había caído el palo y se asomó peligrosamente sobre el borde. Daba un poco de miedo verlo, al final le pareció divisarlo y dejamos para el día siguiente ir a buscarlo.


Arriba el paisaje es otra cosa, no tiene el misterio de lo escondido y que se descubre paso a paso, pero es también de una infinita belleza, las piedras manchadas de blancos y naranjas de bordes negros forman dibujos inverosímiles. El agua que mansamente transcurre entre las piedras y el campo nomás, sigue su curso hacia la quebrada, miramos a la distancia el campo, nos sentamos a beber y gozar de mojarnos los pies en el agua fresca, un poco más atrás una alambrada y una manga de piedra, perfecta, construida quién sabe cuanto tiempo atrás. Vemos conjuntos de palmeras pindó, vemos algunos de los árboles asomar sus largas ramas por encima de la quebrada. Caminamos mucho, sacamos fotos, conversamos un poco, andamos con los sentidos sueltos.

 

Vemos un ternerito solo, sentado al borde del monte, escuchamos mugir una vaca, Leo y Adriana se acercan a ver si le sucede algo, el ternerito se va, el día anterior habíamos visto un cordero recién nacido que asustado por el auto había corrido torpemente en busca de su madre.

 

A la tarde, al caminar por el campo había visto unas cuevas construidas recientemente, como cinco o seis, que no tenía ni idea de a que bicho pertenecían, lo comentamos en el campamento y teníamos dudas, por último unos muchachos de la zona nos dijeron que eran de mulitas y de tatú y que ellos estaban cazándolas. El Pucho dijo que al atardecer salían, hicimos un amague de irlas a ver que no se concretó, si vimos una, que ellos habían cazado, una mulita chiquita, que costaba trabajo imaginar cuanto podía tener de comestible, con esa carcaza que tenía.
Nos conversamos todo. Al otro día fuimos a buscar el palo de Daniel pero no apareció.

 

Grutas de Lambaré

 

Nos costó dejar el lugar del Chorro de Agua Fría, está para volver. Pasamos por Tacuarembó a buscar a Celiar y nos fuimos para las grutas. No era lejos de la ciudad, pasamos por una estancia, cruzamos unas porteras que el Pucho abría diligentemente esperando que pasáramos, cada vez. Alguien recordó una vez que uno de los compañeros había dejado una portera abierta y al dueño se le escaparon todas las vacas y que se armó un lío de aquellos. También llegamos en auto hasta el lugar donde acamparíamos, no tuvimos que cargar nada. Daniel es quien anda con muchas cosas, los demás nos acomodamos con menos. Lleva un chaleco con mil bolsillos que es super práctico. Por ejemplo le pedí si tenía pilas triple A y tenía varias. Cuando va a buscar algo, saca todo y su carpa es una especie de tienda desde cuya puerta las ofertas desbordan generosas.

 

Acampamos en un monte, no, no se de que eran los árboles pero eran todos los mismos, un bosquecito no muy alto, parejo, de palos verticales, troncos apenas gruesos, el follaje grisáceo no muy cerrado y tampoco muy alto.

 

Acá hay muchas más piedras, cascotes basálticos dispersos que le van ganando al pasto en la medida en que nos acercamos a lo que es la gruta. Caminando por el campo se lo ve rugoso, Celiar nos dice que cuando se ve así, quiere decir que es la zona donde el espesor de tierra es más grueso y es lo que la hace valer más en un lugar donde el subsuelo es de piedra pura.


Cuando al día siguiente nos disponemos a bajar, Celiar nos muestra un árbol seco que marca la entrada, por ese lado, a la zona que nos interesa.

 

Iba distraída mirando todo, concentrada en lo que veía, y conversando poco. Esperando la entrada a las grutas que se demoraba en aparecer. Por ahí, no se si le pregunté, o algo comenté que Leo me dijo, las grutas son esto, y no había grutas. Suena raro pero es así, y así me lo hizo saber Leo. Se le llama grutas y termina por ser algo parecido a una quebrada que se va cerrando, cerrando hasta casi convertirse en una gruta. Creo que tampoco importa demasiado el nombre, lo que pasa es que en algún momento creí que íbamos a una cueva y si, eso no fue.

 

Además de Celiar quién sería nuestro guía en ésta segunda caminata iba su perrita Luna, una pekinesa clarita, que lloraba sinceramente cuando se veía ante el desafío de trepar un lugar alto, nos contó que después de una salida así dormía tres días seguidos.

 

Toda la caminata transcurre por las márgenes de un arroyo que casi no tiene agua. Es una característica de los arroyos del lugar, así como si llueve mucho, crecen, se desbordan y son peligrosos, cuando sucede lo contrario se desaguan y parecen casi secos, algunos charcos y el agua que corre suave espejando el entorno. Espejos de agua, escuché decir a alguno de los compañeros.

 

Veo partículas en el aire, veo pequeños insectos, hojas que suavemente caen verdes o amarillas, suaves, se balancean, no caen directamente desde el árbol al suelo, caen yendo de uno a otro lado. Las paredes de piedra se construyen en lascas, que sobresalen unas sobre otras, y construyen una pared altísima, irregular, que se eleva como los árboles que suben alto y más alto. El lecho de piedra del arroyo, el agua que se nutre de lo que llega hasta ahí, que cae desde lugares escondidos y solo se escucha tintinear entre las piedras de colores, transparentes y rojos, ocres y azules. El frescor traspasando los helechos, los culandrillos (esos sí los conozco) son hojitas colgadas del paisaje, con esa luz propia de lo verde.

 

Y las naranjas, allá trepado el Aqua tira naranjas y nos reímos por miedo a que alguna nos caiga en la cabeza, y corriendo a agarrarlas. Encontramos una planta de lima, a la que solo podemos oler y después hacernos una infusión. Y otra de mandarinas. Nos hartamos de comer y nos llevamos de postre para la noche.

 

El lecho de piedras del arroyo es bastante ancho y grandes trechos del camino lo hacemos por allí, en un lugar un árbol cayó atravesado, está alto y a alguno de los compañeros se le ocurre sacarse una foto con ellos arriba del tronco.

 

A veces aparecía un sol tímido que alcanzaba para darnos esa dimensión de luz atravesando en rayos inclinados el follaje espeso, llegando a los entreverados caminos del monte, entibiando levemente el invierno. Y los mantos de helechos cubriendo todo, y las paredes de piedra se van cerrando, nos encontramos frente a una laguna que no nos da paso y del otro lado sigue un camino estrecho, entre altos muros que no nos deja ver como sigue. Dudamos ente atravesarlo o, no pero para mojarnos se nos complicaba y hacia los costados no había manera de sujetarnos de nada, así que decidimos trepar y acceder por el otro lado. Lo hicimos y llegamos al final de las grutas, el agua cae escalonada hacia el fondo de la quebrada, el ancho allí no excede los dos metros, es maravilloso, todo es piedra, el agua cae dejando espacios secos en donde nos sentamos a descansar y seguir deslumbrándonos con el paisaje, pese a estar cansados da pena llegar al final del recorrido, tendríamos que recomenzar.

 

Al llegar íbamos muertos de hambre así que asado mediante, comimos lindo.

 

Laura

 

 

Caminata por la sierra

 

Una llamada telefonica un dia de trabajo, que alegria mis AMIGOS de Montevideo. La idea: una caminata por las sierras de tacuarembo. Destino: Chorro del Agua Fria y Grutas de Lambaré. Integrantes:Leo el ¨jefe¨(porque alguien tiene que mandar) Gerardo ¨la escalera¨ Daniel ¨bolitas de chancho¨ (siempre van de atrás) Pucci ¨ el analista¨, Laura ¨la economica¨ Adriana ¨la muda¨ (10 palabras por dia) Celiar ¨el guia¨ (sino se pierden adentro de la carpa) y Luna (cruza pava de monte c/chevrolet) que nos acompaño fielmente. Organizacion y al fin llego el dia, pronostico del tiempo embromado pero a esta gente no la frena nada, unas horitas de viaje y de golpe en contacto con la naturaleza. Vivir, sentir, un fuego, un mate, rueda de amigos, el viento en la cara, el humo en los ojos, el aroma del monte, las pavas nos descubren con sus gritos, las bandurrias de ala blanca nos saludan al pasar, un cordero bastante crecidito se dora en la parrilla 0% stress. El manual del campamento ideal, donde hacemos la carpa, como ponemos la lona, lugar del fuego, responsable tratando de no quemar un arbol que mas adelante nos va a dar abrigo y sombra y todo con humor disfrutando minuto a minuto estas vivencias unicas e irrepetibles.

 

Salimos rumbo a Lambaré con una llovizna persistente donde Catalino hombre de campo y trabajo como pocos nos esperaba para compartir la belleza paisajistica de su hogar con nosotros. Ascendimos la sierra hasta un chapadon arriba de un cerro con un hermoso monte de guayabos, coronillas arrayanes, arueras en donde en breves instantes con un trabajo de equipo admirable estabamos sentados al lado de un fuego merendando mostacholis c/ pesto especialidad del chef Gerardo. Despues que paso la lluvia salimos a bajar los mostacholis y ver donde caminariamos al otro dia.

 

De vuelta en el campamento aparecio el chorizo de Celiar y 5 colitas de cuadril y un buen mate que el jefe nos cebaba con destreza, cuando de repente se dio la discusión, es GRUTA, no para mi es QUEBRADA. El chef arrimaba brasas con soltura. Los comensales miraban la parrilla con ojitos tiernos y seguia; es GRUTA no es QUEBRADA, hasta que al fin dieron orden de atropellar y entonces ¡! Caballeria al abordaje!! Y el puro de cerdo, las colitas y un zapallo asado con fondue ¡temblaron!, el tinto escasisimo! por problemas de organización. Y de golpe no quedo nadie. Ronquidos y lobizomes se hicieron dueños de la noche.

 

Se levantaron con hambre los gurises. EL packman esta para la risa martin fierro, mate, tostadas y ainda mais. Calzado comodo liquidos y pa la gruta bueno quebrada, timidos rayos de sol viento frio camarografo, fotografa, bolitas aya atrás y empezamos a bajar bastones imprescindibles alivian las rodillas y tobillos ademas de ser tercer apoyo en caso de urgencia y de pronto estabamos en otro mundo, jardin de las calagualas, alfombra de helechos, miles y miles de orquideas, árboles centenarios, matorrales de caña tacuarembo, flora nativa de mucha altura debido a que pasan la vida buscando la luz, tanta diversidad por momentos te apretaba, peñascos enormes, un cauce un tanto seco que en algun momento lo veremos con agua, paredones enormes bordados de grandes caomaties, lianas enormes, raices que se amalgaman con la piedra de manera increíble, naranjos y tangerinos silvestres con frutos almibarados que la barra supo hacerle honores. Después de mucho subir bajar saltar tropezar contemplar y respirar hondo subimos aunque teniamos ganas de quedarnos.

 

No supimos si era gruta o quebrada pero si supimos que nos encanto y tambien confirmamos que somos un grupo de amigos que nos encanta la naturaleza y la aventura de lo cual les estaremos contando en breve de nuestras proximas aventuras. En todo el recorrido los participantes recordaron unas colitas de cuadril con mayonesa que nos esperaban en el campamento. Realmente pasamos un fin de semana genial en los pagos de tacuarembo que esperemos que se repita.

 

Celiar

Grupo Canotaje Travesía - Club ACAL

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Chorro de Agua Fría y Lambaré - Canotaje Travesía - Jul 2008


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