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Relatos Canotaje travesía


Arroyo Salsipuedes - May/2018


Bitácora:


Curso: Arroyo Salsipuedes
Recorrido: Paso de Bonilla - Ruta 20
Distancia: 11 km
Estado del cauce: Apenas crecido pero tiene mucha pendiente y corre mucho
Clima: Frío y nublado
Días: 2
Lugares / acampar: Espantosos
Año: 2018
Fecha: 19/05/2018 al 20/05/2018
Departamento: Río Negro y Tacuarembó
Recorrido en Google Earth asbdbr20.kmz
Fotos:  

 

 

Travesía al arroyo Salsipuedes grande

MAYO 2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El arroyo Salsipuedes grande se encuentra en Tacuarembó.

Nace en la Cuchilla de Santo Domingo. Luego de 64 km. de recorrido, desemboca en el Río Negro.

Su, único afluente es el arroyo Salsipuedes chico.

El arroyo Salsipuedes grande tiene el lecho de piedra, además de tener una pendiente muy pronunciada de 0 a 20 mt. en 10 km. lo cual explica sus rápidas y marcadas crecientes y lo torrentoso del mismo luego de lluvias.

Esto lo hace más complejo para poder planificar un plan de navegación.

Podemos encontrarnos con un arroyo en bajante con trechos secos solamente es posible sortearlos a pie o bien luego de lluvias transformarse bruscamente en caudaloso y torrentoso.

El trecho medio es marcadamente sinuoso y con una vegetación nativa muy abundante.

Mientras que luego del puente de la ruta 20 sus aguas se hacen calmas.

 

La partida

18.5.2018 hr.2 a.m.

Club Acal. Playa Marvin. Montevideo

 

8 canoas y 16 soñadores partimos hacia Tacuarembó a marcha camión, compartiendo comentarios, cuentos y golosinas, mate y café negro. Incluso el frio y el sueño fueron compartidos.

Así próximo a las 7am. llegamos a Paso de los Toros.

Ya floreaban los tímidos rayos del sol en una gélida mañana surcada por nuestras risas y comentarios. Recargamos combustible y partimos hacia el objetivo, si bien geográficamente el arroyo Salsipuedes es bien poco conocido, lo contrario a su historia.

 

Allí el 11 de abril de1831 se inició el genocidio de pueblo Charrúa.

En la confluencia del arroyo Salsipuedes grande con su afluente el Salsipuedes chico se forma un bolsón, allí fueron cobardemente emboscados.

 

La llegada

Recargamos combustible y partimos hacia Paso Bonilla, donde se planifico el desembarco.

Próximo a las 10 a.m. llegamos con el camión hasta las cercanías del cauce. Cuando el camión no pudo avanzar más, motivado por los lodazales y un tajamar nos cerró totalmente el paso.

Gracias a la experiencia del grupo y utilizando una canoa y dos cabos se resolvió rápidamente el asunto. Finalmente a orillas del arroyo quedamos en silencio al observar lo crecido y torrentoso que se encontraba, lo cual no auspiciaba nada bueno.

Pero canoistas a sus canoas y al agua patos, que a eso vinimos; más que remar era necesario frenar y direccionar la proa de la canoa para evitar colisionar una roca o un tronco semi sumergido, lo cual siempre se trata de evitar. Pero la fuerza de la corriente venció nuestros brazos y nos lanzó sobre un tronco, provocando un rumbo importante en la canoa y nuestra caída al agua. La canoa hundida y seriamente averiada, las tarrinas fugándose río abajo, me hizo pensar que había finalizado al menos para mí la travesía.

 

Prestamente llegaron varios compañeros y con la tarrina de reparaciones subsanaron el problema.

Con unos trozos de membrana asfáltica y un soplete improvisado con un desodorante en aerosol y un encendedor fue suficiente.

Pero mis compañeros más experientes no quisieron ser menos y casi todos volcaron perdiendo remos y tarrinas.

Felizmente todo esto sucedió sin tener que lamentar incidentes o accidentes mayores.

Mientras tanto un simpático y nuevo problema teníamos la mayoría.

Nuestras tarrinas danzantes caídas al agua en cada volcada, pasaban a altísima velocidad superándonos y era difícil rescatarlas. Sin embargo se rescataron casi todas aunque algunas muy caprichosas volvían a caer.

Muchas se fueron con destino desconocido ocultándose entre los arboles orilleros. Casi todas fueron rescatadas por los compañeros de avanzada.

Avanzar no era fácil por lo trabado del curso y la frondosa vegetación que por momentos se transformaban en muros aparentemente impenetrables.

 

Fue imposible completar el primer tramo. Y al ir atardeciendo y mermando la luz decidimos asegurarnos de no tener problemas mayores y paramos para acampar y pasar la noche.

 

Los avatares de la jornada habían fraccionado al grupo en tres.

Los primeros alcanzaron a llegar al puente de la ruta 20. Los rezagados que éramos 4 canoas con 8 tripulantes estábamos aproximadamente a 4 km. de ellos.

Pero Malaquias y su compañero Gerardo se perdieron. Sin señal de celulares se complicaba aún más buscarlos. Mediante gritos y silbatos y compañeros que salieron a buscarlos por tierra no se logró nada. Así la preocupación crecía. Sabíamos que Malaquias es un experimentado canoista y con experiencia en supervivencia. Pero aislados, sin nada, y enfrentar las bajísimas temperaturas de la noche, sabíamos que la estaban pasando mal.

La noche fue una de las más frías que recordare por vida. Pero en algo salimos favorecidos y fue que las tarrinas con los alimentos quedaron con nosotros.

Carne, chorizos, queso y dulce, parrilla. Nada de eso nos faltaba.

 

Superamos la noche, un rápido desayuno y de nuevo a navegar. En el camino me reencontré con mis tarrinas. Que descansaban recostadas entre ramas y raíces.

Pero la gran felicidad fue al alcanzar la avanzada, el saber que Malaquias y Gerardo habían ganado la batalla al hambre y al frio. Pasaron toda la noche sin otra cosa que ellos mismos.

Finalmente llegamos todos al puente de la ruta 20.

Allí nos reagrupamos y retornaron las risas y los cuentos de la noche pasada.

Nuestros compañeros nos recibieron con una enorme felicidad. Creo que más bien era porque traíamos el queso y el dulce, el asado y los chorizos que fueron devorados en pocos minutos.

Si bien tan solo nos quedaba el trecho teóricamente más fácil del recorrido. El arroyo a esa altura era manso y muy tranquilo. Aunque no pudimos llegar a Gallos Blancos en la desembocadura en el río Negro, se decidió dada la hora suspender el segundo tramo.

 

El retorno

Felizmente salsipudimos salir sanos y salvos, y millonarios en vivencias para el resto de nuestras vidas. La clásica foto del grupo, con nuestra gloriosa bandera. y luego de cargar las canoas y el equipaje, arrancamos a marcha camino, rumbo a Montevideo. Entre anécdotas y risas, mate y golosinas finalizo la inolvidable travesía.

 

Agradecimientos

Al grupo de canotaje del club acal, quienes me recibieron desde el primer momento como uno más.

Al sr. Nilo Coppola, fundador de la institución, gran amigo y mejor persona. Hoy ausente, pero presente en esas 8 canoas y 16 soñadores que por primera vez en la historia surcaron en canoas el bellísimo arroyo Salsipuedes grande, de Tacuarembó. República Oriental del Uruguay.

 

Relato: Dr. Sergio Kolender

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

 

¡Entrasipuedes!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un camino complicado, con mucho barro donde se nos quedó el camión. Una rotura del enganche que se desoldó. Un sangrador que impidió pasar el camión y nos conminó a caminar con tarrinas y canoas a cuestas los últimos 300 metros (que para algunos parecieron como 1 km). Todo eso nos hizo pensar en cambiar el nombre del Salsipuedes a Entrasipuedes.

 

En el agua

Recién a las 12:30 pudimos entrar al agua viendo el arroyo en inmejorables condiciones. Agua muy fría y potencia de la corriente fabulosa. El ingreso, dentro de un paso que formaba una corta corredera de unos 20 metros. Pasado esto, un corto lagunón de unos 500 metros y después arrancaba un zigzagueo continuo pero navegable que se iba cerrando de a poco en monte galería con un cielorraso de ramas de árboles entrelazados.

Ya ingresados en el monte galería, un tubo interminable que combinaba corrientes que se abrían y se volvían a juntar en un canal. Siempre navegable con gran rapidez, que solo se frenaba con algún que otro vuelco. A poco de entrar en este tubo, mi proela gritó frenéticamente, -“tronco a las 11”-; mientras clavaba el remo y cambiaba la dirección de la proa, al tiempo que yo remaba fuerte hacia adelante empujando mi remo con las dos manos. Apenas pudimos derivar lo suficiente para que emergiera de ambos un suspiro y la palabra “zafamos”.

La canoa que nos seguía, no zafó. Golpeó con fuerza un tronco de punta y tumbó instantáneamente. Rápidamente dos o tres canoas nos apresuramos a realizar el rescate. Unos fueron tras las tarrinas, otro pescó lo que venía flotando, otros ayudaron a darla vuelta y empezar a achicarla.

Yo empecé a caminar un poco a contra corriente para ver dónde venían los demás. Caminé unos 100 metros y volví. Cuando llegué a la canoa, mis compañeros habían descubierto un rumbo de unos 5 o 6 cm en su casco. Era irreversible, había que reparar. Se secó con un mechero improvisado gracias a un desodorante en aerosol y un encendedor, se taponeó el rumbo. Luego se trasladó carga y Sergio y Fernando estuvieron nuevamente en movimiento. Claro que este vuelco nos dejó algo claro... no sería el último.

 

El puente de ferrocarril

Salidos del tubo de unos 3 o 4 km ininterrumpidos, apareció un lagunón de 1,5 o 2 km de largo dividido justo al medio por un largo puente de ferrocarril. Pasado ese puente, las dos canoas que veníamos abriendo nos acercamos a la orilla para encender un fuego. Cuando noté que no tenía a la mano el encendedor, caminé hacia la canoa para tomarlo de una tarrina, y a la distancia vi venir flotando algo azul… después algo anaranjado, después algo verde. Estaba claro que una o varias canoas habían volcado.

Me apresuré a salir en mi canoa para atrapar todas esas cosas. Primero fui a la tarrina azul, pero no la pude levantar porque estaba llena de agua. Grité a la otra canoa que ya había salido también al rescate y ellos se ocuparon de agarrarla y atarla (porque pesaba muchísimo). Pude rescatar una bolsa estanca, un achicador, una botella de agua. Al poco tiempo vimos aparecer a los volcados ya recuperados y de nuevo en producción.

Un corto debate, y se decidió no hacer una parada para almorzar. Todos seguiríamos hasta dar el resto, y buscando un buen lugar ya para acampar definitivamente. Está a la postre, supo convertirse en la peor decisión del día.

 

El tubo que se comió todo, tarrinas, canoas y gente.

Esa decisión, fue mala en serio... y fue mala porque en el puente del ferrocarril no imaginábamos que se venía un tubo de 6 km que terminaba recién en el puente de la ruta 20. Un tubo hermoso, inigualable, espectacular, divino, sacrosanto (que religioso lo mío che). Un tubo, que en su inmaculada concepción, y con la exacta cantidad de agua que había, era estupendamente técnico aunque también muy físico. Un constante de curvas a la izquierda y la derecha y cada dos o tres curvas un vuelco aparatoso que establecía mucha distancia entre unos y otros y complicaba la asistencia a los volcados.

A poco más de media hora de entrar en ese tubo, una curva en media luna a babor… seguida otra curva en media luna también a babor. Se escuchó un grito desconcertante… “che, estamos navegando en círculos!!”.

Después de un sin fin de curvas a babor y estribor, a cual más espectacular, vimos a pocos metros a “otra oportunidad” volcada. Le grité a Eliana que me tiraba y me bajé casi al instante (mal yo.. no esperé que ella bajara también). Dificultosamente ella pudo llevar la canoa hasta un lugar seguro donde también pudo bajar. Nos apresuramos para sacar la “otra oportunidad” de una situación incómoda, cuando vimos pasar flotando tarrinas de otro vuelco unos 50 metros más arriba. Yo seguí una de las tarrinas, y unos pocos minutos después lograron sacar la canoa, pero la “emilia” la reemplazó en el mismo lugar. También la “melchora y toonok” apareció flotando en una vuelta de campana. Esto ya pintaba como catástrofe. A los pocos minutos, ya eran 5 canoas volcadas y sus tripulantes y tarrinas yacían flotando en la rápida corriente que los arrastraba sin control. Pudimos organizar un rescate no muy ordenado que cobraría sus réditos. Aqua, unos 150 metros más abajo, sugirió organizar ahí la ayuda y transmitimos el mensaje más atrás.

De aquí en más, y viendo el panorama, algo estaba claro: el primer lugar potable para acampar, tenía la derecha. Y así salimos a buscarlo lo antes posible, porque ya no sobraban las horas de luz solar.

 

La angustia.

Cuatro canoas picamos en punta. Aqua sugirió a Gerardo y Fiorella que no se detuvieran y que siguieran adelante. Nosotros los seguíamos de cerca. Unos 500 metros más abajo, el tubo se bifurcaba, y justo donde se formaban los canales, después de doblar un codo, vimos a Fiorella que era arrastrada por uno de ellos sosteniendo una tarrina semihundida. Elegimos la bifurcación porque donde ella se había ido y la alcanzamos bajando de la canoa para ayudarla. Nos contó que otra tarrina se había ido delante de ella porque no la logró alcanzar. Cargamos en nuestra canoa la que ella tenía y nos fuimos caminando por el agua para buscarla, pero no la encontramos.

Finalmente, pudimos llegar 3 canoas al puente de la ruta 20. Leonardo, Horacio, Aqua, Fiorella, Eliana y yo. Y bueno, las grandes preguntas… ¿Qué les pasó a los demás?... ¿Dónde están? ... ¿Cómo se los comió el río así?… ¿Porque no avisan dónde están?... Malaquías y Gerardo estaban apenas atrás nuestro hace 1 kilómetro y medio, ¿cómo es que no llegaron hasta acá?

Y bueno, nada de lógica racional claro. Todo emocional, aun sabiendo que es lo que no se debe hacer cuando las situaciones son límite y hay vida o muerte en la vuelta. Nos imaginamos el peor de los escenarios, y empezaron las especulaciones negativas que nos destrozaron el ánimo. ¡Que algo les pasó! ¡Que es muy raro que no avisen (pese a que en la zona no había señal de celular! Y bueno, en definitiva pasó lo obvio, la mayoría se había reunido y acampado de lo lindo (aunque compartieron abrigo y carpas, porque habían perdido o mojado mucha ropa). Si hay que decir que fue complicado para dos participantes, Malaquías y Gerardo, que habían quedado solos, sin ropa, sin comida, sin abrigo, mojados y sin posibilidades de encender fuego. Irónicamente estaban muy muy cerca de nuestro grupo, a escasos 900 metros en línea recta, pero no dio el coraje ni el temple para ir hasta donde estaban (asumo toda la responsabilidad de eso último). En nuestro campamento, la angustia fue tanta, que ni hambre teníamos, aunque picoteamos apenas algo de las raciones de emergencia y los restos del almuerzo, porque la comida también había quedado atrás en el arroyo.

La buena noticia es que al otro día iniciamos un operativo de rescate por agua y por tierra. Por tierra los localizaron a poco de salir, y a los gritos y silbatazos nos lo avisaron a los que íbamos por el agua. Nosotros fuimos los encargados de reflotar y rescatar la canoa que yacía hundida en un pequeño lagunon próximo. Ojo que no fue trivial localizarla, porque desde el nivel del agua no era muy visible y un par de oportunidades nos confundimos pensando que la habíamos encontrado y era espuma del arroyo crecido (la canoa era blanca al igual que la espuma). Finalmente, desde una barranca, Aqua la vio semihundida. Mientras tanto, una llamada de celular de Rafael nos hizo saber que el resto de la gente estaba bien y ya se aprontaba para venir en camino.

Tomamos la canoa rescatada y volvimos al campamento, mucho más aliviados, y nos empezó a caer la ficha de la pésima noche que habíamos pasado, llena de angustias de todo tipo por los compañeros perdidos.

Por la tarde, el reencuentro! ... la felicidad de estar todos reunidos y de volver a reunirnos con la comida! ... Sin embargo, algo de pena, porque estaba claro que la travesía (por esta vez), había terminado ahí.

Muchas lecciones aprendidas, la forma de encarar la situación compleja, la revisión del equipamiento que teníamos, los protocolos para desarrollar una actividad futura con similares características, y bueno, algunas decisiones poco simpáticas que en algunos ríos se deben tomar antes de salir.

Con todo lo anterior, de todas formas el resumen no es para nada negativo. Uno de los mejores arroyos con tubos de monte galería que tenemos, lleno de diversión y desafíos, al que sin lugar a dudas hay que volver lo antes posible.

 

Relato: Pablo Clavijo

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

 

Sobreviviendo al Salsipuedes:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Luego de varias caídas y cambios de compañeros, quedamos juntos con Malaquias en la canoa.

Ya habíamos pedido a los demás de vista, pero sabíamos que los encontraríamos más adelante. Yo casi sin poder mover las manos, trataba de ayudar a Malaquías remando, pero parecía que mis movimientos entorpecían nuestra marcha.

Pudimos avanzar por varios minutos, siempre con algún impedimento o decisiones confusas “¿vamos a la derecha? ¿o la izquierda?” … los ánimos no eran los mejores, sentíamos el cansancio cada vez más, y que la noche estaba sobre nosotros.

Hasta que nos encontramos con un codo, que sin más nos llevó sobre una rama que nos hizo caer. ¡Esto fue un golpe letal!

 

Ya sin fuerza, sintiendo prácticamente una hipotermia solo pudimos retener la canoa, un remo y un toldo que quedo dentro de la canoa. No teníamos achicador, la canoa totalmente llena de agua. El panorama estaba muy difícil.

Fue ahí cuando nos dimos cuenta de que ya no podíamos avanzar por agua, por lo que atamos la canoa a una rama en la orilla y subimos a tierra para avanzar caminando por el monte y así llegar con el resto del grupo, tuvimos la idea de subir el toldo que mojado y por la poca fuerza que nos quedaba, resultó imposible subirlo a tierra.

¡Ya en tierra firme!, avanzamos en el monte con poca luz, pero sabiendo que no podíamos estar muy lejos del resto del grupo, pero la peor notica estaba frente a nosotros. Estábamos en una isla, no podíamos avanzar sin tirarnos al agua. ¡Lo cual a esta altura no era una opción!

Decidimos dar la vuelta, y tratar de costear la isla en el medio del monte para buscar un lugar por donde cruzar y que el agua esté un poco más suave, pero la noche se nos vino encima. Ya no podíamos ver, y en un momento Malaquías pierde pie y se golpea, “ya está” dijimos... no podemos seguir avanzando, ¡No podemos ver nada!

 

En este momento nos dimos cuenta de que estábamos en una situación de vida o muerte, no teníamos posibilidad de acción, nada con que cubrirnos o hacer un fuego, pero sabíamos que teníamos que pasar la noche ahí, en una isla húmeda bajo el monte.

Al comienzo, fue la negación “esto no puede estar pasando”, “no vamos a poder sobrevivir la noche”. Estábamos temblando del frio, con hambre, con sed, todo parecía en contra nuestra.

Teníamos el celular, pero no teníamos señal par a poder avisar o ver cuál era nuestra ubicación. Decimos sentarnos hombro con hombro para al menos no perder algo de calor, y saber dónde nos encontrábamos ya que la noche era cerrada y era imposible ver.

Al comienzo charlamos de la vida, de que hacía cada uno, de nuestras familias. Esto nos permitió pasar las primeras horas distraídos de esta situación, pero el tiempo parecía no avanzar.

Luego de varias horas sentados, nos parábamos para movernos un poco para sentir las piernas y las manos heladas, pero cada vez era más difícil pararse, era como que le cuerpo ya no respondía y nos estuviéramos quedando congelados poco a poco.

Por momentos llegamos a dormir, entre el barro y el frio extremo nos despertábamos con calambres, era un dolor intenso que nos hacía recordar que aun teníamos piernas, fueron momentos muy difíciles de sobrellevar.

 

Luego de unas 12 horas, por fin amanece y podemos empezar a ver, pero no teníamos sol que era nuestro deseo para obtener algo de calor y poder orientarnos. Decidimos empezar a recorrer la isla para encontrar un lugar más fácil para cruzar, hasta que encontramos una zona con ramas que parece más fácil de cruzar.

Pudimos cruzar por esas ramas, avanzamos por el monte sin tener muy claro sin por momentos íbamos paralelo al arroyo o no, pero seguimos avanzando.

Pasó el tiempo, tal vez una o dos horas hasta que comenzamos a escuchar vacas, dijimos “es por ahí” pero sabíamos que el monte nos podía estar haciendo una mala pasada, ya que los ruidos son confusos.

Las vacas se escuchaban cada vez más fuerte, hasta que escuchábamos también silbados. Era la mejor señal “nos estaban buscando”, hicimos sonar nuestro silbato, pero parecía que se perdía el sonido entre las ramas.

 

Avezamos hasta que salimos del monte, ¡vimos las vacas!… estamos en el campo y ya no más caminar entre ramas y barro! Ahí tomamos el celular, comenzaron a caer mensajes, llamadas perdidas. Y pocos metros después vimos a Horacio, del otro lado de un pasaje de agua, con un termo bajo el brazo... “tiene mate” pensé... casi sin importarnos cruzamos el agua directo hacia él.

Dentro de ese termo, tenía el té más caliente y rico que había tomado en mi vida!.. pocos metros atrás estaba Leonardo con ropa seca en una mochila, y ambos con la sonrisa de habernos encontrado.

¡Llegamos al campamento, Fiorella entre lágrimas y una sonrisa de alegría nos abraza! Con el alivio de que habíamos vuelto sanos y salvos.

Estando ahí nos fuimos enterando lo mal que habían pasado, sin saber nada de nosotros y de los demás que venían río arriba, pero suponiendo las demás 4 canoas si estaban juntos.

Pasamos la tarde en el campamento, ya secos y comiendo lo que teníamos. Hasta que los demás llegaron, ya con más alimento y todos juntos, parecía que los malos momentos habían quedado atrás.

¡Solo quedaron las anécdotas de un arroyo que nos dio pelea, pero que pudimos superar!

 

Relato: Gerardo Nuñez

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Arroyo Salsipuedes - May / 2018


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