Un día abrí el correo y allí estaba: una invitación de “4primos” a regresar a la vida náutica. Un par de años me distanciaban del último recuerdo que tenía de un río. Hoy me toca transcribirles algunos momentos de lo que fue la travesía del Arroyo Pichinango - Río Rosario versión 2008.
Apenas con dos horas de sueño, amanecí rodeada de chalecos, botas, tarrinas y cuanto cacharro había en la vuelta y que iba a precisar. Llevé también a Pablo Rozzati, nuevo en estos bailes, pero ansioso por hacer una travesía.
Esa madrugada del 11 de Octubre, partieron rumbo a Colonia, seis canoas y 12 estresados, con mucho ánimo. Una vez más, Mauricio & flia., nos acompañó a nuestro destino. Despuntó el sol y con él, un día que se anunciaba brillante. En el camino, no podía faltar la parada de aprovisionamiento. Le tocó a una panadería de Nueva Helvecia, que fue saqueada literalmente de todos los bizcochos con crema, ante los ojos pasmados de los lugareños.
Sabíamos por boca de Daniel, (hacía relativamente poco había visitado Colonia) que en el río Rosario había muy poco agua. Pensé que no podía ser tan grave... hay tanto exagerado suelto por ahí… Ya en el lugar de partida, confirmamos la escasez de agua que había en el Pichinango. Daniel bromeaba sobre los dos sangradores a seguir. Y le erramos al camino: nos largamos por el lado más ancho, que no tenía salida. Tuvimos que retornar a escasos metros de salir...
Las etapas a recorrer en principio, eran dos: de Paso Saladero a Paso Tranqueras, y de ahí hasta el club Concordia en Colonia La Paz. La distancia estimada total es N.N: nadie la conoce hasta el día de hoy!
Algunos conocían el trayecto y otros no. Estuvimos desde el principio, hasta la última palada, luchando con los sarandíes. Caminamos más de lo que remamos. Arrastramos las canoas un buen trecho. Utilizamos más el trozador y el machete que el remo y la canoa. Nunca había visto el arroyito tan bajo. Por la cantidad de raíces a la vista, no llovía desde hacia al menos dos meses.
Los arañazos en el cuello, los chiquetazos de las ramas, los golpes contra los troncos, los patinazos en el verdin fueron tan solo algunos recuerdos que nos llevamos de nuestra incursión. Uno de los más afectados fue nuestro estimado Filipini, que tuvo un percance en un pie y no encontraba alivio.
En alguna parte había profundidad, como lo comprobó el “Príncipe” Carlos cuando le dijeron “salta acá que está bajo”...y solo quedo el sombrerito verde flotando. Al mediodía, para almorzar paramos brevemente, en uno de los tantos abrevaderos que son tan típicos de nuestras riberas. Luego de atravesar unos remansos, un caudal más que escaso volvió a discurrir entre las piedras.
Al caer la tarde, el sol estaba muy débil y faltaba todavía bastante para culminar la primera etapa… Se vivió un momento tenso, cuando el grupo se dividió entre los que querían parar y los que querían seguir. A las cinco, el GPS mostraba que restaban aún dos Km. en línea recta para finalizar la primera etapa.. El estado de Filipini, el cansancio general, la luz que se iba, arreciaban contra la continuación de la travesía. Luego de reunirnos y charlarlo, Daniel se comunicó con un amigo de la zona, “el Barba”, que intentó levantarnos el ánimo con un “falta media hora”. Todavía restaban casi dos horas para que Filipini pudiera conseguir auxilio médico.
Más tarde, cuando ya había sido trasladado a Nueva Helvecia, Filipini nos comunicó que para una mejor atención médica debía regresarse a Montevideo. De todas formas, es bueno que se sepa por este medio que se lo extrañó. A pesar de todas esas vicisitudes, llegamos al ansiado destino y allí estaban esperándonos como siempre Mauricio y flia. Llegamos con la luz justa para levantar el campamento. Un rato más tarde, el tradicional asado estaba ya sobre la parrilla, rodeado de las habituales sillitas de playa, de la picadita, el mate, y los cuentos de todos. A la medianoche cambió sospechosamente el viento. Unas horas mas tarde, arreciaban los ronquidos en el campamento.
El tucu-tucu merodeó la carpa de Rozzatti, según contó mas tarde. Entrada la madrugada, comenzó a llover. A la mañana siguiente, me despertaron las conversaciones fuertes de los madrugadores. Un desayuno frugal y la lluvia empezaban a caer nuevamente. Enseguida, el tema de conversación fue si debíamos continuar remando en esas condiciones atípicas, que empeoraban con la lluvia. Apenas había subido un poquito el nivel del agua. No sabíamos cuantos mas trabado estaría hasta llegar al Rosario. Entonces, decidimos de común acuerdo pasar el día allí.
Y fue una de las mejores ideas que tuvo el grupo, porque después del almuerzo en el que participaron Leo, Diego, Pablo, Aquaman, Daniel y alguno mas que se me escapa, unos cuantos nos fuimos a dormir la siesta.
El cansancio era grande. No paso mucho rato para que se escuchara un “Flaca, que nos vamos a la vía del tren. ¿Venís?” Y allá marchamos de caminata hasta la abandonada vía. Para entonces, ya había salido un sol tan fuerte, que el aire estaba caliente en un momento. Estuvo Daniel enseñándonos durante el paseo, los nombres de los yuyos que veíamos, como la carqueja, la uña de gato y la uña del perro también.
Estos fueron los destacados de la travesía:
. 10 puntos para Acquaman, que con el trozador, abrió pasó durante todo el trayecto. Y para las fotos que sacó!
. 10 puntos para Pablo Rozzatti que realizó su primera travesía y se bautizó solo, cuando patinó y cayó de cara al agua... que dolor!
. 10 puntos para el asador Pablo Caffarena, que demostró tenacidad para conseguir un sabor sin igual.
. 10 puntos para los chorizos caseros (y buenísimos!) que trajo el amigo Mauricio.
. 10 puntos para los morrones en conserva de Diego Coiro, que acompañaron y muy bien, a las colitas de cuadril.
RENGLON APARTE:
- “Negativo, central” para “Pucho” que se negó aceptar la ayuda de la única dama participante, cuando él estaba de pie resbalándose y a punto de estamparse contra las rocas en Paso Tranqueras. Invencible “Pucho”, apagado jamás!
-“Negativo, central” para la lluvia implacable hasta altas horas de la tarde del domingo.
-“Negativo, central” para la cantidad de envases plásticos y botellas de vidrio que flotaban estancadas, convirtiendo aquello en una verdadera mugre.
-“Negativo, central” para el perro muerto, que flotaba mansamente debajo del puente nuevo, convirtiendo ese lugar en irrespirable.
Para mí, significó volver a un circuito, que atesoraba como uno de los más lindos recorridos, sumados al buen tiempo, la visita a los molinos, la vegetación radiante, y un buen campamento en el destino. Para otros, fue la primera vez en el “Alto Pichinango” y aunque no se llevaron tan buena impresión como la mía, creo, que la relación del grupo, fue lo más lindo del fin de semana.
