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Arroyo Lunarejo - Jul/2011 (Senderismo)


Bitacora:


Curso: ARROYO LUNAREJO
Recorrido: ARROYO LUNAREJO - CAÑADA DE LOS MOLLES Y ARROYO RUBIO CHICO
Distancia: 27 km
Días: 3
Año: 2011
Fecha: 16/07/2011 al 18/07/2011
Departamento: RIVERA
Recorrido en Google Earth Lunarejo.kmz
Fotos: www.panoramio.com

 

 

Balcones del Lunarejo.

julio de 2011 - Arroyo Lunarejo

 

solima_historia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Minutos antes de las once y media de la noche del día viernes 15 de julio; arribamos al Club Acal, para emprender la partida. Era una noche fría; luego de una jornada lluviosa.


Los pronósticos no eran buenos; temperaturas bajas; precipitaciones, noches gélidas;
Rivera no sería otra realidad. Algunos integrantes anunciaron su baja por motivos varios (por posible hipotermia; quizás?); fue así que nos acompañaron Gustavo, Pablo Sin, y Estela; la co-pilota.


Pablo Sin fue el primero en llegar; ligero de equipaje y con ansias por partir.


Esta vez no iríamos en nuestro querido camión portador de chijetes y espolvoreador de tierra por sobre nuestros cuerpos y caras frías que hacían de nosotros personas aventureras realmente guerreras en apariencia. En cambio, nuestro viaje fue en “El Kaminante”; como olvidarlo!; cobijador de cuerpos, productor de sueños profundos; conducido por Juan de Dios Gamboa; hombre de poco sueño (menos mal!), y de grande trayectoria (al menos en kilometrajes). El viaje, dicen que fue largo; el tiempo real fue de 8 u 9 horas; con paradas claves, en nuestras estaciones pintorescas que mantuvieron con vida a “El Kaminante” y a algunos otros compañeros; que también necesitaban de su recarga oral; combustible necesario previo a toda aventura incierta. La lluvia no daba tregua; ¡que se descargue ahora; así luego no llueve más!- pensábamos algunos.


Se acercaba la hora de la llegada; sólo restaba encontrar el lugar desde la ruta 30. Subíamos y seguíamos subiendo; esto seguiría siendo Uruguay? Al parecer, si lo era; en Uruguay hay lugares pasibles de tapársele a uno involuntariamente los oídos!!; el Gps indicaba cerca de 300 metros de altura.


Nuestra referencia; Balcones del Lunarejo y un muro de piedras.


Un señor, supuestamente nos esperaría en la estancia turística no muy agradecido por tal madrugada. Llegamos; no habían signos de movimiento humano; ¿estaría dormido?; o ¿aún no había llegado? Despejamos la duda con un mensaje perturbador; anunciándole los buenos días de 19 personas que se encontraban en su estancia; haciéndole saber que pese al mal tiempo, seria un fin de semana de trabajo.


Algunos curiosos; descendieron con miedo al mundo exterior; estaba frío, con viento. Caminamos alrededor de la casa; perturbando y alborotando la tranquilidad del ambiente. Perros atados ladrando sin cesar, gallos, gallinas, caballos y vacas mirándonos. Minutos después, el señor llamó e indicó el lugar de campamento. Aqua, y Pablo Sin, fueron los primeros en seguir las pistas; abriendo porteras y despejando el terreno. ¿Tendríamos que ir caminando con la carga? Todos esperábamos expectantes sus palabras al llegar. ¡Vamos en El Kaminante!- anunció Aqua. Pasa bien!


Gamboa, bajó a analizar la situación. Muy decidido, se subió y encendió el motor. Pablo Con, se resistía a bajar; intentando disfrutar de los últimos minutos de calefacción del fin de semana. El primer obstáculo fueron los cables de electricidad, portador de luz a la estancia (nada menor), los cuales fueron levantados y elevados rápidamente por unos palotes encontrados. Primer prueba superada! Todos caminábamos alrededor, esquivando el barro, ansiosos por acampar. Tocaba pasar finito por una portera; lo hizo!!! Ideal el tamaño del “El Kaminante”. Ahora faltaba la última pasada…mucho barro; pasaría? Pablo Con bajó con Gamboa; y volvieron a subir. Prendió el motor, y… pasó olímpico; todo terreno! Luego supimos que Gamboa había sido previsor, al conocer los bueyes con los que araba, se aseguró de antemano las cubiertas pantaneras.


Ahora nos tocaba trabajar a nosotros. Investigamos el campamento; muchas piedras, pocos árboles, bastante leña. No nos bastó con investigar ese campo; nos fuimos al de al lado a indagar; pero a la brevedad dos señores a caballo se acercaron y muy amablemente nos indicaron que eso era propiedad privada, y de faltar algún ganado, o encontrarlo muerto, seríamos los responsables. Permanecimos pues, en el campamento amigo, conformándonos y buscando cada uno su parcela. La mayoría de las carpas se ubicaron en condominio en un mismo reparo, protegidas por unos cotizados árboles. Pablo Sin, hábil y conocedor de montes, permaneció en campo vecino; bien resguardado, cercano al fogón.


Pasadas las 10am, partimos, aún sin haber hablado ni habiendo sido guiados por el señor de la estancia; el cuál estaría al llegar. Era tal la ansiedad, que al Aqua dar la cuarta señal, comenzamos a marchar por el campo. No llovía, sólo corría un viento frío propio de un mes de julio en el hemisferio sur en el campo. Se escuchaban gritos; era Pablo Con. Anunciaba la llegada del dichoso señor. Nos detuvimos. Enseguida; sentimos un ruido a lo lejos; venía Mario en una moto; pero antes de él corrían 2 hermosos caballos blancos; brindando una sensación de libertad increíble; qué imagen! Qué foto! Dos caballos hermosos corriendo, Mario en moto y dos infaltables perros corriendo y ladrando atrás.


A nuestro encuentro vinieron Mario y los amigables perros. Nos dispusimos en ronda, y comenzó a contarnos de sus 400 hectáreas de “área protegida” (“protegida”- nos especificó únicamente por ellos, sin ayuda del Estado). Nos comentó de los vecinos no tan amigables; y la manera de no meternos en problemas, o sea no ingresando en su campo. No había forma, según él, de perderse. Había que seguir el arroyo hasta el campamento. Salimos siguiendo el trillo del ganado. Las vacas curiosas nos miraban pasar; seríamos realmente un espectáculo. Carla, comenzó a preguntar por los balcones o terrazas, que había visto en Internet. ¿Se podrían ver? ¿Realmente existiría ese paisaje? Aqua, se lo prometió.


Hasta entonces éramos un sólo grupo. Comenzamos a descender; no sin antes, tener la primera caída y resbalada de Daniel Introini. Aqua, gritaba; y nuestra ansiedad y entusiasmo aumentaba. Descendimos con cuidado; agarrándonos de ramas, árboles, y de todo lo “agarrable”; estaba muy resbaloso y empinado.

 

Fernando, ya tenía enroscada al hombro la cuerda tal como si fuera una víbora. La desenroscó, y fue de gran ayuda para el tramo final. Los pantalones, ya tenían el barro necesario y suficiente para recién haber comenzado. Llegamos al arroyo; corría el agua cristalina de manera continua haciendo del lugar un lugar mágico en su totalidad. Muchos al querer mirar tal paisaje, cayeron en piedras tramposos musgosas; Pablo Con, fue el primero en decir; ¡cuidado que está resbaladizo! y acto seguido cayó al suelo; otorgando total veracidad a sus palabras. Acá un tropezón, era caída.


Descansamos unos minutos; nos sacamos fotos y brindamos con unas pócimas increíbles, para poder de esta manera asimilar algo tan magnifico, y soltarlo a la brevedad para continuar. Cuando el lecho del arroyo daba paso caminábamos por allí; pisando piedritas (que hasta entonces eran queribles), trepando otras no tan chicas; viendo calloheiras y siendo acompañados por el sonido del correr del agua cristalina entre nuestros pies. Cuando no daba paso, nos veíamos obligados a subir al monte, e ir bordeando el arroyo desde allí. Ir por arriba tenía lo suyo también; el piso era de hojas y tierra, por ende, era una alfombra, en comparación con el piso de piedras (ya a ésta altura un tanto molestas). Íbamos uno atrás del otro, esquivando ramas, bostas frescas, pasando alambrados, y cantando canciones enganchadas libres de asociación. Fátima comenzaba, y los demás acompañábamos. De pronto, varios compañeros se detuvieron. Algo habían encontrado; Pablo Con tenía algo preciado entre sus manos; 2 hermosas y olorosas naranjas. ¿Se le habría caído a alguien?- pensó. Pero no; allí a lo alto había un naranjo, y a su izquierda otro. Intentamos bajar algunas, pero fue en vano; se resistían a ser comidas. Pablo, se vio obligado, ante nuestras tristes caritas, a compartir sus naranjas con algunos afortunados; y continuamos la caminata. En ese momento, nos dimos cuenta, de que éramos el grupo 2. ¿Por dónde se habrían ido Aqua y sus secuaces? Comenzamos a gritar; ¡Aqua! ¡Aqua!. A lo lejos retumbó una voz. No estábamos tan lejos.


¿Qué hora sería? Ya había hambre en el cuadro. El calor, poco a poco, nos iba despojando de los múltiples abrigos tan necesarios unas horas atrás. Realmente allí era un micro clima; otra realidad. Escuchamos gritos; habían encontrado un hermoso lugar. Era una caída de agua que desembocaba en un profundo pozo azul. Descendimos, sin grandes dificultades, haciendo un micro rappel. Eran las 12am; el sol se sentía cada vez más fuerte. José, comenzó a sacarse la ropa; todos lo mirábamos; no de voyeuristas, pero si, de curiosos; ¿realmente sería el primero en bañarse? Lo hizo; no sin antes posar para los espectadores y las cámaras. Acto seguido de sumergirse en el agua, nado tres brazadas y salió a la orilla. Uff, que frío- pensé! Al parecer no fue tan grave la salida; el sol lo acobijo. Estábamos todos juntos; ¿comeríamos allí? Aqua, decía que era muy temprano; el almuerzo estaba planificado para la 1pm. Estuvimos de acuerdo, pero descansaríamos al menos 5 minutos; nosotros a diferencia del grupo 1 recién habíamos llegado y ellos ya querían salir. Comimos unas frutas, dimos un trago a las pócimas presentes y partimos nuevamente. “Una hora más y comemos”-pensábamos para darnos ánimo y entusiasmo. Esa hora se hizo corta, pese a que cada vez eran más los abrigos que cargábamos a cuesta. Almorzamos en un hermoso lugar, en un cruce de 2 arroyos. Devoramos nuestras viandas sobre unas inmensas rocas, mientras evaluábamos nuestro primer tramo recorrido. Juan Gamboa y Estela habían tenido que retornar al campamento, ya que el celular les había hecho recordar ciertas responsabilidades laborales que necesitaban de una respuesta a la brevedad.


Nosotros, por lo pronto, teníamos que comer y seguir; todavía quedaba un largo trecho. No había lugar para la siesta. Recargamos agua bastante cristalina y seguimos. Filippini e Introini decidieron regresar al campamento; ya había sido suficiente. Fernando y Pablo Con los acompañaron a subir por la pendiente, y luego se encontrarían nuevamente con el grupo. Llevaban la cuerda y el GPS recién estrenado de Pablo.


Continuamos juntos los que quedábamos. Llegamos a un lugar, tipo cantera, con grandes rocas y pozos de agua. Carla, fue una de las que tomó el mejor camino para escalar las rocas y pasar para el otro lado. Pero, al no tener quórum, se acercó a la muchedumbre que seguía ciegamente a Aqua y a Gustavo, simplemente por tener capacidad de liderazgo. De esta manera, algunos seguimos a Gustavo, el cuál había subido por un lugar empinado sin grandes dificultades. Otros en cambio, evaluaron ahora sí, positivamente el camino de Carla y retornaron a hacerlo. Allí fue cuando visualizamos tres piscinas; tres grandes pozos de agua. El sol seguía calentando los cuerpos. ¿Llegaría el baño de Aqua?. Decidido, ahora si, se quitó la ropa, y se zambulló en uno de los pozos. Ese sería su primer baño. La cantera no daba paso; subimos al monte para poder continuar con la caminata.


Poco a poco, el grupo se fue distanciando; el primer grupo parecía no sentir el agotamiento y continuaban al mismo ritmo; a diferencia del grupo 2 que intentaba no caminar más por las piedras, aunque fuera necesario atravesar alambrados una y otra vez. Gerardo, tenía doloridas las rodillas y acalambrados los muslos. Rafa iba cerrando al grupo. De repente en un descampado; desde la quebrada, vimos a lo alto, en uno de los cerros, a dos siluetas humanas, saludándonos. ¿Serían Pablo y Fernando? Los saludamos por si acaso. Acto seguido vimos a su lado 2 señores a caballo; ¿serían los vecinos custodiándonos?. Rápidamente, las personas a pie comenzaron a descender; probablemente vendrían a nuestro encuentro. Cuando quisimos acordar se nos habían perdido de vista. Seguimos la caminata; ¿cuánto faltaría?
Piedras y más piedras; ¿qué significaría, de ahora en más, “una piedra en el camino”?- se preguntaba José. Escuchamos voces; paramos. Probablemente serían los muchachos intentando encontrarnos. Nada…


Carla, preguntó por su campera gris; se le había caído al parecer. Nadie dijo haberla encontrado. Una pena; hacia juego con su pantalón.


Continuamos, hasta que nos encontramos con una bifurcación del lecho del arroyo. ¿Por dónde seguir? El grupo 1 ya no estaba al alcance de nosotros. Y el grupo 3, la dupla socorrista, estaban perdidos rastreándonos. El Gps de Gerardo, bautizado por el inconsciente de Clara, como el bps, indicaba que el campamento era para la izquierda. Las psicólogas presentes le otorgamos un sentido a ese lapsus; el gps, tenía mucho que ver con el bps; al fin y al cabo, era nuestro respaldo. Avanzamos y el lecho parecía cerrarse ¿daría paso? Laura caminó hasta allí; y nos hizo señales de seguirla. Proseguimos; y nos encontramos con lugares cada vez más hermosos; Fátima dijo: “luego de ver estos lugares, ya está, me puedo morir tranquila”. Llegamos al final del lecho, y nos esperaba una hermosa caída de agua, con un paisaje alrededor de película. Ahí decidimos sacar la foto del grupo 2. ¿Y ahora? ¿Por dónde subir? Nos quedaba una hora de luz. Laura, Dora y José, probaron a subir por una pendiente un tanto peligrosa. Rafael y Clara, siguieron buscando otras alternativas. Al lado izquierdo había un sendero más rocoso; bastante trepable. Laura, intentando bajar, resbaló, y cayó; quedando afortunadamente indemne. Comenzamos a trepar; pero para no caerse había que hacerlo en 4 patas. Pucho, era todo terreno; parecía clavado a la tierra. A lo lejos visualizábamos un rayo de luz; hacia ahí iríamos. Escuchamos unos gritos; eran Pablo y Fernando!!! Estaban atrás nuestro!!! “Suban por la izquierda”-gritábamos. Finalmente, logramos salir a campo abierto. Que alegría; no dormiríamos allí abajo; llegaríamos al campamento a escuchar a Uruguay y a comer colitas de cuadril. Estando arriba; nos felicitamos como grupo por el logro alcanzado y nos abrazamos brindando con las restantes gotas de la última pócima existente.


Fernando y Pablo, salieron a varios metros a campo abierto. Estaban sedientos. No les resultó nada fácil encontrarnos; fue todo una odisea para ellos. Pasadas las cinco de la tarde, llegamos al campamento. Aqua nos esperaba; y nos relataba por dónde habían subido ellos. Llegamos directo a sentarnos en el fogón; Juan y Estela lo habían prendido. Filippini ya estaba pronto para el reparto de queso y membrillo. Y nosotros prontos para comerlo. Descansamos y compartimos las tres versiones del último tramo del día, mientras mateábamos. Se acercaba la hora del partido; todos recordábamos la respuesta de Mario al preguntarle donde lo podríamos mirar: “Si quieren verlo, tendrían que ir hasta Tranqueras, que queda a unos 20 kilómetros de acá”. Carla, fue a buscar su celular. José preguntó quien lo acompañaba hasta la casa de Mario. No hubo quórum; el cansancio se hacía sentir. Estela fue a “El Kaminante”; a ver si sintonizaba la radio. Habíamos arreglado, que de hacer un gol Uruguay, sería una bocina; de ser gol de Argentina, serían 2 bocinas. Varios fueron junto a Estela y a “El Kaminante”. Otros quedamos, tomando vinito y contemplando las colitas de cuadril; mientras estábamos expectantes del partido. No habían pasado ni 5 minutos del partido cuando escuchamos una bocina; si, una sola!! ¿Sería verdad?. No nos podían ilusionar así. Vino Estela, había sido gol del Ruso Pérez. Increíble, realmente. Brindamos por eso. Seguimos charlando allí, aparentando estar distendidos; pero hay que confesar, que este fogón fue uno de los más tensos de las travesías. Introini, nos ayudó a distendernos; se encontraba de grandes charlas con Dora, hablando acerca de ciertos lejanos parientes suyos, cuando de repente se cayó para atrás con la silla y desapareció. Nada sucedió, pero la tentación tomó lugar.


Dos bocinas; maldición!; no duró mucho nuestra alegría. Y si- decíamos algunos. Pasaron los minutos; y no aparecían. Decidimos ir comiendo; las colitas de cuadril le habían quedado a Juan Gamboa deliciosas; jugosas y gustosas para quienes así lo deseaban y a punto para otros gustos. Pablo Sin, habían sido el fogonero.


Pasaban los minutos; Penales!!! Maldición! Qué nervios!! Nos fuimos todos, a “El Kaminante”; Muslera ataja a Tevez!, Uruguay nomás!!! Uruguay carajo!!! Abrazos, gritos, emoción. Ganamos; le ganamos a Argentina. Qué alegría!!! Tocamos bocinas, salimos al campo a saltar y a correr abrazados. La fiesta siguió; se siguieron descorchando vinitos. Y como no podía ser de otra manera; se realizó el avistamiento correspondiente liderado por Rafa.


A las 8am del domingo, comenzamos a levantar nuestros cuerpos y prepararnos para la segunda jornada. Lloviznaba un poco. Gerardo, decidió quedarse; seguía un poco dolorido. Le esperaba una linda siesta, en una silla previamente elegida.


Hicimos el sorteo; Introini, ganó un bastón de caminata, que le sería de gran utilidad para la jornada; y Carla recibió un premio sorpresa; su camperita gris de regreso.


Repartimos la carne del día anterior; ese sería nuestro almuerzo. Caminamos hasta la casa de Mario. Este nos mostró fotos de animales de la zona, incluyendo, todo tipo de víboras (menos mal, que no era época!); fotos de turistas que habían concurrido a dicha estancia, y fotos de sus familiares. Nos señaló el camino; teníamos que caminar por la ruta hasta la casa de otro señor. Mientras caminábamos, Mario pasó en la moto. Explicó a los primeros, grupo 1, que el señor vendría de Tranqueras, para darnos la bienvenida y señalarnos el camino. Al grupo 1, se le sumó un integrante más; Juan Gamboa. Llegamos a la casa; no había entrada; atravesamos el alambrado, siendo desde el día anterior, una entrada natural para nosotros. Dos mimosos perros vinieron a nuestro encuentro. Ingresamos y hablamos con los trabajadores de allí; uno de ellos hablaba “portuñol”.


Finalmente, el señor llegó; y nos explicó brevemente su campo y los caminos a recorrer. Igual que Mario, pedía la colaboración de $100 pesos uruguayos por persona, para ingresar. José conocía el lugar; ya había estado allí anteriormente. Caminamos, pasamos un cerco de piedras y comenzamos a descender. Ya éramos expertos en piedras resbaladizas. Bajamos hasta el arroyo, y continuamos por allí el camino. Había agua, pero también las suficientes piedritas, que de ser embocadas daban paso. Los bastones de caminata eran de gran utilidad; funcionando como una tercer pierna equilibrista.


Introini y Filippini decidieron regresar; el nivel de dificultad era exigente; 4 o 5 en nuestra escala Acaliana. Cerca del mediodía llegamos a otra caída de agua, aún más alta; este lugar no tenía desperdicio. El sol seguía allí, acompañándonos con su calor. Allí mismo almorzaríamos. Aqua y Dora decidieron darse un baño. Dora, la nadadora, permaneció allí nadando unos cuantos minutos; qué mujer valiente!; dando prueba de la fortaleza y el estado saludable de su cuerpo. Para Aqua, ya era el segundo baño, y como de costumbre, quería realizar uno de sus saltos desde lo alto. Subió hasta una altura un tanto exagerada; “No, Aqua, no lo hagas!- gritaban algunos. Miró a la cámara, y se tiró de clavado. Segundos después, salió a la superficie; y lo aplaudimos aliviados.


Almorzamos la carne al pan. Pablo Sin, comenzó a tirar piedras, intentado embocarle a un camoatí que estaba en lo alto. Habrá tirado cerca de 100 piedras; 2 de ellas lograron darle al blanco; eso ya se había tornado personal; Pablo seguía intentándolo. Según el; tiraba a errarle. Luego de la digestión, algunos subimos a explorar el arroyo antes de la caída. Habían dos caminos de piedras, vegetación y paredones desde donde corría el agua. Seguimos nuestro rumbo; un poco por el monte, y un poco por las piedras. Las técnicas para transitar por el arroyo esquivando el agua gracias a las piedras eran varias; el bastón tanto comprado como natural era cotizado como tercer apoyo. Otros, utilizaban sus saltos largos, o sus piernas largas. También habían casos particulares; por ejemplo Pucho, ya caminaba por el agua, sin intentar embocarle a la piedra y Fátima, se descalzaba, cada vez, pese al arduo trabajo que requería. En el tramo final del camino, habían dos opciones. Continuar unos kilómetros más, hasta la ruta y subir; o de lo contrario subir la pendiente y cortar camino hasta el campamento. Los que tomaron la opción más larga y sacrificada fueron Aqua, Gustavo, Pablo Sin, Juan Gamboa y Rafa. Ani dijo que a los saltos ella no iba a continuar, y por tal motivo se uniría al grupo dos.


Los vimos partir; efectivamente iban a los saltos, corriendo por las piedras; mientras Rafa corría en paralelo por el monte. Nosotros emprendimos la subida; subimos, y subimos; sintiendo cada uno de nuestros músculos de las piernas. Pablo Con, Fer y la cuerda, fueron de gran ayuda en el tramo final de la empinada. Llegamos a cielo y campo abierto. Tomamos la ruta y minutos más tarde estábamos en el campamento de regreso. Minutos después de haber llegado, aparecieron Gustavo, Juan Gamboa y Aqua corriendo por el campo vecino; querían ganarnos!!.


Pablo Sin y Rafa llegaron media hora después; se habían perdido, dando como muestra el recorrido dibujado de un 8 en el gps. Risas, y más risas.


Gerardo, nos comentó que su tan deseada siesta había sido interrumpido por el regreso de Introini y Filippini al campamento. Merendamos el martin fierro de cada día; y comenzamos a planificar la cena; sería fideos con un delicioso tuco casero. Varias manitos colaboraron cortando cebolla, ajo, tomate, carne, etc. Los cocineros también fueron más de uno; Rafa y Juan.


La ronda era grande; unos estaban con el humo del fogón en la cara; lagrimeando o protegiéndose del mismo; con unos lentes negros, como fue el caso de Carla; mientras otros permanecían en la oscuridad, de incógnito. La comida fue un éxito total. Acto seguido, Pucho, repartió como de costumbre el postre; deliciosos chocolates en sus 2 variedades; blanco y negro. Luego comenzamos con los cánticos; fue realmente una noche revelación. Pablo Sin, comenzó a cantar tangos, con una voz fuerte y clara; sabía perfectamente las letras de cada una de ellas. Pucho, y sus enganchados de canciones. Todo culminó con un baile alrededor del fogón y con la pregunta de Rafa (con tono de preocupación) de quién pagaría los vinos de Hugo que se seguían abriendo. Introini apareció de madrugada con su silla, a comer fideos fríos y a unirse a la fiesta.


Lunes de mañana; último día. Levantamos campamento y partimos hacia el Valle del Lunarejo. Al llegar, el arroyo no daba paso. Decidimos ir a conocer la ciudad de Tranqueras, y comer en Tacuarembó. Finalmente, emprendimos el regreso a Montevideo, con la panza llena, mirando gracias a la tecnología de “El Kaminante”, las fotos de lo vivido. “El Kaminante” se iría la madrugada siguiente a La Plata, a presenciar el partido de Uruguay- Perú que nos conduciría a la final del Campeonato América.
Arribamos al Acal, cerca de las 9pm; cargamos las cosas, y nos despedimos hasta el día siguiente.

 

Relato: Clara Barbeito y Pablo Caffarena.
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

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Canotaje Travesía - Balcones del Lunarejo - Jul 2011


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