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Relatos Canotaje travesía


Arroyo Laureles - Ago/2010 (Senderismo)


Bitacora:


Curso: Arroyo Laureles
Recorrido: Cañada de la Gruta - Salto del Cerrito - Salto de Sonia
Distancia: 22 km
Estado del Cauce: Poco agua en general, ideal para caminar
Clima: Frio a templado, dejo bañarse en los pozos
Días: 3
Lugares / acampar: Perfecto de Monte Natural
Año: 2010
Fecha: 27/08/2010 al 29/08/2010
Departamento: Tacuarembó
Recorrido en Google Earth Puntos.kmz
Fotos: www.panoramio.com
Video: www.youtube.com

 

 

Relato y ficción un solo sentimiento

 

portada

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Relato de ultra tumba!

 

Salimos el viernes de noche. El lugar de encuentro fue en el estacionamiento del Club Acal. Se iba en auto, así que teníamos asegurado un viaje largo, pero cómodo y rápido.

Me tocó ir con Rafael, Sismondi y Carla, tomando mate y compartiendo unos bizcochos.

 

Después de pasar la ciudad de Tacuarembó, la caravana de autos tomó por un camino de tierra que sale a la izquierda de la ruta (Lambaré y Estación Laureles). Al poco rato ya empezamos a disfrutar del paisaje con monte nativo, cerros y cascadas naturales, donde parábamos para tomar las primeras fotos y Gerardo nos asombró con el alcance su nueva cámara.

 

Pasamos a buscar a nuestro guía Darío Fros que nos llevó hasta el campo para armar el campamento.

 

En la última parte del recorrido que hicimos por el medio del campo abriendo y cerrando tranqueras, nos llamó la atención una construcción en la cima de un pequeño cerro. Era como un gran panteón con vista a todo el valle.

 

Llegamos al lugar del campamento con árboles para armas las carpas a cubierto de la intemperie y un espacio para un fogón.

 

Dejamos todo rápidamente, ayudándonos para armar el campamento y salir a nuestra primera caminata.

 

 

 

Cañada de la Gruta (rumbo al Salto Eduardo)

 

La ruta hasta el lecho del río, de vegetación espesa, estaba llena de árboles, plantas y helechos, que nos daban un panorama verde y húmedo, protegidos del sol.

 

Cada tanto salíamos a un hueco en el monte donde se veían cerros con piedras, y aves secando sus alas al sol.

 

Llegamos al fondo y encontramos el río con su fondo de piedra. A partir de acá, caminar ya no era tan fácil como en el monte. Había que embocarle a las piedras, a veces secas y otras mojadas y resbalosas.

 

 

 

Hicimos una pausa para comer algo y disfrutar del paisaje. Estaba lindo como para quedarse ahí todo el día, pero nuestro objetivo era seguir por el río y encontrar el salto Eduardo, así que arrancamos río arriba, entre las piedras. Las márgenes estaban llenas de árboles y vegetación cada vez más alta, era como entrar de a poco en algo que quedaba encerrado entre las dos orillas, donde el sol difícilmente pudiera llegar. Según Darío, no faltaba tanto para llegar al salto, pero había gente cansada y nos quedaba el difícil camino de vuelta.

 

Se decidió hacer la última parada. Un grupo iba a intentar avanzar para intentar ver el salto, pero no hubo suerte, la visita quedaría pendiente para una próxima oportunidad.

 

Volvimos, con dolor en los pies, cansados pero disfrutando de cada lugar que era más lindo que el anterior.

 

 

 

Al llegar al campamento empezó la preparación del fogón y la comida. El dueño del campo nos regaló medio cordero que se empezó a preparar de inmediato.

 

Aprovechamos a escuchar las historias de Gustavo sobre Darwin y la época en que anduvo por estas latitudes reconociendo plantas y animales.

 

Las hijas de Darío nos acompañaban y participaban de todas las actividades con toda la energía que tienen los niños.

 

Se hizo la noche y el cielo era una belleza. Todos seguíamos intrigados por la construcción del cerro, que ya habíamos llamado como "La Cripta". A medida que pasa el tiempo, nos dábamos más manija, hasta que surgió un grupo que decidió ir a visitarla en el medio de la noche.

 

 

 

La Cripta

 

Gustavo llevaba el GPS para no perdernos entre cuentos de fantasmas y extraterrestres, Carla iba al frente, buscando que el grupo no saliera corriendo de vuelta al campamento, Sismondi, el Rafa y yo íbamos vigilando, sacando fotos que nunca salieron muy bien y haciendo especulaciones sobre la situación.

 

Pasamos por arriba de todos los charcos que encontramos, ya que no se veía nada en medio de la noche. No sé bien quien aportó un habano que iba a ser el premio en caso de que llegáramos a "La Cripta" y pudiéramos volver sanos y salvos.

 

La última parte del trayecto fue la más difícil, llegamos a la base del cerro y sabíamos que había una casa del otro lado, así que teníamos que hacer todo con las luces apagadas para no tener problemas con los vecinos. En eso se nos interpuso un grupo de vacas que estaban pastando en la zona y según expertos consultados posteriormente, "vigilaban" que nadie se acercara al santo recinto.

 

Tuvo que mediar la guapeza de Carla y el arrojo de Gustavo para poder dispersar a las vacas que no esperaban tanta determinación del grupo de humanos.

 

Finalmente llegamos triunfales a la cima, donde varios sintieron además de ruidos, la presencia de almas que nos vigilaban.

 

Volvimos más rápido que ligero, y podríamos decir que más que una vuelta fue una disparada. Sacamos fotos, tomamos algo que habíamos llevado y nos fumamos el bien merecido habano, entre chistes y cuentos de lo sucedido.

 

Al llegar al campamento, nos sentamos a disfrutar del cielo estrellado y los cuentos de lo sucedido. Entre risas y tragos, sin saberlo, enteramos a todo el campamento de nuestras andanzas. Algunos, como Laura y José, llegaron a vivir la historia completa desde dentro de sus carpas.

 

 

 

Al otro día nos dedicamos a recorrer los campos cercanos al campamento, que estaban llenos de montículos de piedra, donde había muchas ágatas y amatistas de diferentes colores.

 

Después del mediodía y con mucho pesar, emprendimos el regreso. Pasamos por la casa de Darío a saludar al resto de su hermosa familia y conocer la interesante forma de vida que lleva lejos de la ciudad, rodeados de animales y naturaleza.

 

Relato: Fernando Caitano

Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL

 

 

 

La realidad supera la ficción...

 

Hola, esa vez escribí un relato que no se ajusta mucho a la realidad y no vale como crónica.

 

 

En la mañanita andamos alrededor del fuego, calentando agua para los termos en las troperas, ya hay algún mate en la vuelta, el día apenas nublado, bajo las arueras, los arrayanes, y las coronillas. Estamos en un claro del monte, las carpas alrededor. Todavía alguna gente duerme tranquilamente.

 

Rafa parado con un vaso en la mano cuenta que no sabe si soñó, pero era parecido. Como una sensación, no se acuerda bien. Antes de despertarse del todo, se encontraba con la cabeza hacia el fondo de la carpa, y contra una pared lateral, muy arropado y con uno de sus compañeros dormido y apretándolo un poco, fue entonces que le vino una imagen parecida a una ensoñación; imaginó a los treinta y tres mineros sepultados vivos a 700 metros de profundidad y supo de qué se trataba estar ahí, él respiraba su propio aire adentro de la carpa cerrada y en la oscuridad los mineros sentían el peso de la tierra sobre sus cuerpos.

 

Yo había soñado también, un conocido mío católico empedernido y soltero por vocación, se enamoraba de una mujer muy bajita, de pelo corto, castaño; él pituco con tendencia a acicalarse y ella sencilla con sus ropas humildes, era comunista; se enamoraron y pensaban casarse. En un borde del sueño, al verlos, pensaba que los extremos se juntan.

 

 

 

Al llegar habíamos visto en la cima de un cerro, a lo lejos, un mausoleo oscuro y alto, casi tocando el cielo. En la noche tomamos vino y conversamos con ganas de ir a visitarlo. Qué quien sabe cuántos años haría que estaba ahí, si habría tumbas y qué tristeza un cortejo fúnebre en el medio del campo, subiendo el cerro con el ataúd en un carro tirado por caballos y los deudos con su dolor a cuestas. Casi en la madrugada decimos que vamos, un poco de miedo de que de lejos nos vieran, creyeran que éramos unas ánimas caminando y nos cagaran a balazos, y algo de miedo a los muertos. La noche sin luna aún, el campo irregular, el susto y que nadie se vaya muy lejos, casi corriendo y a las risas, con una botella de vino y las ganas, fuimos. El oscuro edificio recortado en la noche y las vacas mirándonos como nunca. Con las linternas en la cabeza girando y descubriendo las quietas miradas una al lado de la otra, las vacas como elefantes cerraban el círculo. Jadeantes y sin resuello subimos la loma, casi corriendo alumbramos los nichos, y allí nomás salimos corriendo cerro abajo convertidos en mutantes poseídos, los ojos rojos.

 

Al llegar, el campamento un silencio total, ningún ronquido de quienes se habían quedado durmiendo, nos pareció sospechoso y creímos que alguien los habría degollado. Al rato nomás se despertó Intro, que nos calláramos y que se sentía mal, allí nomás vomitó y cuando lo fue a atender Gustavo, vio que estaba poseído, que la cabeza le giraba sobre su eje. Después se calmó, le volvió el alma al cuerpo y se fue a dormir el mismo de siempre.

 

Al otro día, éste de los cuentos de los sueños, no podíamos creer haber ido hasta allá, y es como dijo una vez uno de los compañeros, cuando salimos de caminata estamos fuera de la realidad.

 

 

Yo no fui esa noche al mausoleo, pero lo conté como si, de las ganas que me dieron después, ja.

 

Ficción: Laura Barú

 

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Canotaje Travesía - Arroyo Laureles - Ago 2010


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