Después de un ciclo de varias reuniones, cargadas de bullicio y ansiedad; de muchos correos-e, algunos de los cuales habían logrado asustarme un poco (pero no sin razón). ¡Llegó el tan esperado día! Viernes 22 de agosto a las 22 horas comenzamos a llegar y a cargar, el ómnibus estaba allí: Majestuoso, " El Kaminante".
Todos los 18 integrantes, estuvimos en hora y en forma para arrancar a las 22:30 tal como estaba planificado. Para mi todo era nuevo, nuevo y excitante, era la única que no pertenecía al grupo de canotaje, el grupo que yo venía conociendo poco a poco en las reuniones y que me pareció
fantástico pues me integró rápidamente y en ningún momento me hizo sentir ajena.
Ni bien salimos del ACAL el jolgorio y la algarabía era total, tanto que dejamos atrás a un integrante, sin darnos cuenta, así que entre bromas y disculpas por el error imperdonable, volvimos al club. "Esto es increíble dijo alguien, ¿quien era que iba a hacer el relato? que empiece ahora mismo." ¡¡!Risas y más Risas el buen humor nos acompañó todo el viaje!
Íbamos a pasar juntos tres días inolvidables. Se trataba de caminar alrededor de30 Km. por el Cañón del Laureles y sus aledaños. El Arroyo Laureles se encuentra ubicado en el extremo norte del departamento de Tacuarembó, muy próximo al límite con Rivera y en algunas zonas (por donde caminamos) el límite mismo, a su vez forma parte de una región aún mayor que es la Cuchilla de Haedo. Este lugar y otros forman parte del SNAP (SISTEMA NACIONAL DE AREAS PROTEGIDAS DEL URUGUAY). http://www.snap.gub.uy/
Poco a poco todo se fue aquietando, las risas dieron paso al sueño, al afloje, de los días anteriores y llegó un momento en que se oían solo las voces de unos pocos que iban conversando con Juan (el chofer) y lo hicieron heroicamente hasta llegar a Masoller. Llegamos aún de noche al despuntar el alba, Juan nos dejaba y se iba a llevar el ómnibus para volver con el guía.
Apenas bajamos vimos un manto blanco que se extendía por el pasto, había helada, ¡estaba frío mismo! Enseguida me impresionó la disponibilidad y rapidez con que se armó el fogón y aparecieron los primeros mates y a calentarnos junto al fuego. Cuando volvió Juan con Darío quien sería nuestro guía nos pusimos en movimiento, los primeros kilómetros se nos hicieron largos, dentro del Monte nativo adelante el guía y los muchachos iban abriendo camino a machete cuando era necesario.
Al mediodía llegamos a la cascada del indio cansados pero absortos por la belleza del lugar. Hicimos un alto para contemplar la cascada, descansar y almorzar. Luego de este reparador descanso retomamos la marcha el camino ahora nos permitía ver los bosques de quebrada, muy pronunciados de cuesta basáltica, con una vegetación tan exuberante; gargantas estrechas y profundas entre altos murallones de más de 30 metros por donde podíamos apreciar que surgían caídas de agua, hilitos algunos, chorros o cascadas otros.
Las mochilas comenzaron a pesar y ahí recordé todos los consejos que nos daban en los correos-e, todo era cierto, como dijo alguien:"¡Presten atención que lo que vamos a hacer mañana no es moco e pavo!" Era conciente de que llevaba sólo lo necesario y aún esto parecía mucho. Pero el paisaje impresionante que se abría ante nuestros ojos nos hacía olvidar por momentos el peso de más.
En esta especie de grutas que se formaban pudimos observar árboles de gran altura algunos hasta de 25 metros o más, como Laureles, Francisco Álvarez, Camboatá, Guayabo gigante, bajo los cuales crecían especies de menor tamaño como Naranjillos, Chal-chal, Plumerillo Rojo, Helechos, Cañas, Enredaderas, Barba de Monte, Orquídeas enanas. Y en las laderas de las quebradas: Pitangas, Canelón, Palmera Pindó...
Otro momento especial fue cuando cambiábamos de orilla, meterse al agua hasta la rodilla, cuerdas, caminar sobre las piedras, que hacer? descalzarnos? hicimos todas las pruebas, pero no faltaron los chapuzones, las resbaladas en el barro y los compañeros siempre dispuestos a colaborar para levantarnos.
Y así Darío nos iba diciendo ahora estamos en Rivera al rato en Tacuarembó. Las Bandurrias nos siguieron todo el tiempo y también otras aves como por ejemplo la Seriema que yo no conocía.
Íbamos siguiendo el límite cada tanto aparecía una cuerda para subir la ladera o para bajarla. Llegó la tardecita y el tan esperado descanso. Se armó el campamento esa noche chorizos y arroz ¡que delicia! A poner a secar la ropa, los championes, algunos chamuscados, poco a poco fuimos aprendiendo que había que tener más cuidado con el fuego. Esa noche llovió nuestra carpa que era casi "virtual" soportó estoicamente la lluvia: ¡quién lo hubiera pensado!
El cansancio nos venció y dormimos hasta el amanecer de un tirón.
A la mañana siguiente café con leche, mate galleta y a apurarse que nos falta mucho aún.
El camino era duro, monte, piedra, arroyo, barro, a medio día algunos casi no teníamos hambre pero hicimos medio día en un lugar tan hermoso: el cañón de las Bandurrias con mucho sol, un día espectacular a secar la ropa, extender la carpa, un rato más y a caminar, esta vez por un Monte tapizado de helechos, bellísimo.
"¡Cuidado! se oyó una voz, hay cuevas de bichos miren bien donde ponen los pies";
En determinado momento alguien divisó una naranja en lo alto de un árbol que había trepado muchos metros para alcanzar la luz.
No podíamos dejarla, el compañero que la vio recogió lo que me pareció el tronco de otro árbol enorme y la bajó que delicia ¡nos parecía mentira!
Este segundo día caminamos mucho en partes a campo traviesa, después todas las posibilidades antes narradas. Esa noche hicimos el fogón muy cerca del arroyo, la noche estaba linda pero fría.
Polenta, arroz, era 24 de agosto. La noche de la nostalgia; cansados, felices con nuestra experiencia, la cosa iba saliendo el grupo respondía en forma compacta y era notable la disponibilidad y valentía que mostraba frente a los diferentes obstáculos que se le iban presentando. A dormir temprano, que el día siguiente era bravo nos esperaba la Sierra y después de ella estaría el tan ansiado cordero asado, ¿sería cierto?
Así que tempranito a levantar todo otra vez y subimos y bajamos las sierras más de una vez y allá en un lugar privilegiado estaba el establecimiento, un lugar fantástico, Darío nos había ido llevando; mientras nos hacía relatos del lugar, que era paradisíaco y cada tanto nos decía: " falta una horita".
El cordero exquisito, la ensalada, las bebidas todo nos parecía maravilloso además la naturaleza nos prodigaba belleza por doquier, unas horas más estaríamos en marcha hasta donde Juan había dejado el ómnibus, ahora redoblábamos el paso sentíamos que estábamos por cumplir una meta, muy importante. Fueron 25 kilómetros y algo más. Mucha fatiga, pero mucho compañerismo. ¡Un privilegio haber podido compartir esta experiencia con un grupo MARAVILLOSO!
Relato: María Abal
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL
