Arroyo Casupá - Oct/2024
Bitácora:
Cursos: Arroyo Casupá y Río Santa Lucía | |
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Recorrido: | Paso Real (R40) – Bolívar (R7) |
Distancia: | 28 km |
Estado del Cauce: | Muy bajo |
Clima: | Caluroso y soleado |
Días: | 2 |
Lugares / acampar: | Bueno |
Año: | 2024 |
Fecha: | 19/10/2024 al 20/10/2024 |
Departamento: | Florida – Lavalleja - Canelones |
Recorrido en Google Earth | Ver recorrido |
Fotos: | En el relato |
¡Casupá!

UNA TRAVESÍA QUE TUVO DE TODO
DESDE UN ARROYO “NAVEGABLE” HASTA LAGUNONES
El sábado, temprano, a las cinco y media de la mañana nos encontramos en el Club Acal, aunque la travesía no fuera organizada por Canotaje Travesía el lugar de encuentro fue el mismo de siempre.
Partimos en dos vehículos: uno a cargo de Daniel de los Santos, con Alejandro a su lado, llevaban el tráiler con las tres canoas. El segundo, conducido por el Primo que iba acompañado de Eduardo, Gaby y quien escribe, Fiorella.
Salimos puntualmente a las seis de la mañana -esta vez, nadie se quedó dormido-. Al llegar al arroyo Casupá, en la ruta 40, después de una breve parada en el arroyo Casupá del Sauce, descargamos todo. Los conductores se fueron a dejar los autos y Eduardo, de curioso no más quiso arrimarse a ver cómo era el arroyo y bueno… para arrancar con tranquilidad serruchó un poco y anunció: "los primeros cuarenta metros están despejados". Iluso él, si pensaba que con solo cuarenta metros despejados podríamos avanzar con facilidad.
Al llegar el Santo y el Primo (los Danieles), cargamos las canoas y a las nueve de la mañana comenzamos a “remar”. El Casupá nos esperaba, tapado de vegetación, con increíbles galerías de árboles completamente cerradas, otros caídos y algunos lagunones dispersos. Con machete y tronzador en la mano, el Santo y el Primo iban abriendo camino. Los demás, en ocasiones ayudábamos a serruchar alguna ramita o mover las que ya estaban cortadas, pero nuestra principal función fue caminar, arrastrar y, en ocasiones, hasta nadar agarradas a las canoas, ya que, por si no fuera poco, “Las Pitufinas” no siempre hacíamos pie. En este punto, cabe mencionar que las tripulaciones iniciales y las que se formaron a lo largo del trayecto fueron cambiantes.
Cuando llegábamos a algún lugar en que podíamos remar, lo disfrutamos y ni que decir en los pocos y cortos lagunones como ser el que se encuentra a la altura del paso las mangueras de los Artigas. Sin embargo, después de esos momentos de remo, al siguiente volvíamos a la tarea de machetear, serruchar, despejar y arrastrar la canoa, incluso explorando por donde continuaba el arroyo, ya que en algunos lugares, estaba tan cubierto que no se veía claro.
Afortunadamente, el tiempo nos acompañó de manera espectacular. A pesar de estar mojados y del escaso sol que lograba filtrarse entre las ramas, no tuvimos frío. Llegada la tarde, después de haber recorrido algo más de 12 km, aunque la sensación de haber remado entre más; con la incertidumbre sobre la dirección del arroyo, y luego de haber escuchado al Santo decir varias veces “se ve la luz, lo peor ya pasó”, nos dispusimos a buscar un lugar para el campamento. El primo encontró uno, bajó, miró y dio el ok. Creemos que tomó esa decisión porque estaba cansado de machetear y serruchar. Finalmente, a las diecisiete, luego de una intensa jornada de ocho horas agotadoras “sacamos el pie del acelerador porque la vuelta había terminado”.
La noche estuvo sumamente agradable, ya cerca de las diez nos regaló una increíble salida de luna. La noche anterior había estado llena, así que esa luna comenzaba a menguar, se podía ver enorme y amarilla en el horizonte. Nos paramos todos mirando el espectáculo y averiguando quién de todos (los que no sabemos sacar fotos) podía sacar una fotografía. En eso, Gaby iba caminando como “acercándose a la luna” con la linterna minera en la frente cuando, de pronto, vimos como la linterna minera se caía al suelo y se volvía a levantar. La gran pregunta que surgió fue: ¿vale la pena “acercarse” a la luna?
A la mañana siguiente, algunos antes, otros después, nos fuimos despertando, levantando, y acomodando todo para otro día de aventura. Nos quedaba la mitad del camino. A las diez de la mañana ya estábamos en el agua, listos para continuar con toda la energía. Parte del trayecto que nos faltaba antes de llegar al río Santa Lucía seguía trabado, pero, por suerte, era poco.
Al acercarnos al Santa Lucía, el arroyo se abría lentamente y el paisaje comenzaba a recordarme cada vez más al del Santa Lucía, con sus barrancos de tierra y sus curvas zigzagueantes.
Una vez en el río, el cansancio por remar el arroyo fue quedando atrás; así nos disponíamos a remar y disfrutar de varias correderas, y apostábamos a ver si alguno volcaba o no. Como era de esperar, una canoa entreverada entre gritos de los que intentábamos guiar, entró mal en una corredera y volcó. De todas maneras, es válido decir, que aunque solamente una canoa volcó, esa misma canoa y otra ya habían sufrido la entrada de agua en otra oportunidad, tan solo para no tirarle siempre toda la responsabilidad o culpa a nuestro querido Volcardi que al menos en Canotaje Travesía como hace tiempo que no sale, ya ha sido suplantado.
A las tres de la tarde llegamos a Bolívar, cansados, arañados, con moretones, pero con la frente en alto de haber “navegado” un hermoso arroyo y parte de nuestro querido río Santa Lucía.
Canoas: AMPA, Emilia y RaYeR.
Tripulaciones: Fio y Primo, Gaby y Santo, Alejandro y Eduardo, Fio y Gaby, Fio y Santo, Gaby y Eduardo, Santo y Primo.
Recorrido: Arroyo Casupá ruta 40 hasta Bolívar.
Distancia recorrida: 27,85 km.
Relato: Fiorella Giovannini
Fotos: Grupo Canotaje Travesía club ACAL